La otra isla de Gerald Durrell
LA INMENSA mayor¨ªa de los ni?os se conformar¨ªan con visitar un zoo de vez en cuando. En el caso de Gerald Durrell (Jamshedpur, India, 1925 - Saint-Helier, Jersey, 1995), tuvo claro desde su infancia que quer¨ªa poseer uno, incluso vivir en ¨¦l. El autor de Mi familia y otros animales, un relato sobre su ni?ez en la isla griega de Corf¨² antes de la II Guerra Mundial que ha vendido millones de ejemplares en todo el mundo, mont¨® su primer zool¨®gico en el jard¨ªn trasero de la casa de su hermana en Bournemouth, al sur de Inglaterra. La ubicaci¨®n no resultaba muy apropiada para los animales ni, sobre todo, para su hermana. Lo solucion¨® en 1959. Compr¨® para sus animales una antigua hacienda en la isla de Jersey, situada en el canal de la Mancha frente a las costas de Francia. Desde el principio pretend¨ªa que fuera algo m¨¢s que un zoo; su idea era que se convirtiese en un centro pionero de reproducci¨®n en cautividad. Seis d¨¦cadas despu¨¦s, ese parque sigue existiendo bajo el nombre de Durrell Wildlife Conservation Trust y ha logrado salvar especies tan raras como la paloma rosa de las islas Mauricio.
pulsa en la fotoLee Durrell, segunda esposa del escritor, en la puerta de la mansi¨®n donde est¨¢ el zoo, en la isla de Jersey.Vanessa Montero
Pese a ser considerado un instituto puntero, dos problemas sobrevuelan esta instituci¨®n: el descenso de visitantes que padece toda la isla desde que el turismo masivo se desplaz¨® al sol del Mediterr¨¢neo con el boom de los vuelos baratos y el creciente debate en torno a qu¨¦ sentido tienen los zoos en una ¨¦poca en la que existen muchas posibilidades de contemplar animales sin necesidad de mantenerlos enjaulados. Los zoos se hicieron populares en los siglos XVIII y XIX en un momento en el que los animales ex¨®ticos eran tan fascinantes como dif¨ªciles de ver. El zoo del jard¨ªn bot¨¢nico de Par¨ªs se inaugur¨® en 1793, con el traslado de la colecci¨®n real desde Versalles durante la Revoluci¨®n Francesa, y sigue abierto (pese a que sufri¨® una notable merma en 1871 cuando, durante el asedio que sufri¨® la ciudad en la Comuna, los parisienses se comieron a todos sus inquilinos). El de Regent¡¯s Park, en Londres, fue inaugurado en 1828 y en 1847 comenz¨® a cobrar a los visitantes; esto es, a convertirse en un negocio.
¡°Vamos a necesitar los zoos para salvar muchas especies¡±, replica a los cr¨ªticos Lee Durrell, la viuda del naturalista y directora honor¨ªfica de la fundaci¨®n, en la casa que compartieron, una mansi¨®n alrededor de la que se fue construyendo y ampliando el parque, entre ¨¢rboles centenarios, humedales y praderas de hierba rabiosamente verdes. ¡°Creo que es un poco hip¨®crita decir que algunos animales, como los grandes simios, no pueden vivir en cautividad y no preocuparse por algunas especies de loros, por ejemplo, que son muy inteligentes. Algunos zoos son terribles, pero otros son imprescindibles para conservar especies y para la reproducci¨®n en cautividad¡±.
Lee y Gerald Durrell se conocieron en 1977 en la Universidad de Duke (EE UU), cuando ¨¦l era ya un famoso escritor y naturalista de 52 a?os en proceso de separaci¨®n, y ella, una estudiante estadounidense de 24 que preparaba su tesis despu¨¦s de pasar una temporada en Madagascar como investigadora, y que se hab¨ªa enamorado del personaje, antes de conocerle, a trav¨¦s de sus libros. La conversaci¨®n tiene lugar en el acogedor, aunque un poco destartalado, sal¨®n de la segunda planta de la mansi¨®n, llena de recuerdos familiares, desde figuras de animales hasta una primera edici¨®n, dedicada a su madre, de ¡®Justine¡¯,?el primer tomo del Cuarteto de Alejandr¨ªa,?la obra maestra de su hermano, Lawrence Durrell, uno de los grandes personajes de Mi familia y otros animales?(y uno de los cl¨¢sicos de la narrativa del siglo XX).
¡°Los dos hermanos siempre se llevaron muy bien, nunca existi¨® esa rivalidad de la que se ha hablado a veces, de hecho le visit¨¢bamos a menudo en Francia¡±, explica Lee Durrell, quien, sin embargo, reconoce que Gerald se tom¨® una cuantas licencias para enriquecer el relato. En el libro, la madre, viuda, agobiada por las deudas y el clima brit¨¢nico, se traslada a Corf¨² con sus cuatro hijos, tres chicos y una chica, de los que Lawrence, el impertinente y deslenguado Larry del libro, es el mayor. El tipo de relaci¨®n que establece con su madre est¨¢ resumido en un cuento titulado Un novio para mam¨¢?(Alianza Editorial). En ¨¦l, el futuro escritor decide que no pueden ser unos ni?os normales mientras su madre no encuentre una nueva pareja. ¡°?C¨®mo podemos tus hijos desarrollar un sano complejo de Edipo sin un padre al que odiar? ?C¨®mo puede Margot odiarte bien si no tiene un padre del que enamorarse? Est¨¢s haciendo que nos convirtamos en monstruos de depravaci¨®n. ?Como madre, tienes el deber de volverte a casar!¡±, le espeta Larry a su progenitora en este relato, que en cierta medida es un resumen de toda la novela. La decepci¨®n llega cuando Lee Durrell confiesa que en los a?os de Corf¨², el escritor ya estaba casado y no viv¨ªa con ellos en la misma casa, aunque s¨ª en otra villa de la isla. ¡°Tal vez exager¨® algunas historias, pero b¨¢sicamente todo es verdad y, desde luego, los personajes eran tal y como los describe¡±, asegura.
En la primera foto, una caja de cerillas con un escorpi¨®n dorado. En la segunda, la primera copia de 'Mi familia y otros animales'. /?V. M
El animal que mejor encarna su legado ya no existe: se trata del dodo, el s¨ªmbolo de la fundaci¨®n Durrell, presente en todos los rincones del parque, cuya imagen m¨¢s conocida es la de las ilustraciones de Alicia en el Pa¨ªs de las Maravillas.?Solo se conservan en el mundo cuatro esqueletos completos de esta ave que no pod¨ªa volar y que se encontraron los primeros europeos que alcanzaron las islas Mauricio en el siglo XVII. Uno de ellos est¨¢ en una vitrina, justo en la entrada, y es lo primero que ve el visitante. Su importancia radica en que fue el primer animal que el hombre moderno extingui¨® ¨Cb¨¢sicamente, lo mataron a palos por diversi¨®n porque no tem¨ªa a los humanos¨C. El dodo marca un antes y un despu¨¦s en nuestra relaci¨®n con la naturaleza porque nos demostr¨® que cuando muere el ¨²ltimo ejemplar de una especie, esta desaparece ¨Cpuede parecer una obviedad, pero no lo es: hasta el dodo, se daba por hecho que siempre hab¨ªa m¨¢s animales en alg¨²n lado por muchos que se matasen¨C.
Como relata en su libro El arca inm¨®vil,?Gerald Durrell tuvo claro que su objetivo no era fundar un zoo, sino algo mucho m¨¢s complejo. ¡°Mi idea era ayudar a su conservaci¨®n. En todo el mundo, muchas especies est¨¢n siendo exterminadas o reducidas brutalmente en su n¨²mero ante el avance de la civilizaci¨®n¡±, escribi¨® en el libro, que, no obstante, es tronchante como todos los suyos. En eso, como en tantas otras cosas ¨Cpor ejemplo, la utilizaci¨®n de los medios de comunicaci¨®n de masas como naturalista¨C, Durrell fue un adelantado a su tiempo. La periodista estadounidense Elizabeth Kolbert gan¨® el Pulitzer hace dos a?os con el libro La sexta extinci¨®n?(Cr¨ªtica), cuya tesis es que nos enfrentamos a una desaparici¨®n masiva de especies a causa de la intervenci¨®n humana que puede tener efectos sobre nuestra propia supervivencia. Durrell sinti¨® que algo as¨ª pod¨ªa ocurrir y esta idea sobrevuela muchas de sus obras, como Filetes de lenguado, donde relata sus aventuras en busca de animales para su zoo (hasta bien entrado el siglo XX, era f¨¢cil y legal capturar o comprar animales ex¨®ticos, sobre todo cuando eran raros, amenazados y poco deseados por otros parques) o para rodar documentales.
Salvo algunas excepciones, el zoo de Jersey solo alberga especies en peligro de extinci¨®n. Los animales disponen de espacios muy amplios, y algunos, como los tamarinos (unos peque?os primates de Am¨¦rica), habitan un bosque en semilibertad. Uno de los reproches recurrentes que los naturalistas dirigen a los zoos no es solo que mantengan a los animales en cautividad, sino que lo hagan para mero disfrute de los visitantes, sin otro objetivo cient¨ªfico. Un informe sobre los zoos de la UE de la Born Free Foundation, una sociedad brit¨¢nica dedicada a investigar la situaci¨®n de los animales en cautividad, conclu¨ªa que solo el 0,23% de los animales enjaulados en Europa est¨¢n extintos en la naturaleza, el 3,53% est¨¢ en grave peligro de extinci¨®n y el 6,28% en peligro. Las estad¨ªsticas en el zoo de Durrell son completamente diferentes: el 90% de sus criaturas est¨¢n en peligro.
Los murci¨¦lagos de Rodrigues y de Livingstone campan a sus anchas en un gran recinto. Aunque son inofensivos para el hombre ¨Cse alimentan de frutas y son muy d¨®ciles¨C, cuando despliegan sus enormes alas negras resultan bastante inquietantes. Estos animales llegaron a Jersey hace 24 a?os. De los murci¨¦lagos de Living?stone sobreviven 62 ejemplares en cautividad en tres parques y un millar en las Comoras, cerca de Madagascar. ¡°El esfuerzo m¨¢s importante no est¨¢ aqu¨ª, sino sobre el terreno, donde mantenemos un proyecto que ayuda a los habitantes de la isla a promover un desarrollo sostenible, que es la ¨²nica forma de conservar el h¨¢bitat de estos animales¡±, asegura la naturalista Gale Glendewar, que lleva 14 a?os en la fundaci¨®n. El Durrell Wildlife Conservation Trust mantiene proyectos en 18 pa¨ªses y en algunos casos, como el del cerdo pigmeo de India, ni siquiera tiene ejemplares en Jersey. En sus 60 a?os de existencia, numerosas especies han sido reintroducidas en la naturaleza, como el del tamarino le¨®n dorado, la paloma rosa de Mauricio, los murci¨¦lagos de Rodrigues, los ibis calvos de Marruecos o criaturas de la fauna local de Jersey.
En el zoo de Durrell tambi¨¦n viven grandes primates, gorilas y orangutanes, los animales que mayores protestas han provocado por parte de las asociaciones ecologistas, que han llegado a plantear (y ganar, en el caso de un tribunal de Buenos Aires) demandas para que sean considerados personas no humanas con derechos; entre ellos, el de no sufrir cautividad. Sin embargo, el parque de Jersey protagoniz¨® una de las im¨¢genes m¨¢s importantes en la percepci¨®n positiva de estos simios. En 1986, un ni?o cay¨® en el recinto de los gorilas y Jambo,?el macho dominante entonces, protegi¨® al peque?o del resto del grupo. Alguien lo grab¨® en v¨ªdeo y ha sido visto millones de veces en YouTube. Treinta a?os despu¨¦s, otro ni?o volvi¨® a precipitarse en el recinto de los gorilas, esta vez en Cincinnati, y los cuidadores tuvieron que abatir al macho de espalda plateada. La muerte de este simio, Harambe, ha renovado la pol¨¦mica sobre los zoos.
Los encargados de los grandes simios en la fundaci¨®n Durrell ven la cautividad como una garant¨ªa de que no les ocurrir¨¢ lo mismo que al dodo. ¡°Son como mi familia, paso m¨¢s tiempo con ellos que con la m¨ªa¡±, asegura Chris Davis, uno de los encargados de los gorilas. ¡°Tienen que confiar en ti para que puedas trabajar con ellos. Solo as¨ª puedes conseguir que, por ejemplo, tengan tratamiento m¨¦dico sin anestesiarles¡±, prosigue, mientras, al fondo, Bodongo,?el macho dominante, realiza un despliegue de fuerza ante el resto de los gorilas. Gordon Hunt, encargado de mam¨ªferos, se ocupa hoy de los orangutanes y en una charla a los visitantes insiste en que la deforestaci¨®n en Indonesia, por la presi¨®n para producir aceite de palma, pone a esta especie en peligro de desaparici¨®n.
El primer gorila que lleg¨® al zoo de Jersey fue en los a?os sesenta a trav¨¦s de un traficante de animales: Durrell viaj¨® hasta Londres, pact¨® un precio y regres¨® con el animal. Hoy, afortunadamente, ese tipo de transacciones son imposibles, aunque la vigilancia internacional no ha logrado frenar la paulatina desaparici¨®n de numerosas especies. Durrell nos ha legado maravillosas historias de animales, y no s¨®lo de criaturas en peligro de extinci¨®n (es dif¨ªcil olvidar a bichos como aquella cerda trufera perfumada llamada Esmeralda que se encontr¨® en Francia). Pero, sobre todo, a trav¨¦s de su zoo, nos ha dejado una profunda sensaci¨®n de fragilidad, de que la naturaleza es m¨¢s ef¨ªmera de lo que pensamos. Ahora es el propio parque el que se encuentra en peligro. Pese a que en una ma?ana laboral de junio parece muy animado, hay un claro descenso en la venta de entradas: en 10 a?os han pasado de 380.000 a 180.000, y el diario local, Jersey Evening Post, se preguntaba hace poco si se ver¨ªa forzado a cerrar. Con 180 empleados y ocho millones de libras de presupuesto, Lee Durrell cree que la situaci¨®n es preocupante, pero no dram¨¢tica, que el sue?o de aquel ni?o que recorr¨ªa Corf¨² en busca de animales tiene futuro. La gran duda es si muchas de las especies que alberga lo tienen en la naturaleza.
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