Sangre y estilo
Conoc¨ª a Christian Lacroix en el sal¨®n de los espejos del Liceu de Barcelona. Su buen conocimiento de la historia del traje es patente en sus lujosos dise?os
![Desfile de alta costura de Christian Lacroix en julio de 2008.](https://imagenes.elpais.com/resizer/v2/EOFTG65DB3JW5YNV6EPG66VXTM.jpg?auth=9d63deee014a725d8adc02b92fdd06f759df3dd429cb26ded05a04d09bc67690&width=414)
Conoc¨ª a Christian Lacroix en el sal¨®n de los espejos del Liceu de Barcelona, tras el estreno en Espa?a de I Capuleti e i Montecchi, de Bellini, cuyo vestuario dise?¨®. En la ¨®pera, un apuesto Romeo de cuero negro intenta redimir la guerra familiar, evitar la sangre y ser feliz con Giulietta. Fracasa. Demasiada guerra. Copa de cava en mano, me presento como historiadora cultural. ¡°?Es mi pasi¨®n!¡±, exclama. No me sorprende. Su buen conocimiento de la historia del traje es patente en sus lujosos dise?os. Tras licenciarse en Historia del Arte, quiso doctorarse en Historia de la Moda, pero no estaba bien visto. Termino la copa. Actualmente, hay estudios acad¨¦micos muy rigurosos, afirmo.
¡°Exceptuando los a?os veinte, siempre estamos releyendo el pasado¡±, afirma Lacroix. ¡°Yo me inspiro en el medioevo y el XVIII. Si no fuera porque los ochenta fueron barrocos y exc¨¦ntricos, no hubiera tenido ¨¦xito¡±. S¨®lo un hombre avezado en historia valorar¨ªa con tanto temple lo azaroso de la fama. Tambi¨¦n se inspira en Espa?a, ?verdad? ¡°?S¨ª! Vengo a Barcelona desde los sesenta, aunque dej¨¦ de venir tras los Juegos Ol¨ªmpicos. Me fascinaba una bailarina morena de El Molino ¡ªnunca supe su nombre¡ª y Sara Montiel en Carmen; me excitaba verla pelearse con otras chicas. Me encantaba Garc¨ªa Lorca y las fragancias Myrurgia. Me horrorizaba ver saludos fascistas en desfiles callejeros porque conoc¨ª a muchos republicanos en Arles, mi ciudad natal¡±. Un espejo dorado nos refleja: Lacroix de negro, sobrio, cant¨¢ndome ¡°?Ay, Carmela!; yo, de un rojo soberbio. Alucino bombas Orsini arrojadas a platea a finales del XIX. Demasiada historia en mi cabeza. Necesito otra copa.
¡°Tambi¨¦n me inspiro en los toros¡±, sigue Lacroix. ¡°De peque?o, no soportaba ver sangrar a mi perro, pero las corridas no me chocaban. Mis abuelos asist¨ªan a la plaza de Nimes y a m¨ª s¨®lo me permit¨ªan ver desangrar al toro al final. Quise presenciarlo todo. He visto a Domingu¨ªn regresar al hotel rodeado de gente elegante cubierta de sangre, a Luc¨ªa Bos¨¦, guap¨ªsima con un precioso traje ajustado de Dior manchado de sangre; los ni?os y Jean Cocteau tambi¨¦n. No me asustaba la sangre. Me asustaba nuestra vida. La corrida era parte de nuestra vida. Asociaba la sangre con los sacrificios romanos en Arles¡±. Concurro con Winston Churchill: el champagne deber¨ªa ser gratis.
Ya en casa, admiro la espl¨¦ndida rosa antigua que le compr¨¦ a Candela en un reciente arranque de extravagancia flamenca. Tiene color de sangre coagulada. Por ti, dulce Romeo flower power, me atrever¨¦ a lucirla.
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