Bello y manchego

En una entrevista que le¨ª recientemente, la modelo Irina Shayk dec¨ªa que en su caso la belleza estaba en el car¨¢cter. Como persona bella, entend¨ª por d¨®nde iba, le¨ª entrel¨ªneas. Las personas que somos guapas, pero guapas, guapas, nos vemos a menudo en la obligaci¨®n de justificar nuestra hermosura y dejar claro que somos, tambi¨¦n, inteligentes y buenas personas, y que, adem¨¢s, no damos importancia al hecho de ser hermosos y que por lo tanto los dem¨¢s tampoco deben. Pero somos conscientes que esto no es as¨ª: en muchos casos nuestra beldad se percibe como una ofensa, un agravio¡­ ?No se hacen idea ustedes queridos lectores (a los que imagino normales en la mayor¨ªa de los casos, con excepci¨®n de alg¨²n ¡°result¨®n¡±) lo duro que puede llegar a ser! En mi caso (y en el de muchos de mis compa?eros de preciosura, porque esto lo tenemos hablado), tengo que soportar c¨®mo, permanentemente, se pone en duda mi aspecto: que si me he operado los labios, que si me he hecho un lifting, que c¨®mo puede ser que tenga estas piernas tan bien torneadas¡­ En sus caras puedo leer una mezcla de escepticismo y envidia cuando, con toda la humildad del mundo, les contesto que es gen¨¦tico. Que nac¨ª as¨ª y que estoy perfecto con la cara lavada. Y eso es casi lo que m¨¢s les molesta: que hagamos lo que hagamos estamos deslumbrantes. Llegados a este punto, son dos los mensajes que quiero lanzar:

Uno. Si no son gallardos no se esfuercen por parecerlo. La belleza no es para quien la trabaja.

Dos. Tr¨¢tennos con dignidad a las personas que estamos to buenas, nosotros no tenemos la culpa de ser as¨ª.