De c¨®mo una ciudad se transforma en festival de m¨²sica
El Heineken Jazzaldia, de San Sebasti¨¢n, un ejemplo integrador de la m¨²sica en el ADN de una poblaci¨®n
Gorka est¨¢ jugando al f¨²tbol en la playa con Lucas. Se les suma Anton, un chico alem¨¢n con una gran zancada. Sus padres est¨¢n unos metros m¨¢s all¨¢, bailando, con un cubo lleno de hielos de cervezas Heineken a los pies, hincado en la arena de la playa. Desde el escenario Gloria Gaynor se bambolea al irresistible ritmo de Last dance. Todos sonr¨ªen. Este es el ambiente (o uno de ellos) del Heineken Jazzaldia, un festival grabado en el ADN de los donostiarras, una concentraci¨®n musical que es m¨¢s un orgullo. Aqu¨ª, en San Sebasti¨¢n, del 20 al 25 de julio no se celebra un evento musical, se vive la m¨²sica totalmente integrada en la ciudad.
Seguramente usted ha asistido a algunos festivales. Ya sabe: colocan el escenario en un lugar concreto de la urbe (normalmente a las afueras), donde se tarda una vida en llegar, luego debe pasar por media docena de controles y ya por fin se encuentra enfrente de un escenario, probablemente con la desagradable noticia de que los aseos se encuentran a 20 minutos de donde usted se ha colocado. Nade de eso ocurre en el Heineken Jazzaldia, que este a?o llega a su edici¨®n 51. La ciudad abraza calurosamente a la m¨²sica. Paseas por el casco antiguo y en cada rinc¨®n, en cada plaza, alguien toca una trompeta o un piano. Y un aviso para los al¨¦rgicos a los purismos: suena mucho m¨¢s que jazz. Pop, blues, m¨²sica disco, folk... todo tiene cabida.
?Volvemos al cartel de este a?o? El concierto de Gloria Gaynor, en el escenario Verde Heineken, convirti¨® la playa de Zurriola en una pista de baile. Solo falt¨® una inmensa bola de espejos que colgara desde el cielo. La cantante de Nueva Jersey, a sus 66 a?os, demostr¨® tener todav¨ªa una voz potente. Se dosific¨®, dej¨® espaci¨® para que sus coristas tuvieran protagonismo con la voz principal, y acab¨® con un celebrado I will survive, al que, en un requiebro inesperado, a?adi¨® alguna estrofa en castellano. Entonces se convirti¨® en Sobrevivir¨¦, y todos temimos la irrupci¨®n en el escenario de M¨®nica Naranjo. Afortunadamente, no fue as¨ª.
Unos metros m¨¢s all¨¢, en el Heineken Terraza, el guitarrista estadounidense Marc Ribot ofreci¨® un espect¨¢culo apabullante. Siempre experimental y valiente, Ribot recre¨® el sonido soul de Filadelfia (la cosa, ya ven, iba de reivindicar el baile de los setenta) con sus The Young Philadelphians, que inclu¨ªan violines. Sentado, con la cabellera canosa alborotada y las gafas desliz¨¢ndose por su nariz, Ribot lanz¨® trallazos desde su guitarra a los que era imposible quedarse quieto. Lo m¨¢s audaz del concierto fue que esta propuesta es capaz de hacer a la gente bailar desde un postulado intelectual. Ribot es un pedazo de genio, y lo volvi¨® a demostrar en Jazzaldia. La jornada del jueves se cerr¨® con el m¨²sico estadounidense de rhythm & blues John Nemeth, seguramente el mejor armonicista que va a pasar este a?o por el festival... y el peor vestido. Su mono de colores era una mezcla imposible del que llev¨® Sara Carbonero en la presentaci¨®n de su nuevo programa y del que se pon¨ªa el estramb¨®tico King ?frica cuanto cantaba aquello de "bommmmba". Estilismos aparte, el concierto de Nemeth fue divertido.
El viernes 22 acudimos al Kursaal para confirma que cuando se juntan el pianista Brad Mehldau y el guitarrista John Scofield aquello rezuma vanguardismo. Su concierto es una sobredosis de virtuosismo s¨®lo recomendado para est¨®magos resistentes. Estaba lleno el Kursaal y la gente lo escuch¨® embelesada.
Pero el momento m¨¢s m¨¢gico del viernes fue la actuaci¨®n en la bell¨ªsima Plaza de la Trinidad del legendario m¨²sico de Nueva Orleans Ellis Marsalis. Con 81 a?os, lleg¨® apoyado en su grueso bast¨®n, se sent¨® en al piano y comenz¨® a extraer notas y melod¨ªas tan aut¨¦nticas que si cerrabas los ojos te sent¨ªas en un garito de Nueva Orleans. Luego, empezaba a lloviznar y recordabas d¨®nde estabas. Fue un concierto de jazz cl¨¢sico desbordante. Al final del espect¨¢culo, el director del festival, Miguel Mart¨ªn, sali¨® al escenario con el hijo de Ellis, el tambi¨¦n m¨²sico Bradford, para entregarle el premio a Ellis por toda su carrera. Luego se produjo uno de los momentos del festival: una emocionante pieza interpretada por padre e hijo. La imagen de Bradford agarrando a su padre por la espalda y bajando juntos del escenario fue emocionante.
Y el festival contin¨²a, con toda la ciudad volcada, gracias a iniciativas como Live Your Music, de Heineken, donde decoran escaparates de tiendas, y se suman a la ya espl¨¦ndida oferta gastron¨®mica de San Sebasti¨¢n.
As¨ª es este festival: tan integrado en la ciudad que deber¨ªa quedarse as¨ª durante todo el a?o. Aunque lloviese un poco...
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