Picadillo
Muchos espa?oles se preguntar¨¢n para qu¨¦ sirve un informe oficial, si han aprendido que el pasado es mejor no removerlo
Si hoy es martes, los espa?oles estar¨¢n trag¨¢ndose otra mentira sin pesta?ear. Es un m¨¦rito nacional, porque no parece que haya pa¨ªs que trague con similar docilidad. Todo vino a cuenta de ese empe?o tan brit¨¢nico por revolver en el pasado, por tratar de cerrar un relato honesto y ajustado a los hechos a trav¨¦s del encargo de un informe sobre la participaci¨®n de su pa¨ªs en la guerra de Irak. Muchos espa?oles se preguntar¨¢n para qu¨¦ sirve un informe oficial, si han aprendido que el pasado es mejor no removerlo y resulta m¨¢s sabroso seguir aliment¨¢ndose de las versiones oscurantistas, las supersticiones, las medias verdades, las leyendas urbanas y rurales. Pese a que somos uno de los pa¨ªses con menor ¨ªndice de lectura de toda Europa, somos los m¨¢s habilidosos en el arte de pasar p¨¢gina. Las conclusiones del informe apuntan a las mentiras y las manipulaciones obscenas que los responsables pol¨ªticos utilizaron para la invasi¨®n de Irak, es decir, fijan la fea verdad en la historia reciente de su pa¨ªs con la voluntad de no volver a repetirlo.
Nosotros en cambio recibimos una respuesta comestible. La del ministro de Defensa de entonces, Federico Trillo, asegurando que los espa?oles nunca participamos en esa guerra. Pues es una explicaci¨®n preciosa, l¨¢stima que algunos recuerden que hemos estado sin recibir la visita oficial de un presidente norteamericano desde el d¨ªa en que un reci¨¦n elegido presidente Zapatero orden¨® sacar a nuestras tropas de Irak. Es una decisi¨®n que recordamos porque es de las ¨²ltimas veces que se ha cumplido una promesa electoral en nuestro territorio. Y porque nos cost¨® un agotador esfuerzo diplom¨¢tico recomponer las relaciones, que solo con el acuerdo de reforzamiento de la base estadounidense en Rota pudimos empezar a encarrilar hasta la cordial relaci¨®n actual. Si no hab¨ªa soldados all¨ª y si Aznar nunca estuvo en las Azores entre los cuatro visionarios, ahora se comprende que no necesitemos informe oficial. Lo que necesitamos es una picadora de alimentos, porque ingerir mentiras sin triturar atraganta un poco.
La mentira viene de todo un embajador en Londres, pero se sirve en vajilla de porcelana porque nunca fue m¨¢s cierto el pecado de hacerse rico mientras haces del mundo un sitio un poco peor. En ese esfuerzo de responsabilidad que consiste en investir al presidente que nombr¨® y protege a ese embajador, cuyos salario y dietas paga cada espa?ol de sus impuestos, podr¨ªa incluirse una exigencia de decencia profesional y hacerla extensible a tanto alto cargo de gatillo f¨¢cil y mano de cazo, aunque quiz¨¢ es mucho pedir en la dieta diaria de mentiras.
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