Hostal Niza
El terrorismo mata a personas pero se hace la ilusi¨®n de que en realidad derriba mitos, s¨ªmbolos o culturas
En la plaza de la estaci¨®n del pueblo de mi padre, en Soria, est¨¢ el Hostal Niza. Ya no se parece al Niza de mi infancia, con sus palillos en el suelo y sus tacos gigantes de bonito en escabeche. Ha perdido su solera de taberna ferroviaria, que es tanto como decir que ha perdido la mugre y se ha adaptado al mucho m¨¢s higi¨¦nico siglo XXI, pero se mantiene como referencia en el centro del pueblo. No s¨¦ en cu¨¢ntos Nizas he estado. Los hay a cientos por toda Espa?a. Bares de carretera, chiringuitos que coquetean con la salmonelosis, marisquer¨ªas venidas a menos, buf¨¦s libres all you can eat, hoteles de variada reputaci¨®n¡ La mayor¨ªa, con tipograf¨ªas desarrollistas y barras de esta?o porque se fundaron en la ¨¦poca en que el turismo era un gran invento y a muchos les pareci¨® que Niza sonaba prometedor y elegante como nombre de caf¨¦.
Como el terrorismo mata a personas pero se hace la ilusi¨®n de que en realidad derriba mitos, s¨ªmbolos o culturas, me pregunto qu¨¦ quer¨ªa destruir ese cami¨®n letal. ?Un sue?o cosmopolita pasado de moda? ?Las dos s¨ªlabas que serv¨ªan para que los turistas pobres se sintiesen en una novela galante y no en un art¨ªculo costumbrista?
Niza es una ciudad italiana que habla franc¨¦s. Hasta hace no tantos a?os, parte de ella, la Vieja Niza, era uno de los ¨²ltimos reductos del provenzal y a¨²n quedaban ancianos que chamullaban la que fue la lengua de la gran poes¨ªa medieval europea. Pero la Vieja Niza es una ciudad aparte, hoy pintoresca y pescadora, que se desentiende de la Niza belle ¨¦poque que todos quieren pasear: la de la Prom¨¦nade des Anglais, claro, pero tambi¨¦n las de las calles del ensanche de finales del siglo XIX, con sus mansiones y sus iglesias ortodoxas, de cuando los nobles rusos que no sab¨ªan qui¨¦n era Lenin pasaban parte del invierno en la ciudad. Es francesa reciente, se la anexion¨® Napole¨®n III en 1860 y antes fue de Piamonte y de Saboya. No ha pasado tanto tiempo como para que el n¨²cleo duro de los nizardos de toda la vida pierda sus apellidos italianos, que dominan los r¨®tulos de los comercios castizos y el callejero: la plaza Massena o las calles Cassini, Tonduti, Gioffredo, Penchiennatti o Barla recuerdan que las fronteras son l¨ªneas imaginarias que siempre se dibujan con l¨¢piz, para que la goma de la historia las pueda borrar.
Ese cami¨®n, que mata personas y no ideas, cre¨ªa atropellar tambi¨¦n a los parroquianos del hostal Niza del pueblo de mi padre
Pero esa parte de Niza se retuerce junto al puerto y casi da la espalda al mar. La Niza que se abre al Mediterr¨¢neo y se tumba en la largu¨ªsima Prom¨¦nade es la que contiene una idea de la grandeur no del todo muerta. Ah¨ª est¨¢ la Francia que quer¨ªa ser mundo, la que consideraba su idioma lengua universal de la civilizaci¨®n, en la ¨¦poca en que ser moderno, dem¨®crata y persona de bien era, por fuerza, ser afrancesado. A eso iban los nobles rusos all¨ª, a limpiarse la pelusa cosaca con el agua de la playa y a presumir de buen franc¨¦s. Esa es la Niza que inspir¨® a los hosteleros espa?oles.
Los terroristas matan personas pero se convencen de que matan s¨ªmbolos. Tal vez porque si se contemplasen como los simples asesinos que son, no se soportar¨ªan ni tendr¨ªan ¨¢nimos para matar. Niza, donde los viejos escup¨ªan en provenzal huesos de aceituna a los pies de las damas rusas con parasol, lleg¨® a ser esa Europa de vacaciones permanentes, y quien pasea por la Prom a¨²n lo percibe. Por eso ese cami¨®n, que mataba personas y no ideas, cre¨ªa atropellar tambi¨¦n a los parroquianos del hostal Niza del pueblo de mi padre y de todos los bares y tascas Niza que hay en Espa?a y en el mundo y que a¨²n conservan, en sus ensaladillas rusas y en sus ofertas en jarras de sangr¨ªa, el candor de un continente que ya no sabe qu¨¦ pensar de s¨ª mismo.
Si queremos que los b¨¢rbaros sientan su propia brutalidad y su culpa, hay que volver a los hostales Niza. Hay que pedir en ellos aceitunas y verm¨² como si fu¨¦ramos rusos blancos exiliados pidiendo martinis en la Prom. Lo hacemos porque la iconoclastia est¨¢ en el hostal Niza, con su farsa ferroviaria y proletaria del gran mundo de la Costa Azul. Los hostales Niza ya se han burlado y han tumbado el s¨ªmbolo. Los terroristas son solo asesinos que no merecen ese privilegio.
Sergio del Molino es escritor.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.