Transg¨¦nicos: el debate no era ¨¦se
El cultivo de transg¨¦nicos genera ecosistemas con menos diversidad y empobrece a los campesinos
Los transg¨¦nicos son noticia de forma reiterada en los ¨²ltimos a?os. Aparecen en las filtraciones de Wikileaks, en 2010, y en el manifiesto de 100 premios nobeles; el Gobierno lanza proclamas en su favor, surgen dudas sobre las limitadas evidencias de su carcinogenia y una revisi¨®n de trabajos cient¨ªficos confirma su inocuidad. Es un debate, en cualquier caso, con potente calado pol¨ªtico que se ha difundido a la ciencia, a tenor de las pol¨¦micas desatadas.
El debate pol¨ªtico lo inici¨® el movimiento ecologista poniendo el foco en la seguridad de los alimentos (food safety), lo que, de acuerdo con mi experiencia tanto en la actividad cient¨ªfica, como en la cooperaci¨®n internacional y el activismo ecologista, constituye un "pecado original" que todav¨ªa no se ha superado. Aunque la precauci¨®n ante las nuevas tecnolog¨ªas es una actitud razonable, ha sido un error enrocarse en esos argumentos cuando las evidencias contrarias se han ido acumulando. ?Significa ¨¦sto que el movimiento ecologista deber¨ªa desistir en su oposici¨®n anti-transg¨¦nicos? En absoluto. Sin embargo, s¨ª conviene una redefinici¨®n de la estrategia argumental para combatirlos, no s¨®lo por una cuesti¨®n de mero ecologismo, sino por el bien del movimiento campesino global.
Para el ecologismo, los transg¨¦nicos son una amenaza para la biodiversidad. Mayoritariamente, los de las grandes corporaciones se utilizan junto con herbicidas generalistas. As¨ª logran exterminar cualquier planta que no sea la modificada, la que ellos cultivan, creando sistemas agr¨ªcolas menos biodiversos e incapaces de mantener insectos u otras especies que se alimenten de ellos, como son muchas de las aves esteparias amenazadas en Espa?a (alondras, avutardas).
Para el ecologismo y el campesinado, la disminuci¨®n de variedades agr¨ªcolas es m¨¢s cr¨ªtica a escala global, pues implica una p¨¦rdida de resiliencia (capacidad de recuperarse de crisis) cr¨ªtica en un contexto de cambio generalizado. Crear semillas gen¨¦ticamente alteradas implica tecnolog¨ªa y costes millonarios, as¨ª que las corporaciones que las produzcan invertir¨¢n solo en una variedad por producto agr¨ªcola (s¨®lo un tipo de ma¨ªz, s¨®lo un tipo de trigo, etc.). Rentabilidad. Ello implica perder toda ventaja de las variedades locales de adaptaci¨®n al clima, suelo o plagas de un lugar dado, compensable s¨®lo con m¨¢s pesticidas y fertilizantes, que son perjudiciales para el medio ambiente y adem¨¢s muy caros. Las consecuencias se ven en la aplicaci¨®n del Tratado de Libre Comercio (TLC) norteamericano: el ma¨ªz subvencionado de EEUU desplaz¨® la producci¨®n aut¨®ctona mexicana, aument¨® los costes ambientales y amenaz¨® variedades del centro mundial de diversidad de ma¨ªz.
Un argumento m¨¢s cr¨ªtico en sociedades con escasa conciencia ambiental como las nuestras es el de soberan¨ªa alimentaria (food sovereignity). Como los transg¨¦nicos son siempre desarrollados por megacorporaciones, los campesinos pierden control sobre los medios de producci¨®n y terminan abocados al empobrecimiento, al estar sujetos a los vaivenes del mercado para adquirir bienes de subsistencia. Puede significar per¨ªodos de bonanza, pero tambi¨¦n de malnutrici¨®n, pobreza e inmigraci¨®n a m¨ªseros arrabales. S¨®lo los m¨¢s ricos sobreviven.
Falta reflexionar sobre el sistema alimentario mundial. Se sabe perfectamente que solucionar el hambre no es una cuesti¨®n de tecnolog¨ªa ¡ªpues hay alimentos de sobra¡ª sino de pobreza. Por otra parte, la mayor¨ªa de los cultivos (incluyendo transg¨¦nicos) alimentan ganado, y el consumo de carne desatado crea obesidad y tal vez c¨¢ncer. Dedicamos absurdamente algunas de las mejores tierras de cultivo a alimentaci¨®n no humana, con tremendos impactos ambientales y conflictos por el agua, s¨®lo para satisfacer una enloquecida demanda que, encima, provoca problemas de salud p¨²blica, empe?ados en producir m¨¢s y de peor calidad, no menos y mejor.
Por otro lado, mundialmente se camina hacia el abandono de la ganader¨ªa extensiva, pese a su calidad nutricional elevada y alto valor econ¨®mico (como el jam¨®n de bellota, pero tambi¨¦n leche u otras carnes). Esa modalidad no s¨®lo es deseable porque reduce las carencias de campesinos, sino que tambi¨¦n provee de funciones ecol¨®gicas esenciales. En pa¨ªses desarrollados donde dicho abandono es m¨¢s avanzado, ya hay una crisis de biodiversidad asociada y un aumento de los incendios. Aun as¨ª contin¨²an las pol¨ªticas desfavorables, como la reciente aplicaci¨®n de la Pol¨ªtica Agr¨ªcola Com¨²n de la Uni¨®n Europea (PAC) que ignora en Espa?a los pastos le?osos o las barreras a la movilidad pastoril y al uso de pastos comunales en pa¨ªses en desarrollo.
Debe plantearse una caracterizaci¨®n separada de las ganader¨ªas industrial y extensiva, indistinguibles actualmente en estad¨ªsticas nacionales o de la FAO. Conviene desde un punto de vista de la salud p¨²blica, soberan¨ªa alimentaria, desarrollo rural o mantenimiento de la biodiversidad, pero tambi¨¦n por econom¨ªa nacional: para pa¨ªses importadores de hidrocarburos, reducir la dependencia agr¨ªcola de combustibles, fertilizantes o pesticidas significa ahorrar muchas divisas por petr¨®leo que no ser¨ªa importado. Para pa¨ªses con compromisos de reducci¨®n de Efecto invernadero supondr¨ªa no comprar costosos derechos de emisi¨®n como hizo Espa?a en los ¨²ltimos a?os.
Pablo Manzano Baena es doctor en Ecolog¨ªa, miembro de la Comisi¨®n para el Manejo de los Ecosistemas de la Uni¨®n Internacional para la Conservaci¨®n de la Naturaleza, y ha trabajado para la FAO.
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