Reviviendo ¡®Alquibla¡¯
El islam ha sido visto como un bloque homog¨¦neo sin tener en cuenta la diversidad de naciones y etnias que lo componen, un tejido hecho con trozos de distintas telas. No debe observarse desde el prisma exclusivo de la guerra contra el yihadismo
En un art¨ªculo publicado hace ya alg¨²n tiempo en The New York Times, El antiorientalista, en una alusi¨®n a la obra de Edward Said, se analizaba mi prop¨®sito de romper los clich¨¦s orientalistas de Occidente respecto al mundo isl¨¢mico que sirvieron de base ideol¨®gica a la empresa colonial europea que a partir del siglo XVIII se adue?¨® de la casi totalidad del mismo con el pretexto de civilizarlo. El islam ha sido visto en efecto como un bloque homog¨¦neo sin tener en cuenta la diversidad de naciones y etnias que lo componen, un tejido hecho con trozos de distintas telas, y con dicho objetivo, expuesto ya en mi libro Cr¨®nicas sarracinas, redact¨¦ una veintena de guiones que, con la ayuda inapreciable de Rafael Carratal¨¢ y de su equipo de cineastas, y bajo el t¨ªtulo de Alquibla, pretend¨ªa mostrar mediante una visi¨®n del espacio urbano, ritos, costumbres, m¨²sica, etc¨¦tera, dicha variedad. La primera serie (1986-87) y la segunda (1989-90), rodadas en Uzbequist¨¢n, Ir¨¢n, Turqu¨ªa, Palestina, Egipto, Argelia, Marruecos y Mal¨ª, dan buena cuenta de dicho patchwork, y vistas a un cuarto de siglo de distancia no han perdido un ¨¢pice de su actualidad y responden a muchos interrogantes que se plantean en estos tiempos convulsos en los que los conflictos que sacuden al orbe isl¨¢mico tienden a ser vistos a trav¨¦s del prisma exclusivo de la guerra asim¨¦trica de Occidente contra el yihadismo internacional. Para no ser prolijo me limitar¨¦ a evocar algunos incidentes y temas que contradicen la visi¨®n uniforme del islam creada por el imaginario europeo.
Otros art¨ªculos del autor
En contra de lo que nos tem¨ªamos, el rodaje en Ir¨¢n se realiz¨® sin obst¨¢culos. ?nicamente se nos deneg¨® la autorizaci¨®n de entrevistar al ayatol¨¢ Montazeri, bajo arresto domiciliario por sus divergencias con la l¨ªnea jur¨ªdico-religiosa oficial. Pero en la ciudad santa de Qom tuvimos la suerte de asistir a las procesiones y ceremonias de duelo que conmemoran cada cuarenta d¨ªas el martirio del imam Husein, hijo de Al¨ª, el yerno del Profeta. Entre flagelaciones y golpes de pecho que evocan nuestras antiguas procesiones de Viernes Santo, el recuerdo de la tragedia de Kerbala conjuga a la vez el fervor de la fe, el odio a la opresi¨®n y el amor a la independencia de los chi¨ªes frente al despotismo y la violencia de los ¡°arrogantes¡±, esto es, los califas de Damasco y Bagdad. Para comprender cabalmente el arraigo del chiismo en Ir¨¢n y el fervor popular por la figura de Husein conviene recordar que la derrota de la dinast¨ªa sas¨¢nida frente al califa Omar y la subsiguiente islamizaci¨®n del pa¨ªs fueron acompa?ados de un desarraigo violento de la antigua y refinada cultura persa.
En nuestro rodaje en Argelia consagramos uno de los cap¨ªtulos a los ibad¨ªes del S¨¢hara agrupados en el bell¨ªsimo oasis de Ghardaia. El ibadismo, una de las m¨²ltiples ramas de los jarich¨ªes, esto es, de los salidos de la comunidad mayoritaria isl¨¢mica, profesan una doctrina opuesta a la sunay a la ch¨ªa. Tras un largo enfrentamiento con los sun¨ªes en el imanato ber¨¦ber de Tehert que concluy¨® con su derrota, se refugiaron en el territorio fragoso de Mzab.
En contra de lo que nos tem¨ªamos, el rodaje en Ir¨¢n de la serie se realiz¨® sin obst¨¢culos
Durante los preparativos del rodaje di casualmente con el libro de un acad¨¦mico franc¨¦s que recorri¨® Argelia tras la conquista de sus territorios saharianos, una obra en la que, con el prop¨®sito de mostrar la supuesta superioridad del colonizador y la inferioridad de los ind¨ªgenas, reproduce una carta, que califica desde?osamente de ¡°curiosa¡±, destinada al mando militar del lugar y que en raz¨®n de su belleza y dignidad ins¨®litas inclu¨ª en mi ensayo Los ibad¨ªes del S¨¢hara:
¡°Vosotros dec¨ªs, oh franceses, que vuestros abuelos murieron y no os comunic¨¢is con ellos. Nosotros, musulmanes, decimos que, aunque su carne y sus huesos se descompongan en la tierra, nuestros ascendientes viven y velan por sus hijos: son como el le¨®n en el bosque que cuida de s¨ª y de su territorio y devora a quien le quiere atacar. Nuestros antepasados os dicen: el Gobierno que aliste a un solo ibad¨ª en su ej¨¦rcito perecer¨¢. Esta carta no emana de sabios ni de jefes ni de ricos ni de funcionarios. Es obra de d¨¦biles, enfermos y cuerpos descompuestos bajo tierra. Los cre¨¦is muertos y viven junto a Dios¡±.
En una reuni¨®n con el consejo de ancianos de la comunidad, a fin de evitar incidentes en el rodaje, cit¨¦ la existencia de esta misiva y uno de los presentes exclam¨®: ¡°?Mi abuelo!¡±. Mi interlocutor, que s¨®lo conoc¨ªa de o¨ªdas el env¨ªo de dicho texto an¨®nimo, ignoraba su reproducci¨®n en una obra destinada a exaltar la ¡°misi¨®n civilizadora¡± de Francia en Argelia, y gracias a este episodio y a la mezcla de asombro y alegr¨ªa que produjo fuimos autorizados a filmar en el interior de una de las mezquitas la oraci¨®n de los fieles y la distribuci¨®n de d¨¢tiles a los mismos, algo que la televisi¨®n argelina no ha conseguido nunca.
En Argelia filmamos en el interior de una mezquita la oraci¨®n de los fieles y la distribuci¨®n de d¨¢tiles
En el pa¨ªs que tropezamos con mayores cortapisas fue el Egipto de Mubarak (pienso que en el del mariscal Al Sisi ser¨ªan las mismas o a¨²n m¨¢s abruptas). Un par de a?os antes del rodaje hab¨ªa publicado en este peri¨®dico el relato de mi visita al cementerio cairota de Al Qarafa, la conocida popularmente como la Ciudad de los Muertos, en el que evocaba mis sucesivas aproximaciones a ella y al mill¨®n de habitantes que acoge en conmovedora intimidad con sus difuntos junto a los mausoleos de grandes poetas ¨¢rabes como Rabia al Adawiyya y Omar Ibn al-Farid o la c¨¦lebre cantante Um Kalthum. Lo que para m¨ª era una celebraci¨®n del lugar fue interpretado, ?ay!, por el agregado de prensa de la Embajada de Egipto en Madrid como ¡°un grave atentado a la imagen tur¨ªstica¡± de su pa¨ªs y, en raz¨®n de ello, el rodaje de D¨ªptico urbano, dedicado a la capital cairota y a su inmensa necr¨®polis, fue objeto de una censura estricta. Un obtuso funcionario del Ministerio de Informaci¨®n segu¨ªa estrechamente nuestros pasos y nos imped¨ªa filmar a su arbitrio, tanto en la ciudad como en el cementerio. En el brete de filmar algo para cumplir con nuestro presupuesto y programa, fotografiamos a escondidas la ca¨®tica superposici¨®n de barracas edificadas en las terrazas de los edificios que avist¨¢bamos desde el acechadero de nuestro hotel: el mar de miseria que se extiende sin l¨ªmites, y esto era precisamente lo que nuestro lamentable guardi¨¢n intentaba evitar. La arbitrariedad y el despotismo que se suceden hasta hoy en Egipto se desvelaron as¨ª en toda su crudeza. Me acord¨¦ luego del gran viajero y ge¨®grafo tangerino Ibn Batuta y del diagn¨®stico pol¨ªtico de su capital: ¡°El militar tiraniza; el pueblo sufre; pero los poderosos no se resienten de ello y la m¨¢quina anda como puede¡±. El resumen era perfecto y esto es lo que, entre otras muchas cosas, quer¨ªa mostrar Alquibla.
Juan Goytisolo es escritor. Fue el responsable del guion y la presentaci¨®n de la serie de televisi¨®n Alquibla.
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