Inaceptable regate
Rajoy prolonga la incertidumbre en lugar de despejarla. Su obligaci¨®n es presentarse a la investidura
Esta vez, Mariano Rajoy no se ha negado a la propuesta del Rey para presentarse a la investidura. Pero ha aceptado de una manera tan ambigua que no se sabe si en realidad est¨¢ dispuesto a cumplir con el encargo de Felipe VI. A un pa¨ªs agotado tras tantos meses de interinidad pol¨ªtica no se le deber¨ªa decir que quien tiene el encargo de poner fin a la provisionalidad contin¨²a instalado en ella, agrav¨¢ndose as¨ª la incertidumbre.
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La peculiar interpretaci¨®n del candidato nos sume en la misma oscuridad que pesa sobre la situaci¨®n pol¨ªtica de Espa?a desde hace ocho meses. Estamos pr¨¢cticamente donde est¨¢bamos: el l¨ªder del partido ganador de las ¨²ltimas elecciones solo se compromete a buscar apoyos para intentar la investidura y deja en el aire si se presentar¨¢ a ella o no, paso indispensable para poner en marcha el mecanismo constitucional que lleva a la formaci¨®n de Gobierno ¡ªy en el supuesto de un fracaso, a la b¨²squeda de alguna otra alternativa o la repetici¨®n de las elecciones¡ª.
La Constituci¨®n dispone claramente que el candidato propuesto por el jefe del Estado tiene que exponer su programa al Congreso de los Diputados y pedir la confianza de la C¨¢mara. Rajoy no se compromete a nada de esto. El presidente del PP solo est¨¢ dispuesto a intentar la construcci¨®n de una red de apoyos pol¨ªticos para transformar la minor¨ªa con que cuenta en mayor¨ªa suficiente para ser reelegido. Tampoco ha dado ninguna fecha para hacerlo, limit¨¢ndose a un ambiguo ¡°plazo razonable¡± para comunicar el resultado de sus consultas.
Rajoy traduce as¨ª un procedimiento existente en algunas otras Monarqu¨ªas parlamentarias y en diferentes Rep¨²blicas, por el cual una persona designada por el jefe del Estado lleva a cabo las gestiones para la formaci¨®n de Gobierno e informa de su resultado. Pero ese procedimiento es ajeno al previsto en la Constituci¨®n espa?ola, donde es taxativo acudir a la votaci¨®n una vez designado el candidato. No era necesario perder m¨¢s de un mes, desde la celebraci¨®n de las elecciones, para continuar diciendo que har¨¢ todo lo posible para que haya Gobierno. Esa necesidad y esa urgencia exist¨ªan desde la noche electoral, y por lo tanto deber¨ªa haber llegado a La Zarzuela con los deberes hechos. Manifiestamente, no ha sido as¨ª.
Formalmente, el papel del Rey queda a salvo con este encargo, y es positivo que el presidente del PP lo haya aceptado porque no hacerlo habr¨ªa desairado al jefe del Estado. Sin embargo, no est¨¢ claro que la peculiar forma de asumirlo evite que acabe en un desaire. Cumplido el papel formal que el Rey tiene atribuido, y aceptado a medias por el designado, toca a la presidenta del Congreso salvaguardar las previsiones constitucionales y fijar la fecha de la sesi¨®n de investidura. No es una prerrogativa del candidato interpretar ni retorcer la Constituci¨®n para que sirva a sus intereses. Lo ¨²ltimo que Espa?a se puede permitir es abrir un periodo de incertidumbre constitucional. Es obligaci¨®n ineludible de Rajoy presentar su programa de Gobierno ante el Congreso de los Diputados, donde se sientan los representantes de la ciudadan¨ªa. Cualquier otro proceder ser¨ªa inaceptable desde el punto de vista democr¨¢tico.
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