Teor¨ªa y realidad de la ley contra el fumador
Quiz¨¢ no por entero, pero en aspectos importantes la "Ley 42/2010, de 30 de diciembre, por la que se modifica la Ley 28/2005, de 26 de diciembre, de medidas sanitarias frente al tabaquismo", etc¨¦tera, etc¨¦tera, es un golpe bajo a la libertad, una muestra de estolidez y una vileza. Vayamos, brev¨ªsimamente, por partes, y en cada una con solo un par de calas.
Golpe bajo. Dejemos de lado que no pocos de los argumentos contra el tabaco carecen de rigor cient¨ªfico y son simple fruto del desconocimiento, por las actuales insuficiencias de la investigaci¨®n. (Como cuando hace unos a?os el aceite de oliva se consideraba malo para el colesterol y se exclu¨ªa de la "sana dieta mediterr¨¢nea" en la que hoy tanto se ponderan sus virtudes). Concedamos asimismo que la prohibici¨®n de fumar en muchos lugares p¨²blicos es una medida juiciosa. En muchos, s¨ª, bien est¨¢, pero ?en todos?
Es un golpe bajo a la libertad, una muestra de estolidez y una vileza
A los fumadores en ejercicio se les veta la entrada en multitud de sitios, mientras a nadie se le fuerza a ir a los bares o restaurantes que aquellos elijan. ?Cu¨¢l es el problema para que los fumadores -clientes, dependientes y due?os- dispongan de lugares en que los no fumadores sean libres de no entrar? Cada uno puede hacer de su capa un sayo: contra su voluntad no hay por qu¨¦ protegerlo de vagos peligros. M¨¢s de las tres cuartas partes de los espa?oles da por buena la existencia de locales para fumadores. La ley de marras es una efectiva restricci¨®n de la libertad y un estorbo a la conllevancia.
Estolidez. Los redactores de la ley confirman clamorosamente la opini¨®n que de los pol¨ªticos tiene la mayor¨ªa de los ciudadanos. La torpeza preside en especial la lista de espacios vedados al tabaco. Es patente que el legislador ha ido se?al¨¢ndolos a voleo, seg¨²n se le pasaban por la cabeza, sin ninguna preocupaci¨®n por el orden y la congruencia.
El art¨ªculo s¨¦ptimo, as¨ª, cataloga los tales espacios desde la letra a hasta la equis. Al llegar a la erre menciona las "Estaciones de servicio y similares". A continuaci¨®n, en la ese, introduce una disposici¨®n universal y omnicomprensiva: "Cualquier otro lugar en el que, por mandato de esta ley o de otra norma o por decisi¨®n de su titular, se proh¨ªba fumar". Parece que ah¨ª debiera acabarse la cosa. Pero no, el inventario vuelve a la enumeraci¨®n particular: "Hoteles, hostales y establecimientos an¨¢logos", etc¨¦tera, etc¨¦tera. Para acabar majestuosamente: "En todos los dem¨¢s espacios cerrados de uso p¨²blico o colectivo". En comparaci¨®n, la enciclopedia china de Borges es un modelo de l¨®gica: "Los animales se dividen en a/ pertenecientes al Emperador, b/ embalsamados, c/ amaestrados, d/ lechones...".
De las luces que exhiben los parlamentarios reos del texto baste solo otro esp¨¦cimen: seg¨²n el art¨ªculo octavo, quien en un hotel quiera el desayuno en su habitaci¨®n de fumador tendr¨¢ que salir de ella para que el camarero se lo sirva y que volver a entrar cuando el camarero salga.
Vileza. Domina la ley el esp¨ªritu persecutorio, en un horizonte de entredichos y busca de culpabilidades ("incluso en los supuestos de infracciones cometidas por menores"), de aliento a la intolerancia y la discordia, y de cerraz¨®n sectaria a la realidad de la vida y de los hombres.
En la Espa?a de otros tiempos se llamaba mals¨ªn al que "de secreto avisa a la justicia de algunos delitos con mala intenci¨®n y por su propio inter¨¦s". Es un hecho que la ley y las incitaciones de la ministra de Sanidad est¨¢n abriendo ya la puerta a los malsines. Nada tan f¨¢cil como la delaci¨®n movida por conveniencias innobles, inquinas o malhumores, y an¨®nima o presentada con una falsa identidad: no hay m¨¢s que enviarla a cualquiera de las diligentes webs que le dar¨¢n curso sin comprobar (as¨ª lo pregonan) "la veracidad de los datos expuestos por el denunciante". No se trata de una presunci¨®n: insisto, es ya un hecho.
Donde la actitud inquisitorial y el celo puritano se precipitan vertiginosamente hacia la vileza es en el nuevo art¨ªculo 7 c, que generaliza la interdicci¨®n en los "centros, servicios o establecimientos sanitarios, as¨ª como en los espacios al aire libre o cubiertos comprendidos en sus recintos". En ning¨²n otro sitio estar¨ªa m¨¢s justificado que ah¨ª fijar lugares y excepciones para fumar (tambi¨¦n marihuana). Pero los padres de la patria, hijos de moralinas abstractas y hu¨¦rfanos de toda comprensi¨®n humana, desprecian las personas y las situaciones reales.
En las c¨¢rceles y en los psiqui¨¢tricos est¨¢ autorizado fumar "en las zonas exteriores" o en "salas cerradas habilitadas al efecto". A los viejos y discapacitados se les permite en las ¨¢reas ad hoc de los asilos, aunque de ning¨²n modo al aire libre ni en sus habitaciones. Con los enfermos hospitalizados no hay la m¨ªnima complacencia. A los padecimientos que comporta verse en tal situaci¨®n, el legislador a?ade, ensa?¨¢ndose, la tortura de la abstinencia. "?Qu¨¦ esc¨¢ndalo -debe de juzgar-, satisfacer los bajos apetitos de un paciente terminal -de c¨¢ncer de pulm¨®n, pongamos- que no piensa en otra cosa que en echarse unos pitillos!". Con absoluta desestima de los datos, de la voluntad y el sufrimiento ajenos, sacrifica al individuo cercano en el altar de un remoto ideal gen¨¦rico. L¨ªbrenos Dios de los altos principios.
P.S. En mi vida he fumado un solo cigarrillo.
Francisco Rico es miembro de la Real Academia Espa?ola.
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