Nacho Dean, el hombre que dio la vuelta al mundo a pie
CUENTA NACHO Dean que no hay nada m¨¢s bello en este mundo que una noche estrellada en el desierto de Atacama. Lo dice despu¨¦s de atravesar cuatro continentes, tras tres a?os dedicados a sentir el planeta bajo sus pies. Es en esa ¨¢rida tierra chilena enclavada entre el oc¨¦ano Pac¨ªfico y la cordillera de los Andes donde qued¨® absorto mirando al cielo, embrujado ante lo maravillosa que puede llegar a ser la naturaleza, esa naturaleza que le estaba llamando, la que le invit¨® a emprender el viaje de su vida.
El cielo pesa cuando cae la noche en Atacama. Es tal la cantidad de estrellas que se ven, tal la densidad de la V¨ªa L¨¢ctea, que a uno le cuesta creer que lo que est¨¢ viendo es posible. ¡°Cuando miras ese cielo piensas que no estamos solos en este mundo¡±.
Desprenderse de todo. Quedarse con lo que cabe en una mochila. Lanzarse a recorrer el mundo. Un sue?o. Cumplido.
Hace ya tres meses que regres¨®. Ha aprovechado el mes de julio para encerrarse en un h¨®rreo rehabilitado de Cuitu de Siero, un peque?o pueblo de Asturias, para escribir el libro que narrar¨¢ su periplo por el mundo. Lo publicar¨¢ en 2017 con la editorial Planeta.
Nacho Dean ha gastado doce pares de zapatillas y ha perdido ocho kilos de peso dando la vuelta al mundo a pie.
Emprendi¨® su ambiciosa aventura, en la que se ha pulido doce pares de zapatillas y ha perdido ocho kilos de peso, para cumplir un sue?o. Un sue?o de naturaleza, de vida, de experiencias. Le gusta viajar, le gusta escribir, le gustan los deportes de riesgo, la fotograf¨ªa. Una de las ¨²ltimas im¨¢genes que colg¨® en earthwidewalk.org, la web en la que ha ido narrando sus peripecias, fue la de la improvisada rueda de prensa que ofreci¨® en el kil¨®metro cero de la madrile?a Puerta del Sol el pasado 20 de marzo, el d¨ªa de la llegada, de los abrazos, del ¡°enhorabuena Nacho¡±, del ¡°la que has liado¡±, del ¡°no lo has pasado muy mal con lo guapo que vienes¡± que le espetaban entre v¨ªtores los transe¨²ntes que acud¨ªan a recibirle. El caminante malague?o respondi¨® en cuclillas a las preguntas de los periodistas, en el suelo. Como si no quisiera perder el pulso del planeta.
Su viaje contiene un mensaje; una llamada de atenci¨®n ante la degradaci¨®n del medioambiente que est¨¢ generando nuestro modo de vida. Por eso bautiz¨® su aventura como Earthwidewalk, marcha mundial por la naturaleza y el planeta Tierra.
¡°Necesitaba ir sin prisas, con otro tiempo, conectar con la naturaleza, sentir la libertad de dormir donde toque, donde sea¡±. A sus 35 a?os, Nacho Dean sabe que su impulso fue una peque?a locura, ¡°una pedrada¡±, como le gusta decir a ¨¦l.
La semilla de esa pedrada se present¨®, c¨®mo no, entre las piedras del camino, andando. Fue en febrero de 2011, cuando recorr¨ªa la variante francesa del Camino de Santiago. Llevaba dos semanas de pateo en solitario y empez¨® a acariciar la idea de dejarlo todo atr¨¢s. En el retrovisor quedar¨ªa el trabajo de socorrista en la comunidad de vecinos de Villaverde, el sueldo de 1.600 euros, la casa en el barrio de Legazpi, todo.
Al fin y al cabo, estaba m¨¢s que vacunado contra el desarraigo. Hijo de marino mercante, estaba acostumbrado a itinerar de un sitio para otro. Vivi¨® en m¨¢s de 40 localidades a lo largo de los 20 a?os que convivi¨® con sus padres y su hermana. ¡°Soy propenso a viajar, tengo facilidad para vivir con poco. No me apego demasiado a las cosas¡±.
Un a?o y tres meses despu¨¦s de aquella pedrada en el Camino de Santiago, en el verano de 2012, tom¨® la decisi¨®n. ¡°Se abri¨® una semilla en mi cabeza que fue creciendo¡±. Una vez decidido, el periodo de gestaci¨®n del viaje fue de lo m¨¢s natural, nueves meses de preparativos.
?Qu¨¦ llevarse para semejante viaje? Lo que cupiese dentro de Jimmy, que recibi¨® bautizo en la soledad de la traves¨ªa del desierto de Australia, un carro de 12 kilos de peso para beb¨¦s en el que llevaba una carga de 25 kilos: tienda de campa?a, saco de dormir de invierno, esterilla hinchable, tres calzoncillos, tres pares de calcetines, tres pantalones, navaja multiusos, ant¨ªdoto para las mordeduras de serpientes, kit de camping gas¡ Y una arm¨®nica. Adem¨¢s, por supuesto, los instrumentos que le permitir¨ªan contar su viaje: el ordenador port¨¢til y la c¨¢mara de fotos.
A la hora de apostar por un tel¨¦fono m¨®vil, no quiso uno inteligente, la bater¨ªa aguanta poco, es una golosina que te pueden querer robar. El 21 de marzo de 2013 sali¨® con una blackberry en el bolsillo. El 20 de marzo de 2016 regresaba a la Puerta del Sol de Madrid con un tel¨¦fono peruano marca Azumi que le cost¨® 10 euros. Fue el que se compr¨® despu¨¦s del atraco en Per¨², uno de los episodios m¨¢s duros del viaje.
Ocurri¨® en las calles del Callao, cerca de Lima, en una zona en la que a la polic¨ªa le cuesta adentrarse, en diciembre de 2014. Una noche, caminando por una zona peligrosa, tres tipos lo agarraron por la espalda, meti¨¦ndole las manos en los bolsillos. Le robaron la c¨¢mara de fotos, el m¨®vil y un caleidoscopio que le hab¨ªa regalado una amiga. Sali¨® vivo del forcejeo, pero con el pantal¨®n rajado. ¡°Hasta que te sucede, te crees invulnerable. Hasta ese momento, viaj¨¦ tocado por una varita m¨¢gica¡±. Llevaba un a?o y nueve meses de viaje a sus espaldas.
Su periplo ha estado marcado por el n¨²mero 21. El 21 de marzo de 2013 sali¨® de Madrid. El aspecto que ofrec¨ªa aquella ma?ana, pelo corto, cara despejada, acompa?ado de una de las personas que m¨¢s le han apoyado en su aventura, su amiga Paz Sufrategui, poco tiene que ver con su actual poblada barba y su melena, recogida en una coleta.
Cuatro meses m¨¢s tarde, el 21 de julio, cerraba el tramo europeo (Espa?a, Francia, Italia, Eslovenia, Croacia, Serbia, Bulgaria) e iniciaba desde Turqu¨ªa el asalto al continente asi¨¢tico (Georgia, Armenia, Ir¨¢n, India, Nepal, Bangladesh, Tailandia, Malasia, Singapur, Indonesia), la prueba de fuego del viaje, la fase en la que comprobar¨ªa si aquello era una locura o era posible.
Superado el trance, el 21 de abril de 2014 daba el salto a Australia ¨Cen avi¨®n, ha tomado siete en tres a?os-, donde encontr¨® la aventura libre y salvaje que iba buscando. All¨ª, mientras atravesaba el desierto, estuvo doce d¨ªas totalmente desconectado del mundo, para disgusto de su madre, Maite Moulia¨¢, con la que sol¨ªa hablar todas las semanas y que a¨²n recuerda aquellos doce largos d¨ªas en que no supo nada de ¨¦l. En las ant¨ªpodas registr¨® la mayor caminata en una sola jornada: 86 kil¨®metros del tir¨®n, su r¨¦cord.
El 21 de febrero de 2016 cerraba la etapa m¨¢s larga, la americana: tard¨® a?o y medio en atravesar el continente de sur a norte (Chile, Bolivia, Per¨², Ecuador, Panam¨¢, Costa Rica, Nicaragua, Honduras, El Salvador, M¨¦xico, Estados Unidos). Tan dura result¨® la fase americana que incluso le llev¨® a desistir de abordar el quinto continente que ten¨ªa previsto en su hoja de ruta inicial.
Dean renunci¨® a cruzar ?frica, fundamentalmente, por dos razones: porque en la etapa americana se dio cuenta de lo vulnerable que puede llegar a ser una persona arrastrando un carrito en seg¨²n qu¨¦ lugares del mundo; y porque ya andaba pelado de presupuesto ¨Csali¨® con los 3.000 euros de sus ahorros y, aunque a lo largo del viaje fue recaudando fondos de amigos hasta contar con unos 24.000, el presupuesto de 20 euros al d¨ªa, en ausencia de patrocinadores, tampoco dio para mucho¨C.
¡°He puesto la vida en juego varias veces¡±, dice serio, recordando los d¨ªas duros. ¡°Cruzar determinados pa¨ªses en el medio de transporte m¨¢s lento, donde no hay una puerta que cerrar si te persiguen, es querer morir; y adem¨¢s de la delincuencia, hay otros peligros: la fauna, los rayos¡±.
Hubo tres pa¨ªses que renunci¨® a cruzar por motivos de seguridad: Pakist¨¢n, Colombia y Guatemala.
Solo, sin coches de asistencia, sin seguro m¨¦dico internacional, sin GPS. Sin red. Nacho Dean ha dado la vuelta al mundo, lo que se dice, a pelo. Le mordieron tres perros. Suerte que solo enferm¨® gravemente en Chiapas, donde contrajo la fiebre chicungunya, que le dej¨® postrado seis d¨ªas en Oaxaca con 41 grados de fiebre.
El asalto en la calles del Callao, en Per¨², fue un primer aviso. El segundo lleg¨® en El Salvador. Se cruz¨® en su camino un grupo de chicos pertenecientes a las temibles maras ¨Cprobablemente, los Salvatrucha, dice-, machete en mano en una carretera perdida en la zona de Zacatecoluca.
-¡°Hijo puta, para all¨ª y dame todo lo que lleves¡±, le dijo uno de ellos
-¡°No te voy a dar nada¡±, les respondi¨®, ech¨¢ndose a un lado.
La jugada le sali¨® bien, consigui¨® zafarse. Llam¨® a la embajada espa?ola en El Salvador y durante dos d¨ªas, camin¨® escoltado por la polic¨ªa.
El episodio de los hombres armados con machetes volvi¨® a repetirse, como una pesadilla, en M¨¦xico, entre Veracruz y Tabasco. Pero esta vez, los tipos echaron a correr, persigui¨¦ndole carretera abajo. ¡°?No corras, te vamos a seguir!¡±, le gritaban, blandiendo sus machetes en el aire. Hubo un momento en que estuvo a punto de soltar a Jimmy ¨C ¡°que le den al pasaporte, al dinero y al ordenador¡±, pens¨®-, pero al final, uno a uno, sus tres perseguidores se fueron quedando sin fuelle.
¡°Esa fue la gota que colm¨® el vaso¡±, recuerda. ¡°?Qu¨¦ necesidad tengo yo de acabar con mi vida!¡±, se dijo. La idea de saltarse la etapa africana ven¨ªa tomando fuerza desde hac¨ªa unos meses. El susto de M¨¦xico fue el detonante que la refrend¨®.
Entre los momentos dif¨ªciles de su vuelta al mundo est¨¢ tambi¨¦n el atentado de Daca, Bangladesh, en diciembre de 2013. Escuch¨® una explosi¨®n al final de una avenida en la que estaban estacionados unos tanques de la ONU. Se agach¨®, vio gente corriendo en todas las direcciones, y se produjeron otras cuatro explosiones m¨¢s, que cada vez sonaban m¨¢s cerca ¨C ¡°te acuerdas de tu madre, te pasa la vida por delante¡±-. Pero su viaje tambi¨¦n est¨¢ plagado de momentos maravillosos y de personajes de contorno imborrable. Como aquel director general de la polic¨ªa en la India, Udayan Parmar, un hombre con bigotito fino, repeinado, como un actor de los a?os veinte, que no solo le acogi¨® una noche en su casa, donde le sirvieron la cena en bandeja, sino que hizo posible que cruzara el pa¨ªs aloj¨¢ndose en fortalezas en medio de la selva o en cuarteles generales de la polic¨ªa con tan solo marcar su n¨²mero de tel¨¦fono ¨Cde las 1.100 noches de viaje, ha dormido unas 800 en tienda de campa?a, a la intemperie-. Como Avelino, el ind¨ªgena de 70 a?os, hombre bajito y curtido que constru¨ªa balsas Kon-Tiki cerca del lago Titicaca, en Bolivia. Como Sim¨®n, el refugiado sirio con el que se encontr¨® en Armenia, quien viajaba con sus dos hijos y su mujer, huyendo del horror de Alepo.
En su paseo por el planeta se encontr¨® con cuatro grandes caminantes -un rumano, un franc¨¦s, un japones y un ingl¨¦s-, pero ninguno de ellos daba la vuelta al mundo, cada uno hab¨ªa elegido patearse un continente. Cuenta que no existe un registro exhaustivo de personas que han dado la vuelta al mundo, pero se sabe de m¨¢s de media docena de personas que han hecho algo similar ¨Centre ellos, el canadiense Jean B¨¦liveau, que camin¨® durante once a?os -.
Para entrar en el libro de los r¨¦cords Guiness, explica, hay que haber tocado dos puntos de las ant¨ªpodas, cosa que ¨¦l no ha hecho, y que tampoco le preocupa. El suyo ha sido un viaje concebido como un reto personal y como una forma de llamar la atenci¨®n sobre la necesidad de cuidar el planeta, no como una marca a batir. ¡°El calentamiento global es absolutamente cierto. Recorriendo el mundo a pie he podido ver c¨®mo son los ecosisitemas de cada pa¨ªs. En Malasia no llueve en la ¨¦poca de los monzones, en Nepal la gente vive en vertederos, la selva peruana est¨¢ vendida al capital extranjero. Estamos destrozando el planeta. Hay que cuidar la casa en la que vivimos¡±.
Experiencias sensoriales, tampoco le faltaron. Uno de los momentos intensos fue el d¨ªa en que, en Lima, junto a una amiga y dos chamanes, prob¨® la ayahuasca, bebida alucin¨®gena con sabor a tierra con la que uno, se supone, realiza un viaje al interior de s¨ª mismo que puede resultar tan revelador como peligroso. A Nacho Dean no le caus¨® ninguno de estos efectos: ¡°Yo ya llevaba dos a?os dando la vuelta al mundo, ya hab¨ªa ordenado todas las piezas en mi cabeza¡±.
Su viaje no naci¨® de la necesidad de superar ning¨²n trauma, explica. Naci¨® de su disconformidad con el modo en que funciona el mundo, con las trampas del sistema capitalista, con la codicia que arrasa monta?as. ?l decidi¨® canalizar esa energ¨ªa en un viaje que le permitiese difundir un mensaje, el de la necesidad de cuidar el planeta.
Su madre, Maite Moulia¨¢, dice que Nacho Dean siempre destac¨® por ser una persona con las ideas claras. ¡°Ya de peque?o era muy coherente, algo que no era normal en chicos de su edad; era muy responsable y muy buen estudiante¡±. Su prima, la actriz Elisa Muli¨¢a, conocida por su personaje de Irene en la serie ?guila Roja, admira la valent¨ªa de su primo y confiesa que le ha encontrado muy cambiado a su regreso: ¡°Se fue como un ni?o y ha vuelto como un hombre¡±.
Dice que era muy feliz al partir y que tambi¨¦n lo ha sido al llegar. Ha aprendido que uno tiene el poder de crear su propia realidad, de trazar su camino: ¡°Cuando lo ves, te das cuenta de que en realidad tenemos superpoderes¡±.
Las horas se le escurren entre los dedos desde que volvi¨®. De pronto ya no hay tiempo para nada, los d¨ªas vuelan. Ya est¨¢ con ganas de volver a embarcarse en una nueva aventura. Tiene varias en la cabeza.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.
Sobre la firma
![Joseba Elola](https://imagenes.elpais.com/resizer/v2/https%3A%2F%2Fs3.amazonaws.com%2Farc-authors%2Fprisa%2F351272bd-fef7-4ba9-913d-0d565ff13004.jpg?auth=7faed8d680c0fe2da69fedcf679f0259cfddaefd54940f1ef6df5a4517f96fd0&width=100&height=100&smart=true)