La ley del palo
En Aceh, Indonesia, se aplican desde 2001 normas isl¨¢micas estrictas. Castigos p¨²blicos para ¡®proteger¡¯ a las mujeres
Aqu¨ª no pasa nada. En la provincia indonesia de Aceh, donde se aplica la sharia (ley isl¨¢mica) desde 2001, se ha producido el apaleamiento del mes. En p¨²blico, con c¨¢maras y ante decenas de personas que observan c¨®mo los infractores de la ley reciben los golpes estipulados por el tribunal isl¨¢mico. Los verdugos se cubren el rostro; dos mujeres uniformadas ayudan a la v¨ªctima; y los asistentes al macabro espect¨¢culo ven y oyen los gestos y gritos de dolor de los castigados. Como la joven de la fotograf¨ªa ¡ªtomada en la mezquita de Al Furqan¡ª fustigada por mantener una cita con un hombre que no es su marido; algo prohibido por la sharia.
Aceh ha endurecido en los ¨²ltimos a?os la aplicaci¨®n de la ley isl¨¢mica. En ese territorio en el que viven unas 220.000 personas se condena duramente el adulterio, el consumo de alcohol, ciertos vestidos, la venta de alimentos en el ramad¨¢n e incluso estar a solas con una persona del sexo opuesto que no es c¨®nyuge o pariente. Los infractores se enfrentan a castigos corporales, la mayor¨ªa de las veces flagelaciones p¨²blicas. Y es raro el mes que se salda sin ning¨²n sentenciado. Las autoridades creen que estos actos p¨²blicos sirven de elemento disuasorio para la poblaci¨®n.
La provincia es la ¨²nica de Indonesia en la que se aplica la sharia. El pa¨ªs, de 255 millones de habitantes, concentra la mayor poblaci¨®n musulmana del mundo y registra desde hace a?os ¡ªcon escasas movilizaciones en contra¡ª una realidad cruel y degradante que ha sido duramente criticada por las organizaciones internacionales.
Los condenados son hombres y mujeres. Pero son ellas, como siempre, las m¨¢s vulnerables. Sobre todo ante las acusaciones de adulterio en una sociedad que, tradicionalmente, las culpa de esas deshonras. No hay que olvidar que despu¨¦s del flagelamiento p¨²blico, ellas, las ad¨²lteras, se enfrentar¨¢n al aislamiento social.
Dif¨ªcilmente podr¨¢ desprenderse la joven de la fotograf¨ªa de esa letra escarlata que le han colocado las autoridades de una provincia en la que tambi¨¦n se prohibe, por ejemplo, que las mujeres vayan solas a lugares de ocio despu¨¦s de las once de la noche. Medidas para ¡°protegerlas¡±, dicen. Pero ?qui¨¦n las protege del palo y de los golpes?
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