Paisaje despu¨¦s del deshielo
El 90? cumplea?os de Fidel Castro, celebrado entre v¨ªtores y culto a la personalidad, tiene todas las trazas de ser su despedida. Varias generaciones de cubanos no conf¨ªan ya en las promesas pol¨ªticas y prefieren abandonar la isla
La ni?a llora en la cuna y la madre le canta para consolarla. Tiene apenas tres meses de nacida y se llama Michelle, como la esposa de Barack Obama. Esta peque?a habanera, que todav¨ªa lacta y duerme la mayor parte del d¨ªa, vino al mundo despu¨¦s del armisticio: es hija de la tregua entre los Gobiernos de Cuba y de Estados Unidos. Una criatura sin fobias ideol¨®gicas ni odios en su horizonte.
Otros art¨ªculos de la autora
En los libros de historia que leer¨¢n los contempor¨¢neos de Michelle, estos meses posteriores al 17 de diciembre de 2014 quedar¨¢n en unas pocas l¨ªneas. En esos res¨²menes hechos a posteriori primar¨¢ el tono optimista, como si toda la isla, varada por d¨¦cadas a un lado de la carretera, hubiera retomado desde ese momento el rumbo, puesto el pie en el acelerador y recuperado el tiempo perdido. Pero, para muchos, vivir la reconciliaci¨®n es menos heroico y grandilocuente que protagonizar una batalla.
El proceso que los analistas comparar¨¢n un d¨ªa con la ca¨ªda del muro de Berl¨ªn y quiz¨¢s definan con nombres rimbombantes como el fin del tel¨®n de az¨²car, la muerte de la Revoluci¨®n o el momento en que estall¨® la paz, pierde ahora brillo, enfrentado a la desgastante cotidianidad. La tregua, eso s¨ª, apacigu¨® el ruido de las consignas y ha permitido que se escuche el persistente zumbido de las carencias y de la falta de libertad.
Aquella jornada en que los presidentes de Cuba y de Estados Unidos anunciaron el comienzo de la normalizaci¨®n de relaciones ha quedado ubicada cual punto en el pasado. Ser¨¢ referencia para historiadores y analistas, pero significa poco para quienes se enfrentan a la decisi¨®n de pasar el resto de la vida a la espera de que ¡°esto se arregle¡± u optar por la escapada hacia cualquier conf¨ªn del mundo.
El cisma que cre¨® el liderazgo autoritario enfrentar¨¢ a las familias durante d¨¦cadas
El 17-D hizo crecer las aprensiones sobre el fin de la Ley de Ajuste Cubano. Dispar¨® la cifra de cubanos que desde ese momento y hasta la fecha han entrado a Estados Unidos a trav¨¦s de los puntos fronterizos y que ha llegado a 84.468, mientras que otros 10.248 lo han intentado cruzando el mar. La popular e ir¨®nica frase de que el ¨²ltimo que se vaya de la isla ¡°apague el Morro¡± de La Habana, cobra tintes de dram¨¢tico presagio ante esos n¨²meros.
?Por qu¨¦ no se quedan en el pa¨ªs si el deshielo promete una vida mejor o al menos una relaci¨®n m¨¢s fluida y provechosa con Estados Unidos? Porque el 17-D lleg¨® tarde para muchos, entre ellos las varias generaciones de cubanos que debieron romper lanzas contra el vecino del Norte, gritar consignas antiimperialistas durante la mayor parte de su vida y secundar al comandante en jefe en su batalla personal contra la Casa Blanca. No conf¨ªan en las promesas, porque han visto muchos pron¨®sticos positivos que quedaron solo en el papel y en la m¨ªstica de un discurso, pero no influyeron sobre los platos ni en los bolsillos.
Despu¨¦s de la prolongada escaramuza de m¨¢s de medio siglo entre 11 Administraciones norteamericanas y dos gobernantes cubanos con el mismo apellido, a la naci¨®n le ha llegado el cansancio. La adrenalina de la batalla ha cedido al hast¨ªo y a una pregunta que se abre paso en la mente de millones de cubanos: ?todo fue para esto?
Convencer de que valieron la pena las confiscaciones de empresas estadounidenses, los insultos diplom¨¢ticos, el concubinato con la Uni¨®n Sovi¨¦tica y tantas caricaturas que ridiculizaban a Nixon, Carter, Reagan y Bush, resulta dif¨ªcil incluso para una propaganda oficial que controla todos los diarios, estaciones de radio y canales televisivos del pa¨ªs.
La bandera estadounidense izada hace justo un a?o, el 14 de agosto de 2015, en la Embajada de Estados Unidos en La Habana, puso punto final a una era de trincheras y dej¨® al eterno soldado que ha sido el Gobierno cubano con el Kal¨¢shnikov a¨²n caliente y una marcada incapacidad para vivir en tiempos de paz. Est¨¢ preparado para la confrontaci¨®n pero su inoperancia queda en evidencia en tiempos de armisticio. En su retiro de convaleciente, Fidel Castro observa c¨®mo el pa¨ªs que molde¨® a su imagen y semejanza se le va de las manos. El hombre que control¨® cada detalle de la vida de los cubanos, no puede influir en la manera en que ser¨¢ recordado. Algunos se apuran a endiosarlo; otros afilan los argumentos para el desmontaje de su mito, y la gran mayor¨ªa lo olvida en vida: lo sepulta a¨²n respirando.
La normalizaci¨®n significa poco para quien no quiere esperar m¨¢s a que ¡°esto se arregle¡±
Los ni?os que han nacido desde el 31 de julio de 2006, en que se anunci¨® la enfermedad del m¨¢ximo l¨ªder, solo han visto al expresidente en fotos o materiales de archivo. Son los que no tendr¨¢n que declamar versos encendidos frente a ¨¦l en alg¨²n acto patri¨®tico, ni formar parte de los experimentos sociales que salgan de la materia gris que cubre bajo su gorra verde olivo. Habitan la era posfidelista, lo cual no quiere decir que se hayan librado totalmente de su influencia.
Por d¨¦cadas, el cisma que ha causado el liderazgo autoritario de este hijo de gallego, nacido en el oriental poblado de Bir¨¢n, dividir¨¢ a los cubanos y enfrentar¨¢ a las familias. La estela de la crispaci¨®n que ha agregado a la identidad nacional, otrora desenfadada, se extender¨¢ por largo tiempo. Habr¨¢ un antes y un despu¨¦s de Castro, para los seguidores del credo de la tozudez pol¨ªtica que ha cultivado, pero tambi¨¦n para quienes respiren aliviados cuando ya no est¨¦.
El 90? cumplea?os del m¨¢ximo l¨ªder, celebrado este 13 de agosto entre v¨ªtores y una buena dosis de culto a la personalidad, tiene todas las trazas de ser su despedida. Ahora sus propios familiares m¨¢s cercanos deben estar explorando el calendario para elegir la fecha en que se anuncie el funeral, porque un muerto tan grande no cabe en cualquier d¨ªa. As¨ª que seleccionar¨¢n una jornada que no est¨¦ ocupada por el recuerdo de alguna ofensiva en la que particip¨®, una obra que inaugur¨® o alg¨²n largu¨ªsimo discurso con el que hipnotiz¨® a la audiencia.
No har¨¢ falta, en este caso, desconectar aparatos ni dejar de administrar medicamentos. Para decirle el adi¨®s definitivo bastar¨¢ con darle su justa medida humana. Olvidar todos aquellos ep¨ªtetos que lo ensalzaban como ¡°padre de todos los cubanos¡±, ¡°visionario¡±, ¡°impulsor de la medicina¡± en la isla, ¡°modelo de periodista¡±, iniciador de la ¡°voluntad hidr¨¢ulica¡±, ¡°eterno guerrillero¡±, ¡°constructor mayor¡± y un largu¨ªsimo etc¨¦tera de t¨ªtulos grandilocuentes que se han escuchado en los d¨ªas previos a su cumplea?os.
Fidel Castro y Michelle, la peque?a beb¨¦ que naci¨® tras la visita de Barack Obama a la isla, estar¨¢n juntos en los libros de historia. ?l quedar¨¢ atrapado en el volumen dedicado al siglo XX, aunque haya hecho todo lo posible por colar su nombre en cada p¨¢gina dedicada a esta naci¨®n. Ella protagonizar¨¢, junto a otros millones de cubanos, un cap¨ªtulo sin cruentas batallas diplom¨¢ticas ni enfrentamientos est¨¦riles.
Yoani S¨¢nchez es periodista cubana y directora del diario digital 14ymedio.
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