Peor es mascar la hucha
Hay que adecuar las pensiones a los cambios sociales, como el aumento de la esperanza de vida
La sostenibilidad financiera de un sistema p¨²blico de pensiones basado en el m¨¦todo de reparto no depende de la dotaci¨®n de su fondo de reserva, ni siquiera de la existencia de un fondo semejante. La mayor parte de los sistemas de Seguridad Social europeos ¡ªincluyendo el alem¨¢n, el holand¨¦s y el austriaco¡ª carece de fondos de reserva. ?Debemos preocuparnos por la reducci¨®n de la ¡°hucha de las pensiones¡± (desde los casi 67.000 millones que alcanz¨® en 2011 a los aproximadamente 25.000 que quedan hoy) y su posible vaciamiento en un par de a?os?
Sin duda, pero no porque esa evoluci¨®n anticipe la bancarrota de las pensiones p¨²blicas, sino porque pone de relieve una realidad sobre la que muchos expertos vienen advirtiendo hace a?os: el gasto en pensiones contributivas est¨¢ sometido a una ben¨¦fica fuerza demogr¨¢fica (la creciente longevidad) que lo empuja al alza casi mec¨¢nicamente y de forma estructural, con consecuencias importantes sobre el volumen del gasto social y su distribuci¨®n entre las generaciones.
La crisis ha permitido visualizar mejor las problem¨¢ticas consecuencias de esta realidad. Por una parte, los acuerdos europeos de consolidaci¨®n fiscal impulsados desde 2010 han acentuado los riesgos pol¨ªticos y econ¨®micos de incurrir en d¨¦ficit p¨²blico. Por otra, el deterioro de la situaci¨®n econ¨®mica de la poblaci¨®n joven respecto a la jubilada ha evidenciado el sesgo de nuestro sistema de protecci¨®n social hacia los mayores y el comparativamente escaso apoyo p¨²blico que reciben quienes participan en la actividad laboral y est¨¢n en la fase de crear o desarrollar sus familias.
El d¨¦ficit creciente de la Seguridad Social habr¨ªa resultado menos abultado si la rebaja de cotizaciones para incentivar el empleo se hubieran cubierto mediante impuestos,
El fondo de reserva de la Seguridad Social, dotado con los excedentes de los ingresos contributivos generados desde el a?o 2000, no se cre¨® para cubrir un d¨¦ficit elevado y persistente, sino desviaciones que no superaran el 3% de la suma del gasto en pensiones y en su gesti¨®n. As¨ª qued¨® establecido en 2003, si bien en 2012 el gobierno decret¨® la suspensi¨®n de ese l¨ªmite hasta 2014, prolong¨¢ndola despu¨¦s hasta 2016.
Claro es que el d¨¦ficit creciente de la Seguridad Social ¡ªque en 2015 se aproxim¨® a 17.000 millones y en 2016 podr¨ªa aumentar¡ª habr¨ªa resultado menos abultado si las reducciones de cotizaciones sociales para incentivar el empleo se hubieran cubierto mediante impuestos, pero lo razonable no siempre es factible en un contexto de estricto control de las cuentas p¨²blicas. Tambi¨¦n es cierto que el ejecutivo podr¨ªa haberse ajustado a ese l¨ªmite del 3%, renunciando a financiar el d¨¦ficit de caja de la Seguridad Social mediante el fondo de reserva y recurriendo a dotaciones presupuestarias o, de haber sido viable, a incrementos de deuda. Sin embargo, ello no habr¨ªa resultado ni m¨¢s leg¨ªtimo ni m¨¢s tranquilizante y, seguramente, habr¨ªa redundado en un (nuevo) disimulo de la dura realidad que Bruselas tampoco habr¨ªa admitido.
El fuerte descenso del fondo de reserva ha generado un raro consenso pol¨ªtico y medi¨¢tico sobre la urgente necesidad de adoptar decisiones que resuelvan el problema de financiaci¨®n de las pensiones. La apuesta pol¨ªticamente m¨¢s sencilla, consistente en ampliar los ingresos de la Seguridad Social a trav¨¦s de alguna f¨®rmula impositiva, vulnerar¨ªa a la postre el principio de separaci¨®n de las fuentes de financiaci¨®n seg¨²n el cual los gastos no contributivos deben sufragarse mediante impuestos generales, y los contributivos, mediante cotizaciones (un principio que, conviene recordarlo, constituye la primera recomendaci¨®n del m¨ªtico Pacto de Toledo). Pero limitarse a esta ¡°huida hacia delante¡± ser¨ªa hoy una grave irresponsabilidad porque volver¨ªa a posponer la discusi¨®n de un hecho cierto e inexorable: la necesidad de adecuar mejor nuestro sistema de pensiones (no s¨®lo de jubilaci¨®n, sino tambi¨¦n de viudedad) a los cambios sociales que veros¨ªmilmente se reforzar¨¢n en las pr¨®ximas d¨¦cadas, en particular, el aumento de la esperanza de vida (ya contemplado en la reforma de 2013), la creciente participaci¨®n laboral de las mujeres y la transformaci¨®n familiar.
¡°Peor es mascar la hucha¡±, se dec¨ªa antiguamente para indicar que siempre cabe empeorar una mala situaci¨®n econ¨®mica. No veamos en el vaciamiento de la hucha de las pensiones una condena a mascarla, sino una oportunidad para actualizar la estructura de las prestaciones a trav¨¦s de un programa consensuado de actuaciones a corto y medio-largo plazo que fortalezcan la solvencia financiera y la equidad intra e intergeneracional de ese gran invento llamado Seguridad Social.
Elisa Chuli¨¢ es profesora de Sociolog¨ªa en la UNED y miembro del foro de expertos del Instituto BBVA de Pensiones.
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