Los dos Pl¨¢cidos
El tenor se ha reinventado como un selectivo bar¨ªtono y esquiva al fantasma del retiro
Mercadante compuso una ¨®pera de ambiente sevillano en torno a dos F¨ªgaros, Verdi hizo luego lo propio ¨Cen una sombr¨ªa Venecia renacentista¨C sobre dos Foscari (padre e hijo) y Pl¨¢cido Domingo ha decidido tambi¨¦n duplicarse en vida: por un lado, el tenor torrencial, omn¨ªvoro, hiperactivo, ubicuo, polimorfo y casi eterno, capaz de cantar durante d¨¦cadas pr¨¢cticamente todos los papeles de su tesitura; por otro, y ese es el segundo Pl¨¢cido actual, ha esquivado al fantasma de la retirada con un nuevo avatar en el que se ha reinventado como un selectivo bar¨ªtono, lo que est¨¢ permiti¨¦ndole dilatar a¨²n m¨¢s una carrera que precisa muchos adjetivos para poder calificarla con justeza y justicia.
Por edad, por prestancia y por sabidur¨ªa, el dogo Francesco Foscari es un personaje perfecto para ¨¦l, siempre y cuando se acepte, claro est¨¢, que se ha producido real y eficazmente ese trasvase del tenor de otrora al bar¨ªtono de ahora. Adem¨¢s, a Madrid ha venido a cantarlo en versi¨®n de concierto despu¨¦s de haberlo rodado sobradamente en los escenarios de la ?pera de Los ?ngeles (2012), el Palau de les Arts de Valencia (2013), la Royal Opera House de Londres y el Theater an der Wien (2014) y, hace tan solo cuatro meses, el Teatro all¨¢ Scala de Mil¨¢n. Aqu¨ª, con la placidez a?adida de contar en la direcci¨®n musical con un compatriota, Pablo Heras-Casado, con el que le gusta colaborar y tiene muy buena sinton¨ªa.
Tras el fiasco de hace un a?o, cuando cancel¨® su participaci¨®n como director y cantante en el doblete formado por Goyescas y Gianni Schicchi, su p¨²blico madrile?o estaba deseando volver a aplaudirlo. Domingo, que se las sabe todas, guard¨® lo mejor de su arte y de su voz para la ¨²ltima aria de Francesco Foscari, la de mayor lucimiento dram¨¢tico. Y fue justamente vitoreado, tambi¨¦n en los aplausos finales, ahora ya con el p¨²blico puesto en pie. Pero todo esto formaba parte del guion. Mayor m¨¦rito tienen las espont¨¢neas aclamaciones para el tenor Michael Fabiano, que fue creci¨¦ndose m¨¢s y m¨¢s a partir de un comienzo muy dubitativo: con una voz hermos¨ªsima y una l¨ªnea de canto que porta aromas de otros tiempos, fue tambi¨¦n el ¨²nico que intent¨® algo parecido a la caracterizaci¨®n de su personaje, el desdichado Jacopo Foscari. Angela Meade, por el contrario, tiende a que la facilidad de su canto devenga en superficialidad. Con recursos vocales y t¨¦cnicos sobrados, en sus intervenciones faltaron reposo e intenci¨®n, transmitiendo a menudo la poco agradable sensaci¨®n de estar cantando con el piloto autom¨¢tico.
Pablo Heras-Casado abri¨® el fuego con un Preludio vigoroso y lleno de aristas. Esa fue la t¨®nica general de los coros y de muchos momentos de la ¨®pera, pero I due Foscari es tambi¨¦n pr¨®diga en pasajes de gran intimismo en los que falt¨® un mayor contraste y un lirismo m¨¢s acentuado. En general, hubo demasiada premura, por no hablar de c¨®mo fueron mutiladas inmisericordemente varias cabalette, algo dif¨ªcil de justificar en una ¨®pera tan corta y tan atada a¨²n a las convenciones de la ¨®pera de n¨²meros cerrados: Verdi estaba aprendiendo, s¨ª, pero sab¨ªa muy bien lo que hac¨ªa. El granadino tambi¨¦n ech¨® el resto en la escena final, en la que el bar¨ªtono Domingo, por fin, consigui¨® emular y situarse a la altura ¨Cque no es poco¨C de Pl¨¢cido, el tenor.
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