Suicidio, el gran tab¨²
Es el drama m¨¢s silencioso, del que nadie quiere hablar. No provoca encendidas discusiones en televisi¨®n ni obliga a los pol¨ªticos a pronunciarse. Pero el suicidio se lleva la vida de 4.000 espa?oles cada a?o. Sus familias han cargado durante siglos con un estigma que las obligaba a esconderse, como si arrastrasen una verg¨¹enza. Algunos han dicho basta y se han agrupado para romper el tab¨². No les importa compartir su dolor si eso sirve al menos para abrir un debate social. Estas son sus historias.
LA MEJOR manera que ha encontrado Francisco S¨¢nchez para explicar lo que le pasa es decir que siente ¡°cansancio del alma¡±. Los antiguos lo llamaban melancol¨ªa, la ¡°bilis negra¡±. Un agujero tenebroso donde nada tiene sentido y no hay futuro, solo un presente de sufrimiento insoportable. Francisco S¨¢nchez ¨CPaco para todos¨C, un t¨¦cnico en electr¨®nica de 50 a?os, empez¨® a despe?arse el d¨ªa en que paseaba por las calles de Huelva, su ciudad, y de repente se sinti¨® como si estuviera en un lugar extra?o. Luego vino la ca¨ªda libre, con dos intentos de suicidio. El segundo lo plane¨® con antelaci¨®n. Dej¨® una nota a sus padres dici¨¦ndoles que se quedasen tranquilos, que ya no tendr¨ªan que cuidarlo m¨¢s. ¡°Ahora estoy mejor, pero tengo el esp¨ªritu cansado. No puedo descartar otro intento¡±, confiesa.
Para que est¨¦ vigilado, Paco, soltero, se ha ido a vivir con sus padres. Ellos le guardan bajo llave las cajas de los medicamentos ¨Ctoma una docena de pastillas al d¨ªa¨C con los que combate el trastorno ansioso-depresivo que le han diagnosticado. Pero es dif¨ªcil saber y explicar qu¨¦ le pasa: ¡°?Por qu¨¦?, ?por qu¨¦?¡ Esa es la pregunta que est¨¢ siempre ah¨ª¡±. Su amiga Celes, que ha sufrido el suicidio de un hijo, hasta le hace bromas:
¨CPero, a ver, Paco, ?t¨² te quieres morir o no?
¨CSi morirse es no tener ilusi¨®n por la vida¡ Voy con una m¨¢scara puesta.
Los familiares de los suicidas se llaman a s¨ª mismos supervivientes. "Es porque nosotros ya no vivimos, solo sobrevivimos", explican.
?Cada dos horas y media, una persona se quita la vida en Espa?a. La estad¨ªstica es tan brutal que convierte el suicidio en la primera causa de muerte no natural, con el doble de v¨ªctimas que los accidentes de tr¨¢fico. Miles de tragedias de las que no se habla, porque la muerte voluntaria es un tab¨² que ha resistido desde los comienzos de la civilizaci¨®n. Siglos atr¨¢s, los cuerpos de los suicidas se enterraban bajo montones de piedras. Ahora se los arrumba tras un muro de silencio.
Las estad¨ªsticas oficiales ni siquiera est¨¢n al d¨ªa. Las ¨²ltimas son de 2014 y cifran el problema en 3.910 fallecidos, el mayor n¨²mero registrado nunca. Los expertos calculan que los datos est¨¢n infravalorados en al menos un 20% por varias razones, como el deseo de algunas familias de ocultarlo. ¡°Las cifras del Instituto Nacional de Estad¨ªstica tampoco son muy rigurosas¡±, asegura Javier Jim¨¦nez, un psic¨®logo que preside la Asociaci¨®n para la Investigaci¨®n, Prevenci¨®n e Intervenci¨®n del Suicidio (AIPIS). ¡°Otros a?os comprobamos que hab¨ªa 500 muertos registrados en los institutos anat¨®mico¨Cforenses que no se recog¨ªan en la estad¨ªstica total. Y adem¨¢s se sabe que parte de los accidentes de tr¨¢fico son suicidios, tambi¨¦n los que se precipitan al vac¨ªo por causas sin determinar o los que fallecen por ingesta de medicamentos¡±.
Paco se ha sentido muchas veces ¡°como un leproso¡±. Alguna gente no le habla y cambia de acera al verle. Como sus antiguos compa?eros de trabajo, el lugar donde se le consumi¨® el alma. ¡°Entr¨¦ en la empresa a los 15 a?os y dediqu¨¦ a ella toda mi vida, de la ma?ana a la noche, no he hecho otra cosa¡±, relata luchando contra el temblor de su voz. ¡°All¨ª se fue generando un ambiente t¨®xico, incluso violento por parte de los jefes. Un d¨ªa descubr¨ª que me quer¨ªan echar para contratar a dos chicos m¨¢s baratos y me derrumb¨¦. Me dieron una baja por depresi¨®n, pero me mandaron una inspecci¨®n y me dec¨ªan que no ten¨ªa nada¡±. Paco vive ahora abatido por la sensaci¨®n de haber malgastado su vida entera. Y todas las noches, en sue?os, regresa interminablemente a su puesto de trabajo.
Hay consenso entre los expertos para atribuir la mayor¨ªa de los suicidios a trastornos psicol¨®gicos. ¡°Muchos estaban latentes y se desencadenan por alg¨²n acontecimiento, como una ruptura de pareja o dificultades econ¨®micas¡±, explica Jim¨¦nez. La crisis ha coincidido con un repunte de las muertes voluntarias, que aumentaron en 450 entre 2008 y 2014, pero las causas, seg¨²n los estudiosos, son m¨¢s profundas.
Para luchar contra su negra sombra, Paco S¨¢nchez se ha unido a otros supervivientes. As¨ª han decidido llamarse, aunque ninguno de los nuevos compa?eros de Paco haya puesto en riesgo su vida. Lo que les ha sucedido es que alguien muy pr¨®ximo se mat¨® por su propia mano. ¡°Y desde entonces ya no vivimos, solo sobrevivimos¡±, explican. Se conocieron en terapias de duelo en grupo, donde acudieron buscando a alguien que los entendiese de verdad, que tambi¨¦n se hubiese visto precipitado a ese abismo de dolor, incredulidad y sentimiento de culpa por no haberlo podido evitar. Alguien que, como ellos, al o¨ªr un tel¨¦fono o un ascensor, al ver los contornos de una figura familiar en la calle, tuviese por un instante la sensaci¨®n de que el ser perdido hab¨ªa regresado. Alguien que hubiese vivido el peregrinaje en busca de ayuda psicol¨®gica y se hubiese topado con la falta de especialistas para tratar a gente en su situaci¨®n. Alguien dispuesto, pese a todo, a salir del pozo, a no esconderse, a romper el tab¨², a gritarle a la sociedad que han sufrido mucho pero no tienen nada de lo que avergonzarse.
Ha sido como una salida del armario. La primera asociaci¨®n de supervivientes, Despr¨¦s del Su?cidi, la fund¨® en 2013 Cecilia Borr¨¢s, una psic¨®loga de Barcelona, tras perder a su hijo Miquel, de 19 a?os. En Madrid ya exist¨ªa desde 2009 AIPIS, creada por Javier Jim¨¦nez para actividades de prevenci¨®n supliendo la carencia de programas oficiales. Cecilia y Javier han sido como dos ¨¢ngeles de la guarda para cientos de personas. Han pasado ¨Cy pasan¨C horas hablando por tel¨¦fono con desconocidos que los llaman desesperados, sin saber otro sitio al que recurrir. Su apostolado empieza a dar fruto. Bajo su inspiraci¨®n, los supervivientes de Huelva han creado la plataforma A tu Lado. Y ya hay otros grupos en marcha para romper el silencio en Canarias, Pa¨ªs Vasco o Galicia. Defienden que una parte de los suicidios se podr¨ªa evitar. Que para ello es esencial que no se oculte el problema y que se apliquen los planes de prevenci¨®n elaborados por las autoridades sanitarias, pero que apenas se cumplen.
Los testimonios de los supervivientes hablan de muerte y tambi¨¦n de vida. Del coraje para sobreponerse a lo indecible y asumir que la mejor manera de mantener el recuerdo del que se fue es seguir adelante. No todos reaccionaron igual. Unos deshicieron de inmediato la habitaci¨®n del ausente y otros la han conservado con la minuciosidad de un altar. A algunos les gusta repasar viejas grabaciones de los que ya no volver¨¢n y otros no se atreven ni a o¨ªr sus voces. Pero les une la determinaci¨®n de intentar que nadie m¨¢s caiga en ese infierno que para ellos se ha vuelto cotidiano. Estos son sus testimonios en primera persona.
El compromiso
Jos¨¦ Carlos Soto Madrigal, 56 a?os,?editor. Olga Ramos, 51 a?os, inform¨¢tica.?Su ¨²nica hija, Ariadna, de 18 a?os, se?suicid¨® el 24 de enero de 2015 en Madrid.
¡°Lo peor es la tortura del ¡®y si¡¡¯: ¡®Y si le hubiese dicho esto, y si hubiese actuado de esta forma¡¡¯. Toda la vida de los meses anteriores te pasa por la mente, escudri?as detalle a detalle, conversaciones, miradas, cualquier se?al¡ Y no entiendes nada, te quieres morir.
Los primeros meses no ¨¦ramos personas. A veces com¨ªamos solo porque ven¨ªa alguien a traernos la comida. Ella no nos dej¨® ver absolutamente nada, lo ocult¨® todo. Intent¨¢bamos sonsacarla, pero al final solo hablabas t¨². Un d¨ªa, Carlos le pregunt¨®: ¡®Hija, ?no habr¨¢s pensado en suicidarte?¡¯. Y contest¨®: ¡®Pap¨¢, qu¨¦ cosas tienes¡¯. Ariadna era una chica muy madura para su edad. Le¨ªa, pintaba, tocaba la guitarra, le gustaban el cine y el teatro¡ Ten¨ªa amigos, era muy querida en el instituto, aunque a veces no encontrase gente con sus inquietudes culturales. Y era muy sensible, se enfadaba si nos o¨ªa hablar mal de alguien. Hab¨ªa tenido una adolescencia muy tranquila. Le gustaba estudiar, quer¨ªa hacer Derecho o Relaciones Internacionales. Se apunt¨® a un curso intensivo de italiano porque estaba enamorada de la Toscana y pensaba en vivir all¨ª. Hasta que, de un d¨ªa para otro, en noviembre de 2013, le cambiaron los temarios de unos ex¨¢menes y se bloque¨®. Nunca la presionamos con los estudios, incluso le dec¨ªamos que estudiaba demasiado. Pero nos dijo que ten¨ªa un baj¨®n.
"LO PEOR ES LA TORTURA DEL 'Y SI': 'Y SI LE HUBIESE DICHO ESTO. Y SI HUBIESE ACTUADO DE ESTA FORMA", CUENTAN CARLOS Y OLGA QUE PERDIERON A SU ?NICA HIJA.
La llevamos a un psic¨®logo y le recomend¨® que dejase de momento el instituto. Con todo, el psic¨®logo nos tranquilizaba dici¨¦ndonos que era una ni?a supermadura. Ella parec¨ªa esforzarse para que nos sinti¨¦semos mejor, se pon¨ªa ropa m¨¢s alegre, m¨²sica relajante¡ Sin embargo, no lograba dormir. La llevamos al m¨¦dico de cabecera, que le recet¨® Orfidal y Prozac. En los ¨²ltimos d¨ªas parec¨ªa que estaba mejor. Pero ya lo ten¨ªa todo planeado, incluso el d¨ªa en que libraba el portero del edificio.
La ma?ana de ese s¨¢bado, Olga le dijo: ¡®Lev¨¢ntate, que eres lo que m¨¢s quiero en este mundo y necesito que est¨¦s como antes¡¯. ?bamos a ver a unos amigos que ella apreciaba mucho, pero nos dijo que prefer¨ªa estar en casa. Aunque en los tres meses anteriores Carlos la hab¨ªa acompa?ado casi todo el d¨ªa, no era la primera vez que se quedaba sola. Nos dej¨® una carta en la que dec¨ªa que nos quer¨ªa much¨ªsimo, que no soportaba vernos sufrir y que la perdon¨¢ramos. Y escribi¨® un p¨¢rrafo de Bor¨ªs Pasternak [el escritor ruso tuvo un intento de suicidio] para explicar c¨®mo se sent¨ªa.
Tratamos de no recordarla por esos ¨²ltimos momentos. Fuimos a terapia y nos ayud¨® mucho. Y sobre todo encontramos a AIPIS. Estamos en la asociaci¨®n y damos charlas a padres. Ya hemos ayudado a identificar tres posibles casos. Para nosotros lo m¨¢s importante ahora es que nadie m¨¢s pase por esto¡±.
El duelo
Celes Toscano, 50 a?os, cocinera, viuda.?Preside la asociaci¨®n A tu Lado de Huelva. Daniel, uno de sus dos hijos, se suicid¨®,?con 21 a?os, el 8 de noviembre de 2013.
¡°Hab¨ªa que vernos las pintas cuando coincidimos en la terapia de duelo: c¨®mo ¨ªbamos peinados, las canas sin te?ir, descuidados y vestidos con ch¨¢ndales y sudaderas. A¨²n el a?o pasado me compr¨¦ un pantal¨®n rojo con un blus¨®n, me lo prob¨¦ dos o tres veces y me lo tuve que quitar, no pod¨ªa. Tampoco me puedo echar colonia ni pintarme las u?as, es un derecho que te niegas a ti misma. Sigues viviendo, pero tienes tanto dolor dentro que, a veces, cuando estoy sola, digo para desahogarme: ¡®Bueno, ahora que tengo media horita, voy a llorar un poco¡¯.
La gente se ha portado muy bien, aunque al principio nadie quer¨ªa venir a casa. Yo pensaba que me hab¨ªa pasado la cosa m¨¢s rara del mundo, lo que no le sucede a nadie. El dolor es tan grande que acaba siendo f¨ªsico, te sale por los poros. ?Los meses que pas¨¦ encerrada! Hasta que me arm¨¦ de valor y decid¨ª ir al grupo de terapia. Las amigas m¨¢s cercanas no est¨¢n de acuerdo en que ahora participe en la asociaci¨®n, me dicen que no le d¨¦ m¨¢s vueltas. ?Pero si esto me est¨¢ ayudando mucho! Si hay que llorar, lloramos; y si hay que re¨ªr, re¨ªmos.
Yo ve¨ªa que mi hijo ten¨ªa un problema, pero nunca pens¨¦ que fuese a llegar a donde lleg¨®. Ten¨ªa trastornos del sue?o, se pod¨ªa pasar dos d¨ªas sin pegar ojo y luego 24 horas durmiendo. Y l¨®gicamente tambi¨¦n ten¨ªa des¨®rdenes de alimentaci¨®n, estaba un poquillo nervioso, raro, no se le pod¨ªa hablar. Lo llev¨¦ al m¨¦dico de cabecera y le dije: ¡®Dele unas pastillitas o algo¡¯. Pero el an¨¢lisis sali¨® bien y nos dijo que no era necesario.
¡°A LA HABITACI?N DE DANIEL LA LLAMO EL MUSEO. SIGUE TAL CUAL LA DEJ?, INCLUSO CON LOS ZAPATOS SUCIOS, ES QUE NECESITO QUE SIGA OLIENDO A ?L¡±.
Daniel intent¨® entrar dos veces en el Ej¨¦rcito y no lo logr¨®. Aunque en los estudios iba regular, se acababa de matricular en mec¨¢nica. Hab¨ªa tenido una novieta que lo dej¨®, y se qued¨® un poco pillado y deprimido. Pero ya estaba con otra, una ni?a alta, guapita, de melena rubia, con la que iba muy orgulloso. Llevaban tres meses, cuando un d¨ªa la chica lo enga?¨® y se fue con otro. Daniel se acerc¨® a hablar con ella al instituto. Tambi¨¦n llam¨® al chico. Y luego se suicid¨®. El forense nos dijo que hab¨ªa sido un cortocircuito cerebral. Una de las cosas que m¨¢s me molestan es que me digan que lo decidi¨® ¨¦l. ?C¨®mo iba a decidirlo ¨¦l? Fue el sufrimiento el que no lo dej¨® decidir.
Su hermano, un a?o y medio mayor, lo ha pasado muy mal. La habitaci¨®n de Daniel ¨C yo le llamo el museo¨C sigue tal cual la dej¨®, hasta con los zapatos sucios. Necesito que siga oliendo a ¨¦l¡±.
Seguir viviendo
Mar¨ªa, 59 a?os. Su hijo, de 30, se suicid¨® en 2013.
¡°La ¨²ltima cosa que le dije a mi hijo, esa misma ma?ana, fue que estaba orgullosa de ¨¦l. Hab¨ªa arreglado sus problemas econ¨®micos y era un padre maravilloso para sus dos ni?as. Me hab¨ªa llamado para que me quedara con la peque?a. Estaba radiante en la granja escuela haciendo pan con la ni?a. Por eso, cuando me lo dijeron, qued¨¦ en estado de shock.?Me parec¨ªa un sue?o, que me hab¨ªa vuelto loca de repente. En el tanatorio pensaba que aquello era algo ajeno a m¨ª. Ni pod¨ªa romper a llorar. Me pregunto cu¨¢nto dolor y cu¨¢nto sufrimiento ten¨ªa mi hijo para que ni sus dos ni?as lo pudieran atar a la vida. Yo creo que influy¨® la crisis econ¨®mica, entre otras cosas.
Ahora pienso que mi hijo present¨ªa que iba a morir joven, porque vivi¨® como muri¨®: r¨¢pido. Era casi un cr¨ªo y ya andaba con dos o tres chicas. Con 22 a?os tuvo una ni?a. Era muy impetuoso. Y muy alegre aunque a veces pasaba de golpe a la tristeza. Hac¨ªa mucho deporte, ten¨ªa un coraz¨®n de oro y con un car¨¢cter muy emprendedor, muy luchador. Gan¨® mucho dinero como gruista durante la bonanza de la construcci¨®n. Lo invirti¨® en un piso y un coche. Y tuvo otra ni?a. Hasta que vino la crisis, se separ¨®, el sueldo se le qued¨® a la mitad porque tuvo que empezar a trabajar de camarero y los gastos segu¨ªan siendo los mismos. Alguna vez lo tuvimos que ayudar. Dej¨® el piso para alquil¨¢rselo a su hermana y as¨ª poder seguir pagando la hipoteca. Me contaba que no dorm¨ªa bien y lo ve¨ªa m¨¢s delgado. Pero ten¨ªa planes de futuro con una nueva pareja y un trabajo, aunque no fuera su profesi¨®n. Parec¨ªa que por fin remontaba. ?C¨®mo pod¨ªa pensar yo que mi ni?o iba a hacer algo as¨ª?
Ese d¨ªa, un cliente del bar donde trabajaba lo acus¨® de robarle el m¨®vil. ¡®?Para qu¨¦, si yo tengo tres m¨®viles?¡¯, le dijo ¨¦l. Pero el cliente lo amenaz¨®: ¡®Soy un alto cargo y te vas a ir a la calle¡¯. Nunca quise averiguar qui¨¦n era ese hombre, aunque luego supimos que el m¨®vil lo ten¨ªa ¨¦l. A mi hijo se le vino todo encima, debi¨® de pensar que se quedar¨ªa sin trabajo. Le dijo a una compa?era: ¡®No puedo con esto. ?Qu¨¦ flojo me siento!¡¯. Al acabar, cogi¨® la bici¡ y se suicid¨®.
Tiempo despu¨¦s, a veces a¨²n pensaba que se hab¨ªa ido a Francia o a Alemania. Una vez segu¨ª por el mercado a un chico que de lejos se parec¨ªa a ¨¦l. Poco a poco volv¨ª a la realidad. Me iba al mar yo sola para poder gritar. Nadaba hasta en invierno. Me centr¨¦ en el arte, en la familia y en los amigos. Y ahora estoy aqu¨ª para decirle a la gente que, pese a todo, se puede seguir viviendo¡±.
La culpa
Mar¨ªa de la Cinta Rullo Sorribes, 57 a?os, pensionista por invalidez, casada y madre de?un hijo. Su otra hija, Marina, se quit¨® la vida el 20 de enero de 2008 en Tortosa (Tarragona).
¡°Se supone que yo tambi¨¦n intent¨¦ suicidarme una vez, aunque ya no estoy tan segura. Ten¨ªa 33 a?os y dos hijos. Tal vez solo quer¨ªa olvidarme de la mierda de vida que llevaba y de un marido que me minaba la autoestima. Y tom¨¦ pastillas. La psic¨®loga me dijo: ¡®Usted no tiene nada. Solo debe separarse de su marido¡¯. Tard¨¦ ocho a?os en conseguirlo porque ¨¦l quer¨ªa quedarse con los ni?os. Luego me enamor¨¦ de una chica y sal¨ª del armario por la puerta grande en una ciudad peque?a como Tortosa.
Pas¨¦ otros ocho a?os viendo a Marina sufrir por un trastorno l¨ªmite de la personalidad. Despu¨¦s de uno de sus m¨¢s de 50 intentos de suicidio, escrib¨ª un poema: ¡®Me duele el pasado ma?ana / me duele el presente / me duele el dolor / me duele hasta el dolor que no siento¡¯.
Siempre fue competitiva hasta con ella misma. Empez¨® con trastornos de alimentaci¨®n a los 16 a?os. Pedimos ayuda en un hospital de Barcelona, pero nos dieron cita para seis meses despu¨¦s. En ese tiempo conoci¨® a un sinverg¨¹enza que la meti¨® en la droga. Su primer intento fue con una sobredosis de hero¨ªna. Ese d¨ªa tuve un presentimiento, fui a casa y la encontr¨¦ tirada con la goma en el brazo. Yo estaba con los efectos de la quimioterapia por un c¨¢ncer de mama. Intent¨® dejar la droga, empez¨® a ir a psic¨®logos¡ Era una monta?a rusa. En los momentos bajos, solo ve¨ªa un agujero negro. Tras cada intento, la aislaban una semana y, en cuanto el tratamiento hac¨ªa efecto¡, para casa. Una vez se trag¨® un imperdible abierto y tardaron cinco horas en sac¨¢rselo. Un m¨¦dico lleg¨® a decirme: ¡®Tiene que hacerse a la idea de que acabar¨¢ consigui¨¦ndolo¡¯. Fue una bofetada. Hab¨ªan arrojado la toalla, pero yo no pod¨ªa concebir que alg¨²n d¨ªa no llegar¨ªa a tiempo.
Cuando sucedi¨® todo, ya hab¨ªa dejado la droga. Yo trabajaba de noche en una central de alarmas. Por la tarde nos re¨ªmos juntas viendo Sexo en Nueva York?y me dio un beso cuando me fui trabajar. A medianoche me llam¨® una vecina con la que hab¨ªa quedado, alarmada porque no le contestaba. Me fui de inmediato y encontr¨¦ el m¨®vil, el DNI, el bolso¡, todo puesto sobre la cama. Llam¨¦ a la polic¨ªa. A las 9.00 me avisaron ellos: ¡®Se arroj¨® al tren de las 7.00¡¯.
Ped¨ª la baja en el trabajo, pero, al prolongarla por ansiedad, me hicieron la vida imposible. Yo viv¨ªa delante de las v¨ªas del tren, cada uno que pasaba¡ me mor¨ªa. La psic¨®loga no me dio m¨¢s soluci¨®n que cambiar de casa. ?Pero si era mileurista! Me reventaban los cuchicheos, las miradas acusadoras, las acusaciones directas. Tanto que una persona me dijo: ¡®Esto es el fruto de la vida que has llevado¡¯. Y a m¨ª me atormentaba la culpa. Otros me dec¨ªan que todo se acaba olvidando. ?Si yo lo que no quer¨ªa era olvidarla! Cuando no estaba en crisis, era la chica m¨¢s dulce, cari?osa, trabajadora y simp¨¢tica del mundo.
Un d¨ªa que me encontraba mal, mi hijo Marcel me dijo: ¡®Mam¨¢, no llores m¨¢s. Marina est¨¢ donde quer¨ªa¡¯. Me aferr¨¦ a eso y decid¨ª que mi hija iba a estar dentro de mi coraz¨®n, que iba a vivir a trav¨¦s de lo que yo viviese. Y que por eso no pod¨ªa llevar una vida de mierda. A veces a¨²n se me olvida esto, pero aqu¨ª sigo, intentando vivir por m¨ª y por ella¡±.
El cortocircuito
M¨®nica Rossi Palomar, 48 a?os, trabajadora social y edil de IU en Huelva. Manuel Eugenio Garc¨ªa Serrano, 49 a?os, socio de una ?empresa de econom¨ªa social de comercio.?Uno de sus dos hijos, Jes¨²s, de 18 a?os,?se mat¨® el 15 de junio de 2013.
¡°Esa misma ma?ana hab¨ªa estado tocando la guitarra. Y cinco minutos antes vino de casa de la vecina con un pescado. A la semana siguiente se iba de campamento de verano con los scouts.?El d¨ªa anterior le habl¨® a su padre de proyectos, estaba sac¨¢ndose el carn¨¦ de conducir, ten¨ªa una novia¡ Todo fue de un d¨ªa para otro. Tal vez nosotros no vimos las se?ales, pero no las vio absolutamente nadie: amigos, familia, vecinos¡ Puede que se trate de chicos especiales, que viven y sienten de una manera distinta. Jes¨²s solo vivi¨® 18 a?os, pero tuvo una vida intens¨ªsima y plena.
Era muy extrovertido y servicial, se ofrec¨ªa para todo. Y muy impulsivo, eso s¨ª. Siempre con una sonrisa, estaba en la tuna de Derecho, era rociero, semanasantero,?le gustaban los toros, el flamenco¡ Aunque tambi¨¦n le gustaba el campo, se empe?¨® en estudiar Derecho. Le fue bien hasta que lo llevaron a un juicio por un caso de violencia de g¨¦nero. Volvi¨® dici¨¦ndonos: ¡®Yo no podr¨ªa defender a un hombre as¨ª¡¯. Y lo dej¨® para matricularse en el grado superior de explotaciones agr¨ªcolas.
¡°LE pedimos a todoS que nos hableN con naturalidad y no eviten ninguna palabra. A veces HASTA NOS RE?MOS RECORDANDO COSAS DE JES?S¡±.
El forense nos dijo que fue un cortocircuito cerebral. Estaba en casa con su hermano Sergio, seis a?os mayor. Eran las dos de la tarde, se meti¨® en el cuarto de ba?o y se mat¨®. Dej¨® una nota que solo dec¨ªa: ¡®Lo siento¡¯. Un vecino acudi¨® a los gritos de Sergio, que escap¨® a la calle, en?calzonas?y descalzo. Cuando avisaron a M¨®nica y la inform¨® una m¨¦dica del 061, al principio hasta se lo tom¨® a guasa, tan inconcebible le parec¨ªa. Porque es algo que no se puede ni pensar. Para aclarar lo sucedido, la polic¨ªa nos llev¨® a los tres a comisar¨ªa y nos tuvo all¨ª hasta la una de la madrugada. Nos trataron bien dentro de las circunstancias. Sergio sufri¨® all¨ª un ataque de ansiedad.
A la semana siguiente, fuimos los tres a un psic¨®logo que buscamos nosotros. La m¨¦dica de familia nos ve¨ªa cada semana y nos desvi¨® a Salud Mental, pero all¨ª tardaron tres meses en atendernos. La experiencia no fue buena. Cuando Eugenio coment¨® a la psiquiatra lo ocurrido, se puso tan nerviosa que casi tuvo que consolarla ¨¦l. Le dijo que tendr¨ªa que medicarse toda la vida. Pues, mira, ya no toma nada. El psic¨®logo, Juan, fue un apoyo fundamental, pero nos faltaba algo: hablar con gente que supiese lo que est¨¢bamos pasando. Por eso acudimos al grupo de duelo de la Asociaci¨®n de Escucha San Camilo, donde nos encontramos con tres madres en la misma situaci¨®n y nos ayud¨® mucho. Sufrimos problemas de pareja y nos pele¨¢bamos muy a menudo, pero lo superamos. Somos creyentes y la fe nos ha ayudado. Y nuestra red de apoyo han sido la familia, los amigos y los compa?eros de la Hermandad Obrera de Acci¨®n Cat¨®lica. Eugenio ya hab¨ªa pasado una depresi¨®n y sab¨ªa lo que hacer para no caer de nuevo. M¨®nica trabaja con personas con discapacidad?y eso fue un est¨ªmulo, porque cuando volvi¨® al trabajo la trataron con mucho amor y respeto.
Le pedimos a todo el mundo que nos hable con naturalidad, que no eviten ninguna palabra. Sergio ha demostrado una fortaleza sorprendente. A veces hasta nos re¨ªmos mucho recordando cosas de Jes¨²s. Pero los primeros meses se despertaba todas las noches con alaridos: so?aba que corr¨ªa por el pasillo y nunca llegaba al ba?o. No quer¨ªamos dejar la casa, porque en ella hab¨ªamos sido muy felices, as¨ª que decidimos cambiar el ba?o entero. Sergio siempre escribe algo en Facebook en los aniversarios del suicidio de Jes¨²s. En el ¨²ltimo puso: ¡®Tres a?os y todav¨ªa no he aprendido a pensar en ti, a recordarte sin que un nudo atenace hasta mi alma. Tu ausencia a mi derecha es un vaho de inc¨®gnitas que solo mi deseo de saber que cuidas de nosotros donde est¨¦s alivia¡±.
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