¡°No ten¨ªan que morir¡±
Erna Rijnierse, doctora a bordo del barco de rescate MV Aquarius, operado por M¨¦dicos Sin Fronteras (MSF) y SOS-M¨¦diterran¨¦e, relata en primera persona el tr¨¢gico incidente en que ambas ONG encontraron a 22 personas muertas en el interior de una patera
El mi¨¦rcoles 20 de julio recibimos una llamada del centro de coordinaci¨®n de salvamento mar¨ªtimo: un helic¨®ptero estaba llevando a cabo una evacuaci¨®n m¨¦dica y se nos requer¨ªa urgentemente para ayudar en el rescate de dos pateras. En aquel momento a¨²n no sab¨ªamos que un buque de la marina italiana ya hab¨ªa desembarcado a unas 48 personas de una de las dos pateras. Ese d¨ªa, muchas cosas las ir¨ªamos descubriendo m¨¢s tarde.
En lo que va de a?o, en los tres barcos de MSF hemos rescatado a casi 10.000 personas en 76 operaciones distintas, as¨ª que ya estamos bastante acostumbrados a recibir alertas para asistir a una embarcaci¨®n en apuros. Sin embargo, hab¨ªa algo raro en el tono y en el contenido de aquella llamada. Varios miembros del equipo, incluida yo misma, tuvimos un mal presentimiento mientras nos dirig¨ªamos a la posici¨®n que nos hab¨ªa indicado Salvamento Mar¨ªtimo. Y pronto pudimos comprobar que nuestros malos augurios ten¨ªan su raz¨®n de ser.
Cuando nos acercamos a la barca hinchable, lo primero que nos llam¨® la atenci¨®n fue el silencio que guardaban quienes estaban en su interior. Normalmente, cuando te acercas a un bote, la gente te saluda con la mano y te hace saber que est¨¢n ah¨ª, pero esta vez reinaba un silencio absoluto. Otra cosa en la que reparamos casi de inmediato fue en el fuerte olor a combustible.
Normalmente, cuando te acercas a un bote, la gente te saluda con la mano y te hace saber que est¨¢n ah¨ª, pero esta vez reinaba un silencio absoluto
Cuando establecimos el primer di¨¢logo con ellos, r¨¢pidamente nos dijeron que en el interior de la barca hab¨ªa cad¨¢veres, pero no lograron decirnos cu¨¢ntos.
Al aproximarnos todav¨ªa m¨¢s a ellos, nos dimos cuenta de que la gente no llevaba chalecos salvavidas adecuados, as¨ª que procedimos a distribuirlos inmediatamente. Lo que a¨²n no sab¨ªamos entonces era lo que nos encontrar¨ªamos un par de minutos despu¨¦s.
Ped¨ª permiso para entrar en el bote y, una vez dentro, not¨¦ que el agua me llegaba hasta las pantorrillas. Aquello parec¨ªa una piscina de gasolina mezclada con agua. El olor a combustible era insoportable, y estaba mezclado con otros olores fuertes, como de orina. Hab¨ªa tantos cuerpos tendidos y medio sumergidos en el agua que resultaba dif¨ªcil no pisar ninguno, pero ten¨ªa claro que hab¨ªa que levantar uno a uno cada uno de ellos para asegurarme por completo de que no podr¨ªamos reanimar a aquellas mujeres, porque en ese momento yo ya ten¨ªa claro que la mayor¨ªa eran mujeres. Algunas de ellas estaban completamente r¨ªgidas y presentaban el rigor mortis. Eso me dej¨® claro que no hab¨ªan muerto en los ¨²ltimos minutos.
Desde un punto de vista m¨¦dico, era evidente que no hab¨ªa nada que hacer, as¨ª que volv¨ª al buque de rescate para centrarme en c¨®mo tratar de sacar adelante a los supervivientes de esta pesadilla. Hab¨ªa un mont¨®n de gente a bordo del barco que sufr¨ªa irritaci¨®n ocular, probablemente debido al gas o al combustible. Tambi¨¦n se hac¨ªa evidente que hab¨ªa tenido lugar una fuerte pelea en el bote. Quedaba patente por los ara?azos en los brazos y las piernas, pero tambi¨¦n en las mordeduras que presentaban diez de los supervivientes en los brazos. Uno de ellos ten¨ªa incluso marcas de mordiscos en toda la espalda y los tobillos. Probablemente esa persona se qued¨® tumbada en el suelo y los dem¨¢s se le echaron encima sin que pudiera hacer nada al respecto, al igual que todas las personas que murieron. Es terrible imaginar una situaci¨®n semejante. Aquello debi¨® ser una lucha descarnada por la supervivencia y en ella perecieron los m¨¢s d¨¦biles.
Todos los supervivientes estaban gravemente traumatizados por los hechos, y no solo por la traves¨ªa por el S¨¢hara o la horrible estancia en Libia, como suele ser lo habitual. Lo que hab¨ªan vivido en aquel bote superaba lo imaginable. A bordo de nuestro barco, la gente solo miraba al vac¨ªo. Tuvieron que pelear por sobrevivir y permanecieron en el bote junto a todos aquellos cuerpos inertes durante muchas horas.
Una vez que todos estuvieron a bordo del Aquarius, volvimos al bote a recuperar los cad¨¢veres. Aquello no fue f¨¢cil. Sacamos fotograf¨ªas de cada persona y proporcionamos su edad estimada y toda la informaci¨®n que pudimos recabar a las autoridades italianas. Sin embargo, de los 22 muertos, solo conseguimos identificar a una persona. Vivir algo as¨ª es completamente indescriptible y sumamente triste. Probablemente el recuerdo de esta tragedia me perseguir¨¢ de por vida.
Sufrieron mucho antes de morir, sus caras y sus ojos dejaban constancia de ello. A algunas de las v¨ªctimas les sobresal¨ªan las am¨ªgdalas debido al proceso de lenta asfixia por el que hab¨ªan pasado.
Un hombre nos dijo que su mujer estaba entre las fallecidas; tambi¨¦n llev¨¢bamos a bordo a uno de los familiares de otra de las chicas, pero debido al estado en que hab¨ªan quedado sus rostro, no fueron capaces de identificarlas y, por desgracia, ninguna de las dos proven¨ªa de un pa¨ªs que dispusiera de sus registros dentales, de registros de ADN o de cualquier otro recurso de reconocimiento. Los supervivientes nos dijeron que las chicas viajaban desde Nigeria, y que algunas de ellas se conocieron durante el viaje. Muchas iban solas, pero en cualquier caso, en el estado en el que quedaron, a sus familiares les resultar¨ªa muy dif¨ªcil poder reconocerlas. Los supervivientes nos explicaron que aquellas personas murieron al quedarse atrapadas en la parte inferior del bote, entre el suelo de madera y las defensas de goma de los costados, atragant¨¢ndose con agua contaminada con combustible y aplastadas por quienes a la postre lograron salvarse.
Muchas de las chicas embarcaron tras haber pasado bastante tiempo en los recintos manejados por las mafias en Libia, as¨ª que desde el principio estaban muy d¨¦biles. No hab¨ªan comido ni bebido adecuadamente en muchas semanas. En ese estado de debilidad, y ante un acontecimiento as¨ª, la mayor¨ªa estaban condenadas de antemano. Pasaron por algo horrible.
Era evidente que hab¨ªa tenido lugar una fuerte pelea en el bote. Quedaba patente por los ara?azos y mordeduras en los brazos y las piernas
Durante toda la traves¨ªa hasta Italia tratamos de cuidar de los que lograron sobrevivir, pero lo cierto es que nuestro barco parec¨ªa un cementerio. En cuanto llegamos al puerto de Tr¨¢pani, nuestro equipo de asistencia psicosocial en Italia, que trabaja en tierra y que est¨¢ preparado para este tipo de situaciones, les atendi¨® a todos.
Lo que no consigo entender, y es algo que me resulta incluso despreciable, es que estas chicas murieran de una forma tan horrible solo porque nuestros pol¨ªticos se empe?an en conseguir que no tengan ninguna otra forma de llegar a Europa. Es espantoso y muy dif¨ªcil de asumir. Por supuesto que es dif¨ªcil mirar la cara de una persona muerta, pero lo es a¨²n m¨¢s cuando tienes que tratar de identificar a una chica con la que nunca hablar¨¢s, de la que nunca sabr¨¢s su historia ni qui¨¦n la echar¨¢ de menos. El hecho de que no haya ninguna forma de identificarla lo convierte en algo mucho m¨¢s personal para m¨ª.
Estoy furiosa. Estoy enfadada con los pol¨ªticos que tratan de mantener a toda esta gente alejada de nuestras fronteras sin pensar en las consecuencias de sus actos o en cuantas vidas se pierdan por el camino. Esta gente huye de la violencia y de la pobreza, buscando tener una vida digna para ellos y para sus familias. Por mucho menos de los que pagaron por subirse a ese bote infame, estas chicas podr¨ªan haber comprado un billete de avi¨®n y tener un viaje c¨®modo y seguro. Unas chicas tan j¨®venes como ellas no tendr¨ªan que verse nunca obligadas a cruzar el desierto ni a exponerse a ser violadas, maltratadas o vendidas para ejercer la prostituci¨®n. No deber¨ªan tener que embarcar en un bote en p¨¦simas condiciones en medio de la noche para luego ahogarse en el mar. Y sin embargo se ven obligadas a hacerlo, porque no pueden llegar a Europa de ninguna otra manera y quedarse en sus pa¨ªses no es una opci¨®n para ellas. Este bucle me llena de rabia. Y al mismo tiempo, me siento tremendamente afligida porque estas personas no han cometido m¨¢s delito que el de cruzar el mar. No estaban enfermas. Eran personas normales con toda la vida por delante. Y no ten¨ªan que morir. Ni ellas, ni las 3.000 personas que ya han fallecido tratando de cruzar el Mediterr¨¢neo en lo que va de a?o.
Erna Rijnierse, doctora a bordo del barco de b¨²squeda y rescate MV Aquarius, operado conjuntamente por M¨¦dicos Sin Fronteras (MSF) y SOS-M¨¦diterran¨¦e, relata el tr¨¢gico incidente en el que los equipos de ambas ONG se encontraron con 22 personas muertas en el interior de una patera. 209 personas fueron rescatadas con vida aquel d¨ªa.
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