Las part¨ªculas elementales del color
Numerosas miniaturas indias de entre los siglos XV y XIX, con sus vistosas representaciones de dioses y hombres, incluyen en su paleta un llamativo color amarillo, profundo y brillante. Impresionados por su transl¨²cida intensidad, los europeos comenzaron a interrogarse por la procedencia de aquel pigmento. Cuenta la leyenda que los locales, en una despiadada pr¨¢ctica, alimentaban a las cada vez m¨¢s desnutridas vacas ¨²nicamente con hojas de mango. Su orina, convenientemente desecada, ser¨ªa la fuente de ese tono chill¨®n, el amarillo indio.
Desaparecida del mercado a principios del siglo XX, el relato de esta sustancia escribe solo una nota al pie de la tan longeva como prolija historia de los pigmentos, usados con fines art¨ªsticos, textiles o, m¨¢s recientemente, culinarios. El muestrario m¨¢s destacado del mundo, con m¨¢s de 2.500 referencias, lo custodia la Universidad de Harvard en su Centro Straus para la Conservaci¨®n y los Estudios T¨¦cnicos (antes conocido como Museo Fogg), impulsado a principios del siglo XX por el estado?unidense Edward Waldo Forbes. Fascinado por el arte y preocupado por su conservaci¨®n, el que fuera director de aquel museo entre 1909 y 1944 se lanz¨® en su juventud a coleccionar antiguos cuadros italianos. Con ellos, poco a poco, fue adquiriendo cada vez m¨¢s ejemplos f¨ªsicos y conocimientos te¨®ricos sobre la procedencia y composici¨®n de los pigmentos. ¡°Quer¨ªa comprender los aspectos t¨¦cnicos de la pintura, as¨ª como los procesos art¨ªsticos y sus materiales¡±, explica Narayan Khandekar, conservador cient¨ªfico y actual director de la instituci¨®n. ¡°Por eso se dedic¨® a acumular ejemplos de muy diferentes partes del mundo y de numerosos coloristas¡±, incluidos espa?oles como el industrial Llu¨ªs Plandiura o el empresario Nemesio D¨ªez.
Aunque su repertorio personal se guarda hoy en los archivos de la Universidad de Nueva York, la Colecci¨®n de Pigmentos Forbes de Harvard ha servido de ¡°referencia¡± a la hora de sentar las bases de la investigaci¨®n cient¨ªfica sobre restauraci¨®n de arte en EE UU. Ya en 1928, Forbes tom¨® la resoluci¨®n de contratar a un qu¨ªmico, Rutherford John Gettens, cuyo trabajo en torno a la comprensi¨®n anal¨ªtica de la composici¨®n de los pigmentos acerc¨® a la modernidad la metodolog¨ªa de la conservaci¨®n.
Desde entonces, la labor de investigaci¨®n que han promovido ha dado lugar a diferentes descubrimientos sobre la filiaci¨®n de ciertas obras de arte o la t¨¦cnica de sus autores. Comparando muestras de sus fondos se pudo probar, por ejemplo, la falsedad de un pollock?encontrado en 2007. El estudio del rojo de la pintura demostr¨® que esta hab¨ªa sido ejecutada con posterioridad a la muerte del artista, en 1956, dado que el pigmento utilizado, sint¨¦tico, no se cre¨® hasta los a?os setenta. La revisi¨®n de la obra temprana de Georges Seurat, previa a su etapa puntillista, revel¨® por su parte la composici¨®n de un color del que Khandekar intu¨ªa el origen, que luego contrast¨®: activo en el siglo XIX, el franc¨¦s fue uno de los ¨²ltimos en usar el legendario amarillo indio.
Debido a los acontecimientos desencadenados tras la II Guerra Mundial, la colecci¨®n dej¨® de incorporar elementos hasta ¡°hace unos diez a?os¡±, cuando se empez¨® a recopilar pigmentos nuevos. En el arco¨ªris de sus vitrinas conviven as¨ª sustancias empleadas por artistas como Mark Rothko (el rojo litol) o Richard Hamilton (copos de metales) con otras hace tiempo fuera de circulaci¨®n. Por haber, las hay que provienen hasta de cad¨¢veres, como el marr¨®n momia, extra¨ªdo de una especie de resina adherida a las envolturas de difuntos egipcios ¨Chumanos y animales¨C, que tuvo su momento de gloria durante los siglos XVIII y XIX.
Desde los tiempos de Gettens, el centro ha ido a?adiendo progresivamente equipamientos que facilitan el trabajo de los restauradores. Por ejemplo, gracias a la tecnolog¨ªa, es posible identificar de manera poco invasiva la presencia de prote¨ªnas como la case¨ªna, el col¨¢geno o la queratina en un objeto pintado. Las t¨¦mperas aglutinadas con yema de huevo o las colas con elementos de origen animal pueden de este modo ser tratadas con los cuidados adecuados. Los mismos que necesitan los pl¨¢sticos o metales que usan los creadores contempor¨¢neos, nuevos ingredientes que plantean desaf¨ªos para los que, asegura Khandekar, ya se est¨¢n preparando.
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