La paz vale la pena
El acuerdo del cese al fuego bilateral con las FARC es la prueba m¨¢s palpable de que Colombia est¨¢ a punto de alcanzar la ansiada convivencia
Nadie valora tanto la paz como quien ha vivido una situaci¨®n de violencia enquistada. Incluso una paz imperfecta es siempre mejor que la guerra. De ah¨ª que el proceso de paz impulsado por el presidente Santos en Colombia haya llenado de esperanza a la comunidad internacional. Pues bien, ha llegado la hora de felicitar a Santos por su ¨¦xito. El acuerdo del cese al fuego bilateral con las FARC que acaba de anunciarse, previo al acuerdo global definitivo -que tendr¨¢ lugar el 20 de julio, un d¨ªa especialmente simb¨®lico porque se celebra la independencia de Colombia- es la prueba m¨¢s palpable de que Colombia est¨¢ a punto de alcanzar la ansiada meta de la convivencia pac¨ªfica. Poner fin a m¨¢s de 50 a?os de conflicto armado no es solo una buena noticia para ese pa¨ªs; es un hecho hist¨®rico para toda la regi¨®n, y sus repercusiones tienen car¨¢cter global.
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El Gobierno de Santos ha apostado su credibilidad pol¨ªtica a la culminaci¨®n de esta empresa, y est¨¢ trabajando denodada e inteligentemente para lograrlo. Pero tambi¨¦n la otra parte ha demostrado su compromiso con una salida negociada del conflicto. Las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) han sabido comprender que su lucha tocaba a su fin. Era no solo una tragedia, era un anacronismo en la regi¨®n y en el mundo. Su decisi¨®n de abandonar las armas y de participar en la pol¨ªtica democr¨¢tica es tambi¨¦n valiente e inteligente, adem¨¢s de moralmente justa y necesaria. La violencia solo conduce a m¨¢s violencia y en pleno siglo XXI ninguna idea, ning¨²n proyecto, ninguna propuesta pol¨ªtica es defendible matando e infligiendo sufrimientos a los ciudadanos. Reconocer esto era tan imperioso desde el punto de vista moral como meritorio tras d¨¦cadas de lucha armada.
En tercer lugar, hay que recordar y agradecer el papel facilitador que han desempe?ado en todo este proceso determinados actores internacionales. Esa ayuda exterior ha resultado fundamental para afianzar la credibilidad del proceso. Cuba, Noruega y otros pa¨ªses de la regi¨®n han ayudado mucho y merecen por ello nuestro reconocimiento, como lo merece Naciones Unidas, quien se ocupar¨¢ de supervisar y verificar el cese bilateral del fuego.
Quedan ahora dos urgencias:
En primer lugar, el Ej¨¦rcito de Liberaci¨®n Nacional (ELN), la segunda gran guerrilla de Colombia, tiene que seguir los pasos de las FARC. Es verdad que las negociaciones ya est¨¢n en marcha, con alg¨²n sobresalto hace unas semanas, que afortunadamente ha quedado superado. Es preciso ahora m¨¢s que nunca pedir al ELN un esfuerzo adicional, guiado por la altura de miras e la inteligencia pol¨ªtica. Apostar por las armas ya no es una opci¨®n, en un pa¨ªs al borde de la paz: a medio plazo, no subirse a ese tren es una decisi¨®n suicida para los propios integrantes de esa organizaci¨®n.
El Gobierno de Santos ha apostado su credibilidad pol¨ªtica a la culminaci¨®n de esta empresa
En segundo lugar, hay que ganar la partida -que no la batalla- de la opini¨®n p¨²blica. Y hay que ganarla ahora, porque el presidente Santos se ha comprometido con el pueblo colombiano a consultarle en refer¨¦ndum si est¨¢ o no a favor del acuerdo. Como opci¨®n democr¨¢tica es impecable, pero los riesgos de esa consulta son enormes en un pa¨ªs donde buena parte de la ciudadan¨ªa ha sufrido mucho a causa del conflicto armado, y es precisamente a esa parte doliente de la ciudadan¨ªa a quien el postconflicto pedir¨¢ un mayor esfuerzo de tolerancia. Para aquellos que experimentaron la violencia en sus carnes o en la de sus seres queridos, resultar¨¢n especialmente dif¨ªciles de asumir algunos t¨¦rminos del acuerdo relacionados con el futuro papel de los exguerrilleros en la sociedad colombiana. Sin embargo, es imprescindible que as¨ª sea. Este tipo de conflictos no terminan con una paz perfecta. No siempre la paz es totalmente justa. Pero es paz.
Ganar el refer¨¦ndum es el siguiente paso que dar¨¢ lugar al postconflicto, un periodo largo, costoso, dif¨ªcil, en el que las v¨ªctimas deben ser el centro de gravedad sobre el que gire una pol¨ªtica amplia de compensaciones y reparaciones, adem¨¢s de un relato cultural y pol¨ªtico basado en la verdad y la justicia. Es adem¨¢s necesario para asentar la paz y poder poner en marcha los t¨¦rminos del acuerdo. Hay que pedir a los partidos pol¨ªticos y a la sociedad civil colombiana apoyo al proceso de paz, comprensi¨®n con los t¨¦rminos del acuerdo y generosidad con la integraci¨®n social de todos.
Merece la pena.
Ram¨®n J¨¢uregui es eurodiputado y copresidente de la Asamblea Parlamentaria Euro-Latinoamericana (EuroLat)
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