Del cero al uno
En las agresiones sexuales es complejo apartar el foco de quien patrimonializa la violencia hasta terminar arrog¨¢ndose el papel de v¨ªctima
Desde 2008, todos los 7 de julio en Pamplona se recuerda algo m¨¢s que San Ferm¨ªn. Se recuerda a Nagore Laffage, una chica de 20 a?os que esa noche se encontr¨® a un m¨¦dico de 27, Jos¨¦ Diego Yllanes; fue asesinada por ¨¦l. Hay un documental de Helena Taberna, Nagore, y una muy extensa hemeroteca sobre el crimen, pues el chico era de buena familia y con ¨¦xito social, signifique eso lo que signifique. No hay perfil que m¨¢s cachondos nos ponga a los periodistas que el del chico 10, como se le llam¨® en titulares, ca¨ªdo en desgracia. Entre otras razones porque se da por hecho que cay¨® en desgracia el asesino, no la muerta.
Tambi¨¦n ¨¦l lo crey¨® desde el primer momento, por eso tras matarla pidi¨® ayuda a un amigo, pens¨® en descuartizarla (le cort¨® un dedo), la meti¨® en una bolsa, la deposit¨® en un bosque y limpi¨® de huellas el piso. La sentencia consider¨® todos los atenuantes propuestos por la defensa: su confesi¨®n (fueron vistos por testigos y grabados por c¨¢maras), la reparaci¨®n del da?o (dinero para la familia de la v¨ªctima) y la intoxicaci¨®n et¨ªlica. De este modo fue condenado por homicidio, no por asesinato; el d¨ªa en que se conoci¨® la sentencia llor¨® la familia de Laffage. Doce a?os de prisi¨®n, permisos de libertad en breve y una petici¨®n del condenado: la del indulto al Gobierno en 2014, que fue denegado.
Del juicio sobrevive una frase involuntariamente esclarecedora. La pronunci¨® la madre de Diego Jos¨¦ Yllanes: ¡°Me resulta imposible aceptar que asfixi¨® a esa chica sin m¨¢s¡±. La declaraci¨®n oculta lo mismo que exhibe: es posible aceptar que tu hijo asfixi¨® a la chica por un motivo. El que se aire¨® en el juicio tiene relaci¨®n con la familia y su posici¨®n social: la mat¨® para evitar que la chica lo denunciase tras ser agredida y de este modo da?ar su imagen y la de su apellido. Tras el crimen dedic¨® a eso sus acciones: ¨¦l y su posici¨®n, su clase.
La madre de Nagore se ha preguntado estos d¨ªas si ninguno de los cincos acusados de violaci¨®n en Pamplona pens¨® en alg¨²n momento: ¡°Qu¨¦ estamos haciendo¡±. Es probable que si alguno lo hizo fuese en relaci¨®n con las consecuencias del delito. En cr¨ªmenes con tanta tradici¨®n es complejo apartar el foco de quien patrimonializa la violencia hasta terminar arrog¨¢ndose el papel de v¨ªctima. Ni siquiera en el lenguaje bienintencionado se huye de la trampa. En posiciones tan contundentes como la del Ayuntamiento de Pamplona, que ha anunciado ¡°tolerancia cero¡± con las violaciones, se invita a pensar en qui¨¦n y cu¨¢ntas veces ha aplicado la ¡°tolerancia uno¡±.
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