La venganza de las especies invasoras
LOS EVERGLADES ocupan m¨¢s de 3.800 kil¨®metros cuadrados de manglares, zonas pantanosas de agua dulce, praderas costeras, pinos y cipreses en la bah¨ªa de Florida. En este parque nacional al sureste de Estados Unidos, el agua se esconde a menudo bajo la vegetaci¨®n. El terreno parece firme, pero las vallas circundantes advierten a los conductores de su llegada a un universo de pantanos. Ah¨ª se ocultan los caimanes, responsables de la muerte de 33 personas en los ¨²ltimos 16 a?os.
Salvo el herpet¨®logo Kenneth L. Krysko, nadie pod¨ªa imaginar que un enemigo todav¨ªa m¨¢s poderoso acabar¨ªa rondando estas latitudes: el cocodrilo del Nilo puede alcanzar hasta seis metros de longitud y su reputaci¨®n de asesino supera a la de los caimanes. En cuatro a?os, ha liquidado a 123 personas en el ?frica subsahariana. Krysko trabaja en el Museo de Historia Natural de Florida, donde ha determinado gracias al ADN que tres ejemplares juveniles de cocodrilos de los que se ten¨ªa constancia en los Everglades desde 2009 coinciden con el gran depredador africano. El investigador no descarta que haya m¨¢s de ellos movi¨¦ndose a sus anchas por estos pantanos. Pero resulta altamente improbable que los turistas que visitan estos r¨ªos de hierba vayan a ser atacados por cocodrilos africanos.
LOS SAPOS MARINOS SE REINTRODUJERON EN AUSTRALIA PARA ACABAR CON UNA ESPECIE DE ESCARABAJO. HOY CONSTITUYEN UNA PLAGA DE MILLONES DE EJEMPLARES.
Sostiene Krysko que los tres ejemplares objeto de su an¨¢lisis estaban relacionados gen¨¦ticamente y no guardaban conexi¨®n con el ADN de los cocodrilos del Nilo confinados en zool¨®gicos. Este cient¨ªfico apunta al comercio de mascotas ex¨®ticas. ¡°Se trata del mayor causante de la introducci¨®n de anfibios y reptiles ex¨®ticos en Florida. Este es el lugar del mundo donde m¨¢s se sufre este problema. A casi todo el mundo se le ha escapado una de estas mascotas, y seguramente muchos liberan animales cuando llega el momento en que no pueden hacerse cargo de ellos. Tambi¨¦n lo hacen con la esperanza de que procreen para poderlos explotar econ¨®micamente¡±.
A pesar de la sensaci¨®n de estar ante un enclave impenetrable, hasta los Everglades han llegado peces ex¨®ticos como el oscar, proveniente de Am¨¦rica del Sur, los c¨ªclidos maya de Am¨¦rica Central o la tilapia azul africana. Entre las dos especies invasoras que han adquirido m¨¢s notoriedad en la zona est¨¢n las pitones subsaharianas y las de Birmania. ?Capaces de matar? ¡°Definitivamente. Aunque hasta donde yo s¨¦, nadie ha muerto por el ataque de una pit¨®n salvaje reintroducida. S¨ª conozco historias de personas que han sucumbido por agresiones de estas serpientes mantenidas en cautividad. Hace unos pocos a?os, aqu¨ª en Florida, una pit¨®n birmana escap¨® de su celda y estrangul¨® a un beb¨¦ en su cuna. En Canad¨¢, una pit¨®n africana se escurri¨® de su jaula y mat¨® a dos ni?os¡¡±.
Algunos anfibios extranjeros de los Everglades, como las ranas arbor¨ªcolas cubanas ¨C procedentes de Cuba, Bahamas y las islas Caim¨¢n¨C y los sapos marinos ¨Coriginarios de Haw¨¢i, aunque son terrestres¨C son muy venenosos. ¡°Conozco a gente que ha tenido que ir al hospital por tocar una rana cubana y despu¨¦s frotarse los ojos¡±, prosigue Krysko. ¡°Fui testigo de la muerte de un perro rottweiler de 36 kilos que se trag¨® un sapo marino y muri¨® en mis brazos despu¨¦s de 45 minutos espantosos, entre estornudos, alucinaciones y golpes de la cabeza contra el suelo¡±. Los sapos marinos se reintrodujeron en Australia en 1935 para acabar con una especie de escarabajo, pero el experimento acab¨® en chasco monumental. Los 3.000 sapos originales se han multiplicado hasta convertirse en una plaga de millones de ejemplares. Las ranas arbor¨ªcolas cubanas probablemente llegaron a estos Everglades por accidente en 1920, a bordo de diversas embarcaciones.
¡°Reintroducir una especie es como abrir la caja de Pandora¡±, dice Susan Adams, ec¨®loga del Servicio Forestal de Estados Unidos y presidenta de la Asociaci¨®n Internacional de Astacolog¨ªa (especialidad del estudio de crust¨¢ceos) en Oxford, Misisipi. ¡°Cuando reintroduces una nueva especie, sea una bacteria invisible al ojo humano, un ¨¢rbol o un gran mam¨ªfero, no hay manera de saber qu¨¦ suceder¨¢. Podr¨ªas ser incapaz de erradicarla para siempre. Y en ocasiones, lleva mucho tiempo antes de que la especie se extienda y se convierta en invasora¡±. ?C¨®mo nos afecta? Adams, que vive en Misisipi, enumera historias locales que conoce de primera mano:
¨CLas hormigas de fuego llegaron desde Sudam¨¦rica hasta Mobile, Alabama (EE UU), a principios del siglo XX. Probablemente en cargueros, de forma accidental. Son muy peque?as, pero su picadura es dolorosa y dura d¨ªas o semanas. Viven en jardines, patios y cunetas. Entran ocasionalmente en las casas, forman un enjambre cuando atacan a alguien y han provocado muertes por alergia. Agreden a mascotas, al ganado y las aves en nidos. Luchar contra ellas cuesta 750 millones de d¨®lares al a?o.
¨CLos jabal¨ªes, originarios de Eurasia, se introdujeron como fuente de alimento y para la caza. Crecen hasta los 90 kilos, destrozan las cosechas y el paisaje, y perjudican a anfibios, aves y reptiles. Contagian enfermedades parasitarias al ganado. El Gobierno de EE UU calcula p¨¦rdidas de 1.500 millones de d¨®lares al a?o.
¨CLa carpa plateada y la cabezona fueron reintroducidas en Arkansas en los a?os setenta para mejorar la calidad del agua en los estanques. Pronto se escaparon, tal y como predijeron los cient¨ªficos, devastando los peces locales y el alimento disponible. La ec¨®loga Susan Adams dice que los peces saltan con tanta violencia desde el agua que han ocasionado numerosas heridas a turistas y da?os en las embarcaciones de recreo.
El continente europeo no permanece ajeno a las plagas. Est¨¢ infestado por m¨¢s de 14.000 especies for¨¢neas. Algunas de ellas se convierten en invasoras. Ocasionan p¨¦rdidas de 12.500 millones de euros anuales. ¡°Una estimaci¨®n a la baja¡±, matiza la bi¨®loga Elena Tricarico, de la Universidad de Florencia. No solo se trata de dinero. Estos invasores son, seg¨²n Tricarico, ¡°la segunda causa de la destrucci¨®n de la biodiversidad. Y nosotros somos los responsables¡±. Ella realiz¨® en 2006 su tesis doctoral mientras ayudaba a pescadores que faenan en el lago Massaciuccoli, la reserva h¨²meda m¨¢s importante y bella de la Toscana. Ese lago fue la puerta de entrada en Italia del cangrejo rojo (Procambarus clarkii), el mayor invasor de agua dulce de los de su clase. All¨ª donde se establece, destierra a muchos semejantes locales. Procede del noreste de M¨¦xico y el sur de Estados Unidos, pero ahora vive en muchos r¨ªos y lagos de Europa, ?frica y Asia.
¡°una vez que una especie invasora se introduce en un ecosistema nuevo, ser¨¢ pr¨¢cticamente imposible erradicarla¡±.
Cada verano, las autoridades locales se ve¨ªan obligadas a prohibir la pesca del cangrejo rojo en el lago Massaciuccoli: el agua se llenaba de cianobacterias ¨Cantiguamente llamadas algas verdeazuladas¨C que exudaban un veneno, la microcistina, posible causante de tumores. ¡°Los cangrejos acumulaban la toxina y eran consumidos por la gente, por lo que vedaron su pesca hasta que bajaran los niveles¡±, explica Tricarico. ¡°Pero los pescadores perd¨ªan sus ingresos, y nos consultaron para que busc¨¢semos una soluci¨®n que les permitiera pescarlos en ese mar de algas¡±. La investigadora demostr¨® que los animales concentraban la toxina en los intestinos. Si se quitaban en primer lugar, los cangrejos pod¨ªan consumirse de forma segura.
El cangrejo rojo no lleg¨® a Europa por sus propios medios. Fue el hombre quien introdujo de forma intencionada a este Goliat de su especie para su explotaci¨®n econ¨®mica. En Espa?a ha desplazado casi hasta la extinci¨®n al cangrejo aut¨®ctono. Pero tambi¨¦n se explota econ¨®micamente. Algunos ejemplares se escaparon en 1973 de un criadero y saltaron al Guadalquivir. Tard¨® varios a?os en convertirse en invasor. En Isla Mayor (Sevilla) se pescan anualmente tres millones de ejemplares, destinados en su mayor¨ªa a la exportaci¨®n. Un negocio que mueve 20 millones de euros. En marzo de este a?o, a instancias de una demanda presentada por la Sociedad Espa?ola de Ornitolog¨ªa (SEO) y otras organizaciones, el Tribunal Supremo dictamin¨® que las comunidades aut¨®nomas tienen que elaborar planes para su erradicaci¨®n. El conflicto con el sector cangrejero y los ecologistas est¨¢ servido. ?Pero puede exterminarse a una especie invasora?
¡°Una vez que una variedad ex¨®tica o invasora se introduce en un ecosistema nuevo, ser¨¢ pr¨¢cticamente imposible erradicarla¡±, tercia Jos¨¦ Luis Nieves-Aldrey, investigador del departamento de Biodiversidad y Biolog¨ªa Evolutiva del Museo Nacional de Ciencias Naturales (CSIC). ¡°La estrategia debe pasar por su manejo como una especie m¨¢s del ecosistema. Esto a veces choca con la burocracia administrativa, que se empe?a en operaciones costosas que con frecuencia se revelan inviables o in¨²tiles¡±. De acuerdo con Juan Carlos Atienza, director de Conservaci¨®n de SEO Birdlife, la sentencia del Supremo sobre el cangrejo rojo no impide su pesca y comercializaci¨®n, siempre que se persiga el objetivo de limpiar los r¨ªos para no reintroducir el animal con objeto de explotarlo en el futuro. Una pr¨¢ctica que puede darse, asegura Atienza, entre pescadores. ¡°Se puede llevar a cabo sin poner en peligro los puestos de trabajo a corto y medio plazo¡±.
La frontera entre las especies nativas y las invasoras es a veces muy borrosa. Pesa la tentaci¨®n de demonizar al reci¨¦n llegado. ¡°Con mucha frecuencia los medios, los conservacionistas y algunos cient¨ªficos ponen el ¨¦nfasis en los aspectos negativos de las especies invasoras como elementos que perturban las comunidades nativas o empobrecen la biodiversidad¡±, tercia Luis Nieves-Aldrey desde el CSIC. ¡°Obvian que en muchos casos los efectos pueden ser positivos o neutros, una vez que la nueva especie se adapta¡±. Nieves-Aldrey pone como ejemplo algunas que hoy se consideran nativas, como el pino pi?onero o el pino carrasco, resultado de introducciones muy antiguas. O el cangrejo aut¨®ctono espa?ol, que en realidad procede de viajes llevados a cabo desde Italia durante el siglo XVI.
La Uni¨®n Internacional para la Conservaci¨®n de la Naturaleza (UICN) alberga un cat¨¢logo con las 100 especies biol¨®gicas invasoras m¨¢s da?inas. Esta organizaci¨®n actualiza cada a?o el retrato del planeta como el de un mundo invadido. Los alien¨ªgenas no provienen del espacio exterior. Algunos, como la mangosta india, tienen sangre caliente, miden entre 25 y 40 cent¨ªmetros y su capacidad para la conquista resulta asombrosa. Este mam¨ªfero acab¨® con un ave, el rasc¨®n, que viv¨ªa en la isla de Fiji, en el Pac¨ªfico. Y ha ido saltando a diversos puntos del planeta, extirpando a su paso a otras siete especies de mam¨ªferos, aves, anfibios y reptiles de la isla japonesa de Amami-oshima, el petrel de Jamaica o tortugas caribe?as y palomas locales en la isla Mauricio.
A veces, estos alien¨ªgenas tienen escamas: la perca del Nilo se introdujo en el lago Victoria, de ?frica, y acab¨® con 200 especies de peces aut¨®ctonos considerados como ¨²nicos en el mundo.
En otras ocasiones, los invasores se deslizan por el suelo gracias a una baba que ellos mismos fabrican: es el caso de un caracol carn¨ªvoro centroamericano que probablemente ha contribuido a la extinci¨®n de 234 especies de caracoles de diversas islas oce¨¢nicas, despu¨¦s de que fuera introducido en ?frica para controlar a otro caracol gigante africano en un experimento que sali¨® muy mal.
Las profundidades de los suelos oce¨¢nicos tampoco se libran de estas plagas. La fosa Palmer se abre en el lecho del mar a unos 120 kil¨®metros de la costa sureste de la pen¨ªnsula Ant¨¢rtida. Durante millones de a?os, las bajas temperaturas han cerrado la puerta a cualquier intruso. Pero una expedici¨®n de la Fundaci¨®n Nacional para la Ciencia de EE UU encontr¨® pruebas de que los cangrejos rojos gigantes ¨Cque miden m¨¢s de un metro con las patas extendidas¨C han establecido colonias estables a profundidades de entre 841 y 2.266 metros. El crust¨¢ceo procede del Pac¨ªfico Norte, de las aguas que rodean la pen¨ªnsula de Kamchatka y Alaska. Los sovi¨¦ticos lo llevaron en 1960 hasta el mar de Barents, cerca de las costas noruegas. Titulares del tipo ¡°los cangrejos gigantes invaden la Ant¨¢rtida¡± pueden parecer sensacionalistas, pero Richard B. Aronson, el coautor del estudio, no dud¨® en calificar de ¡°catastr¨®fica¡± la aparici¨®n de este cangrejo.
Tener un cerdo vietnamita como mascota se puso de moda cuando george clooney empez¨® a pasear al suyo por la calle como si fuera un perro.
?Culpables? En gran medida, la especie humana. Abrimos la puerta a los invasores. ¡°A veces de forma intencionada, mediante los cultivos de acuicultura, el comercio de mascotas, la horticultura y la pesca; y otras, por accidente, a trav¨¦s del agua de lastre de los barcos¡±, dice la bi¨®loga de la Universidad de Florencia Elena Tricarico.
El puerto de Nueva York recibe anualmente 5.000 grandes contenedores de buques con su carga repleta de larvas y de organismos. El canal de Suez, con un tr¨¢fico de 50 buques al d¨ªa, intercambia m¨¢s de 10 millones de toneladas de carga entre el oc¨¦ano ?ndico y el Mediterr¨¢neo. Estas rutas mar¨ªtimas funcionan ¡°como una ruleta ecol¨®gica¡±, seg¨²n ha contado Hanno Seebens, un bi¨®logo de la Universidad de Oldenburg (Alemania), a la revista Discover.?Seebens investig¨® el tr¨¢fico mar¨ªtimo de un a?o ¨Ccasi 2,9 millones de viajes¨C compar¨¢ndolo con los puntos calientes de invasi¨®n de especies. Su conclusi¨®n es que las rutas m¨¢s peligrosas conectan puertos mar¨ªtimos a una distancia intermedia, especialmente en el sureste asi¨¢tico, Oriente Medio, Singapur, el canal de Suez, Hong Kong y Panam¨¢. ¡°La probabilidad de que una especie pueda invadir gracias a un solo viaje es peque?a, pero si haces esto miles de veces, lo que compruebas es que se establece por s¨ª sola¡±.
Rafael Araujo es un experto en moluscos del Museo Nacional de Ciencias Naturales de Madrid. En su despacho atesora las peque?as conchas con rayas de una especie de mejill¨®n que crece en racimos de miles. A principios de 2000, el animal, originario del mar Caspio, entr¨® en aguas del Ebro. ¡°Probablemente, a trav¨¦s de los puertos catalanes¡±. Se multiplica de forma tan asombrosa que es capaz de atascar la toma de agua de una central nuclear o una entrada para riego. ¡°Puede haber millones de ellos por metro cuadrado¡±. Araujo recuerda llamadas telef¨®nicas de la central nuclear de Asc¨® por emergencias y su diagn¨®stico de las fotos que le llegan. ¡°Tienen ustedes una plaga de mejillones cebra. Es algo que viene sucediendo en Espa?a desde el a?o 2000 y, desde hace 30 a?os, en otras centrales nucleares del mundo. Conozco situaciones en las que han tenido que parar la central para limpiar estas v¨ªas. Ahora el mejill¨®n est¨¢ en casi todas las cuencas de Espa?a¡±.
Araujo ya lo ven¨ªa advirtiendo desde los noventa. Este peque?o molusco (Dreissena polymorpha) iba a llegar a Espa?a, tra¨ªdo probablemente por el agua de lastre de los buques. La criatura hab¨ªa emprendido mucho antes la conquista del mundo. Se peg¨® al casco de los barcos desde el Caribe hasta alcanzar el canal de Panam¨¢ en 1915. En los a?os treinta, cuando Estados Unidos importaba trigo de Ucrania, los buques cargaban en los puertos del Caspio el grano ¨Cy el agua contaminada con larvas de estos moluscos¨C que luego descargaban en los Grandes Lagos. En la d¨¦cada de los sesenta el molusco coloniz¨® algunos puertos de India, alcanzando Jap¨®n un decenio m¨¢s tarde y conquistando Hong Kong en los a?os ochenta.
La llegada al Ebro result¨® explosiva. Ahora, la situaci¨®n del mejill¨®n se ha estabilizado relativamente. No hay forma de retirarlo de los r¨ªos, pero tiene algunos efectos positivos: aclara las aguas y aumenta la diversidad de las plantas acu¨¢ticas, indica Nieves-Aldrey. Los perjuicios econ¨®micos son muy grandes. Solo en Estados Unidos bordean los 2.000 millones de euros en 10 a?os. En Espa?a se calcula que entre 2006 y 2020 los da?os ocasionados por este mejill¨®n podr¨ªan alcanzar los 40 millones.
El mejill¨®n no es el ¨²nico invasor con el que se ha topado Araujo. ¡°He buceado en aguas del Ebro a menudo, y me he topado con siluros de casi dos metros. Es casi como si te pasara un troleb¨²s¡±. Estos enormes peces fueron introducidos por una colonia de alemanes hacia los a?os setenta para su pesca deportiva. Ahora, campan a sus anchas en el r¨ªo, atacando a las palomas ante la sorpresa de los transe¨²ntes del puente de piedra de Zaragoza.
En otros casos la invasi¨®n pasa inadvertida, pero no por ello resulta menos dolorosa. Carlos P¨¦rez-Santos, naturalista y herpet¨®logo experto en venenos, lleva ocho a?os estudiando las palmeras del mundo. Ha recorrido un gran n¨²mero de jardines bot¨¢nicos en Miami, Ginebra, Viena, Lisboa, Barcelona, Madrid, M¨¦xico¡ ¡°Cualquier palmera me llamaba la atenci¨®n, y es as¨ª como he podido seguir muy de cerca la invasi¨®n del picudo rojo (un gorgojo tropical asi¨¢tico). Me afect¨® much¨ªsimo porque soy testigo de la destrucci¨®n irreversible de miles de ejemplares¡±.
Las plagas no son solo de origen animal. Pablo Vargas, investigador del Real Jard¨ªn Bot¨¢nico del Consejo Superior de Investigaciones Cient¨ªficas (CSIC), advierte de los peligros del camalote, o jacinto de agua. Procedente de la cuenca del Amazonas, esta planta crece con tal rapidez que sus hojas acaban cubriendo la superficie acu¨¢tica. All¨ª donde prende succiona el ox¨ªgeno disuelto y los nutrientes. Para muchas especies de peces, es el manto verde de la muerte por asfixia. Tambi¨¦n atasca los sistemas hidr¨¢ulicos. Importada como planta ornamental, el camalote se ha extendido por todo el mundo. ¡°Lo conoc¨ª en Portugal hace 40 a?os¡±, recuerda Vargas. ¡°He podido presenciar una lenta pero imparable invasi¨®n en r¨ªos espa?oles¡±.
Pero este bot¨¢nico confiesa que su peor experiencia fue el ataque que sufri¨® por mosquitos tigres durante una noche en la que estuvo en Almer¨ªa realizando unas investigaciones sobre censos de polinizadores de plantas. El mosquito, que procede de Asia, es capaz de picar 48 veces en una hora, y transmite enfermedades como el dengue, la fiebre del Nilo occidental, la encefalitis japonesa y el virus del zika. Se ha extendido por todo el mundo debido al comercio mundial de neum¨¢ticos de segunda mano, que act¨²an como perfectos recipientes de agua para conservar los huevos del insecto. Un pron¨®stico cient¨ªfico y anticipaci¨®n, indica Vargas, es la ¨²nica f¨®rmula en un escenario de cambio clim¨¢tico que permitir¨¢ en Espa?a ¡°la entrada de especies m¨¢s tropicales¡±.
El comit¨¦ cient¨ªfico que asesora al Gobierno espa?ol sobre el cat¨¢logo de variedades ex¨®ticas e invasoras maneja una lista en la que figuran tanto las veteranas como las reci¨¦n llegadas. Una especie que llega a un lugar nuevo siempre tiene un plazo de tiempo ¨Clatencia¨C hasta que se convierte o no en un invasor. Mario D¨ªaz, presidente del comit¨¦ cient¨ªfico de SEO/Birdlife y uno de los principales asesores, se?ala que una de las m¨¢s preocupantes en Espa?a es un hongo asi¨¢tico que infecta a las encinas espa?olas y las seca, con un efecto devastador similar al del virus de la mixomatosis en los conejos. El hongo es una plaga que avanza desde el suroeste al noreste. Hay un proyecto para cartografiarlo y ha llegado al sur de Castilla-La Mancha. ¡°El 95% de todos los viveros europeos est¨¢n infectados¡±. Su v¨ªa de entrada, al ser microsc¨®pico, es mediante plantas infectadas y suelo contaminado.
Tambi¨¦n son muy nocivas las estruendosas cotorras argentinas, que destruyen plantas y otros nidos. Ya forman parte del paisaje urbano de Barcelona, Toledo y Madrid. Acaban de ser incluidas como especie invasora y es legal su exterminaci¨®n, pero los Ayuntamientos y las Administraciones no hacen nada, asegura Mario D¨ªaz. Como suele ocurrir en muchos casos, la gente las compr¨® para tenerlas en jaulas, como animales de compa?¨ªa, y las solt¨® en el momento en que fueron molestas. El naturalista P¨¦rez Santos reside en Torremolinos y cuenta que las cotorras ya han llegado hasta la zona costera del Mediterr¨¢neo, desde Port Bou hasta Gibraltar. ¡°En la comunidad donde vivo han desaparecido los gorriones y casi todos los p¨¢jaros cantores, son presas f¨¢ciles¡±, a?ade.
Otro invasor que ocupa el primer lugar en la lista m¨¢s reciente de especies invasoras de la UE es la avispa asi¨¢tica, que lleg¨® a Espa?a en 2010. Este insecto es un eficaz asesino de abejas de la miel y acaba con sus colmenas, causando graves da?os al sector ap¨ªcola. Las modas tambi¨¦n contribuyen a la difusi¨®n del potencial invasor. El cerdo vietnamita se puso de moda cuando el actor George Clooney decidi¨® pasearlo por la calle como si fuera un perro. En Espa?a, algunos se lo compraron como mascota. Un estudio del bi¨®logo Miguel Delibes Mateos ha identificado 42 de ellos que viven en libertad en Catalu?a, Galicia, Castilla y Le¨®n, Comunidad Valenciana, Andaluc¨ªa y Asturias. Y alerta sobre la posibilidad de que se hibride con el jabal¨ª salvaje. Los expertos insisten: al comprar una mascota, que sea aut¨®ctona.
El cient¨ªfico Adolfo Cordero, de la Universidad de Vigo, completa un retrato actualizado de las invasiones en Espa?a. Cita a la avispilla del casta?o, un insecto procedente de China, como uno de los m¨¢s recientes. Cordero explica que la manera de luchar contra ella es precisamente mediante otro insecto chino, par¨¢sito espec¨ªfico de la avispilla. ¡°Las v¨ªas de entrada son tantas que no es posible evitar la llegada de nuevas especies. Pero s¨ª existen mecanismos de detecci¨®n temprana¡±. En ocasiones, se?ala este investigador, los invasores son introducidos deliberadamente por la Administraci¨®n, al ser ¨²tiles para su explotaci¨®n econ¨®mica, como el eucalipto en el norte de la Pen¨ªnsula.
El riesgo es acabar demonizando la generalidad. El ec¨®logo Mark Davies, del Macalester College en Minnesota (EE UU), es una de las voces m¨¢s heterodoxas al respecto. ¡°Los organismos son solo organismos, no tienen moral ni ¨¦tica. Se limitan a vivir¡±, afirm¨® en Scientific American. El bi¨®logo y escritor Ken Thompson, autor de ?De d¨®nde son los camellos? (Alianza Editorial), concluye que esta es solo una parte de un problema global: la transformaci¨®n de la biosfera por culpa de la actividad humana. ¡°Deber¨ªamos dejar de pensar que podemos volver a situar el reloj en alguna edad dorada y pr¨ªstina previa al ser humano, aun cuando tuvi¨¦ramos alguna idea de qu¨¦ aspecto ten¨ªa aquel estado pr¨ªstino. Deber¨ªamos concentrarnos m¨¢s en sacar el m¨¢ximo partido de nuestro mundo feliz invadido¡±.
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