18 de julio de 1936
La cruel contienda fratricida traumatiz¨® a una sociedad y es el origen de nuestro tiempo presente
Durante la dictadura del general Franco, entre 1936 y 1975, el 18 de julio era ¡°Fiesta Nacional¡± conmemorativa de la ¡°Iniciaci¨®n del Glorioso Alzamiento Nacional¡±. No en vano, ese d¨ªa se extendi¨® por toda Espa?a la sublevaci¨®n militar comenzada el 17 en las guarniciones del Protectorado de Marruecos, que s¨®lo triunfar¨ªa parcialmente en la mitad del pa¨ªs, abriendo la v¨ªa a la conversi¨®n del golpe militar en una guerra civil.
Como resultado de esa divisi¨®n de Espa?a surgieron dos bandos combatientes que librar¨ªan una contienda de casi tres a?os de duraci¨®n, hasta abril de 1939. Por un lado, una Espa?a republicana donde el acosado gobierno reformista del Frente Popular lograr¨ªa aplastar inicialmente a los insurrectos con el recurso a fuerzas armadas leales y la ayuda de fuerzas milicianas revolucionarias. Por otro, una Espa?a insurgente de perfil reaccionario y contrarrevolucionario donde los militares sublevados afirmar¨ªan su poder omn¨ªmodo como paso previo al asalto del territorio enemigo.
La guerra de 1936-1939 fue una cruel contienda fratricida que constituye el hito transcendental de la historia contempor¨¢nea espa?ola y est¨¢ en el origen de nuestro tiempo presente. De hecho, fue un cataclismo colectivo que abri¨® un cisma de extrema violencia en la convivencia de una sociedad atravesada por m¨²ltiples l¨ªneas de fractura interna (tensiones entre clases sociales, entre sentimientos nacionales, entre mentalidades culturales¡) y grandes reservas de odio y miedo conjugados.
La contienda espa?ola fue as¨ª una forma de ¡°guerra salvaje¡± precisamente por librarse entre vecinos y familiares conocidos, bastante iguales y siempre cercanos (no por ser todos desconocidos, diferentes y ajenos). Y por eso produjo en el pa¨ªs, ante todo, una cosecha brutal de sangre: sangre de amigos, de vecinos, de hombres, de mujeres, de culpables y de inocentes. Sencillamente porque en una guerra civil el frente de combate es una tr¨¢gica l¨ªnea imprecisa que atraviesa familias, casas, ciudades y regiones, llevando a su paso un deplorable cat¨¢logo de atrocidades homicidas, ignominias morales y a veces tambi¨¦n de actos heroicos y conductas filantr¨®picas.
La guerra civil abri¨® las puertas al abismo en Espa?a. No trajo la Paz sino la Victoria y una larga dictadura
El triste corolario de una contienda de esta naturaleza fue apuntado por el general De Gaulle: ¡°Todas las guerras son malas, porque simbolizan el fracaso de toda pol¨ªtica. Pero las guerras civiles, en las que en ambas trincheras hay hermanos, son imperdonables, porque la paz no nace cuando la guerra termina¡±.
En efecto, al t¨¦rmino de la brutal contienda civil de 1936-1939 no habr¨ªa de llegar a Espa?a la Paz sino la Victoria y una larga dictadura. Y entonces pudo comprobarse que, cualesquiera que hubieran sido los graves problemas imperantes en el verano de 1936, el recurso a las armas hab¨ªa sido una mala ¡°soluci¨®n¡± pol¨ªtica y una p¨¦sima opci¨®n humanitaria. Simplemente porque hab¨ªa ocasionado sufrimientos inenarrables a la poblaci¨®n afectada, devastaciones inmensas en todos los ¨®rdenes de la vida socio-econ¨®mica, da?os profundos en la fibra moral que sostiene unida toda colectividad c¨ªvica y un legado de penurias y heridas, materiales y espirituales, que tardar¨ªan generaciones en ser reparadas.
El balance de p¨¦rdidas humanas es terror¨ªfico, puesto que registr¨® las siguientes v¨ªctimas mortales: 1?) Entre 150.000 y 200.000 muertos en acciones de guerra (combates, operaciones b¨¦licas, bombardeos). 2?) Alrededor de 155.000 muertos en acciones de represi¨®n en retaguardia: cien mil en zona franquista y el resto en zona republicana. Y 3?) En torno a 350.000 muertos por sobre-mortalidad durante el trienio b¨¦lico, derivada de enfermedades, hambrunas y privaciones.
Por si fuera poco, a esa abultada cifra de v¨ªctimas habr¨ªa que a?adir otras dos categor¨ªas de p¨¦rdidas cruciales para el devenir socio-econ¨®mico del pa¨ªs: 1?) El desplome de las tasas de natalidad generado por la guerra, que provoc¨® una reducci¨®n del n¨²mero de nacimientos que se ha situado en unos 500.000 ni?os ¡°no nacidos¡±. 2?) El incremento espectacular en el n¨²mero de exiliados que abandonaron el pa¨ªs, ya de manera temporal (quiz¨¢ hasta 734.000 personas) o ya de forma definitiva (300.000: el exilio republicano espa?ol de 1939).
Recordar hoy aquel 18 de julio de hace 80 a?os que abri¨® las puertas al abismo en Espa?a no s¨®lo quiere dar a conocer mejor lo que fue una inmensa carnicer¨ªa que traumatiz¨® a una sociedad. Tambi¨¦n supone ejercitar una obligaci¨®n de profilaxis c¨ªvica apuntada dos milenios atr¨¢s por Cicer¨®n, que padeci¨® en primera persona las guerras civiles que acabaron con la Rep¨²blica en Roma: ¡°Cualquier g¨¦nero de paz entre los ciudadanos me parecer¨ªa preferible a una guerra civil¡±. Con su corolario: ¡°Nunca m¨¢s la guerra civil¡±.
Enrique Moradiellos es catedr¨¢tico de Historia Contempor¨¢nea de la Universidad de Extremadura.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.