Esto es lo que aprend¨ª despu¨¦s de jugar 24 horas a Pok¨¦mon Go
?Estaremos todos en el mismo mundo Pok¨¦mon? ?Se liga con la app? Estas son las conclusiones despu¨¦s de pasar el d¨ªa recorriendo Madrid cazando Pok¨¦mon
Dicen que cuando algo es gratis, t¨² eres la mercanc¨ªa y de lo primero que te avisa Pok¨¦mon Go tras descargartelo es que, va acceder a la c¨¢mara, la ubicaci¨®n y el correo. Pero eso no nos importa porque ya se nos ha ido la cabeza con esta aplicaci¨®n que te hace recorrer las calles mirando la pantalla del m¨®vil, (aunque de todos modos si no miramos Pok¨¦mon Go, miraremos Instagram). Eso s¨ª, no voy a negar que la aplicaci¨®n me tiene envuelto en un aura desde primeras horas de la ma?ana.
Emoci¨®n. Aparece mi primer Pok¨¦mon: un Rattata cerca de m¨ª. Pulso sobre el icono del bicho y salta desde los arbustos de la calle en la que paseo a mi perro. La c¨¢mara se activa y ah¨ª est¨¢, invadiendo mi realidad. Me siento como dentro de una escena eliminada de ?Qui¨¦n enga?¨® a Roger Rabbit? con ese mu?eco de dibujos animados. Comienzo a agitar el dedo sobre la pantalla. Lanzo la Pok¨¦ Ball y fallo. Vuelvo a lanzar y ?oh, no!, fallo. El Rattata debe de estar parti¨¦ndose de risa. Muevo el tel¨¦fono y el bicho se queda m¨¢s o menos en el mismo sitio, dando saltitos y provoc¨¢ndome para que lo haga de nuevo mal.
En el lado superior derecho de la pantalla hay una pesta?a que responde ante las siglas de RA. Se trata de la famosa realidad aumentada, ya saben, el Santo Grial de nuestra era. Ahora im¨¢ginense en el medievo enfocando con un supuesto tel¨¦fono a una condenada para saber si es o no una bruja. Estoy seguro de que habr¨ªa habido una aplicaci¨®n para ello.
Tras lanzar un par de Pok¨¦ Balls, atrapo al dichoso Rattata y lo a?ado a mi Pok¨¦dex. La aplicaci¨®n se bloquea tras un rato paseando bajo el sol de medio d¨ªa, y a mi alrededor solo est¨¢n los ojos at¨®nitos de los transe¨²ntes que me contemplan con cara de p¨®ker(mon). Arranco de nuevo y me dirijo al centro comercial que hay cerca de mi casa, resulta que el la app es ?un gimnasio!.
Lamentablemente cuando llego, pulso sobre el icono y aparece el simp¨¢tico profesor Oak, bien cachas, y me anuncia que tengo que alcanzar el nivel 5 para entrar a pelear, de modo que hasta dentro de un tiempo (dependiendo de mi enganche) no habr¨¢ opci¨®n de combatir, por lo que el ambiente se torna de nuevo pac¨ªfico. (Esto hace que me pique todav¨ªa m¨¢s el gusanillo). Contin¨²o caminando por la calle y recorriendo las fuentes, estaciones de tren y monumentos. Mi ¨²nico cometido es no perder el ansia de cazarlos a todos y seguir el instinto Pok¨¦mon.
Ya es por la tarde, voy por el metro cazando Zubats y Ekans (murci¨¦lagos y serpientes Pok¨¦mon), veo como en los lugares oscuros aparecen Pok¨¦mon de cueva. A las afueras, solo de campo y alg¨²n que otro Meowth (el Pok¨¦mon que parece un gato) y que el centro de la capital est¨¢ invadido por Pok¨¦mon p¨¢jaro y Mankeys. Algo que me llama la atenci¨®n. Puede que la compa?¨ªa nipona piense que en Espa?a somos algo chimpanc¨¦s y ante los problemas (escuchad nuestro lema), ahuecamos el ala.
El d¨ªa va llegando a su fin cuando llego a la plaza de Sol, punto de encuentro por antonomasia, y veo tanta gente con las miradas fijas en sus tel¨¦fonos que no puedo evitar pensar que todos estamos en el mismo mundo Pok¨¦mon. Parece buena idea subir hasta el Templo de Debod y con la excusa de que es una Pok¨¦parada, contemplar el atardecer (por supuesto, a trav¨¦s de la pantalla) y ver qu¨¦ capturo por all¨ª. Justo despu¨¦s, me pongo delante de una chica para tratar de cazar a otro. Ha sido divertido. Ella tambi¨¦n lo estaba haciendo. ?Se ligar¨¢ con esto, verdad?.
Con este nuevo tipo de aplicaci¨®n me he llevado un par de cosas, (adem¨¢s de lo de filtrear gracias a las Pok¨¦ Balls), que tengo nostalgia de mi Game Boy Color; que mucha gente juega a Pok¨¦mon Go, much¨ªsima, y que adem¨¢s, no son frikis ni Amos del Calabozo, sino chicas y chicos con aspecto de no ser devotos de engancharse a ning¨²n juego. Nintendo ya sab¨ªa esto. Sab¨ªa que su realidad aumentada nos iba a tener a todos comiendo de la mano.
Nintendo ya sab¨ªa que su realidad aumentada nos iba a tener a todos comiendo de la mano
Todos estamos jugando a Pok¨¦mon Go porque su formato es novedoso. Aunque quiz¨¢s, los que nos criamos con la primera generaci¨®n de Pok¨¦mon perdamos el inter¨¦s al cabo de un par de semanas por la cantidad desorbitada de bichos absurdos que hay ahora. Y probablemente, en un futuro inmediato, salvo los grupos que se organicen en equipos y se sientan el ¡®Team Rocket¡¯, Pok¨¦mon Go quedar¨¢ simplemente para hacernos fotos con los Pok¨¦mon mientras tomamos unas ca?as.
Despu¨¦s de todo el d¨ªa con el m¨®vil pegado a la mano, tambi¨¦n me he dado cuenta de que la dichosa aplicaci¨®n chupa una cantidad indecente de datos. Casi me echo a llorar cuando el Pok¨¦mon Gyarados me muestra el estado de la barra de carga. Ahora mismo me pregunto si compensa tanta nostalgia. Aunque bueno, ya se empieza a bromear con que Carmena, la alcaldesa de la Comunidad de Madrid, quiere poner un autob¨²s exclusivo para recorrer las Pokeparadas. Asombroso. Porque queridos aficionados a Pokemon Go, ahora surgir¨¢ la moda en la que reunirte con los amigos ya no ser¨¢ quedar, sino Pokedadas. No ser¨¢ echarse unas risas, sino echar un torneo, y las zonas emblem¨¢ticas de tu ciudad no tendr¨¢ fama de ser culturales, sino de ser Gimnasios Pok¨¦mon.
Conclusi¨®n: si algo he aprendido capturando Pok¨¦mon durante mis horas diurnas y nocturnas es que, a todos nos mueve sentirnos ni?os otra vez. Por eso, quiz¨¢s, los entrenadores Pok¨¦mon siempre eran ni?os. Por eso los adultos (El Team Rocket), nunca venc¨ªan. Por eso Nintendo puede convertir al mundo entero en un patio de recreo. Porque en el fondo, seguimos queriendo hacernos con todo.
Ya he agotado todas mis bater¨ªas externas e internas. El pokemon me avisa que es hora de dormir.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.