Da Dong (Junior) y las ¡°barbacoas¡± de Mongolia
El restaurante se llama Kao Rou Ji y seg¨²n me aseguraron lleva abierto m¨¢s de cien a?os. Se encuentra al lado del puente Yinding (lingote de oro) en el angosto canal que une los lagos de Qianhai y Houai, un rinc¨®n de Pek¨ªn particularmente tur¨ªstico.
Nos llev¨® a conocerlo Shao Bo, hijo del famoso chef y empresario Da Dong cuyo imperio hostelero contin¨²a imparable.
¡°?Conoc¨¦is las barbacoas al estilo de Mongolia?¡±, nos pregunt¨® la v¨ªspera durante nuestro almuerzo en el restaurante de su padre junto al Estadio de los Trabajadores. ¡°Merece la pena. Sus propietarios son de Inner Mongolia y sus asados divertidos. Hacen cocina de influencia musulmana, carnes sacrificadas seg¨²n el rito halal, por supuesto.¡±
Subimos hasta la tercera planta de aquel local repleto de clientes y nos pasaron a un reservado con la cl¨¢sica mesa china de bandeja giratoria. Ning¨²n rastro de barbacoa ni nada parecido. Nos fueron colocando varios platos para compartir y comenzamos a probarlos girando la rueda: callos blancos con toques de cilantro; fiambre de lengua de cordero; setas fr¨ªas con ali?o agridulce; pasta de h¨ªgado de cordero con tofu; esp¨¢rragos verdes al vapor; carne de vaca guisada y un tub¨¦rculo desconocido con caramelo de soja. Casi todos bastante buenos. Para beber agua, cerveza y t¨¦ de jazm¨ªn. De cerdo nada, por razones obvias.
Llev¨¢bamos quince minutos disfrutando de aquel almuerzo con cierta extra?eza cuando una camarera nos invit¨® a pasar a la habitaci¨®n contigua. De golpe la temperatura salt¨® de los 22?C del aire acondicionado a probablemente 40?C. A la vista un grueso tocho circular de hierro fundido que desprend¨ªa altas temperaturas desde el hogar inferior en el que ard¨ªan troncos de le?a.
Al risue?o cocinero chino con traje de calle que acompa?aba a Shao Bo y al oficiante de la casa les falt¨® tiempo para explicarnos con gestos de euforia c¨®mo iba a ser la ceremonia. Ninguna de las banquetas que rodeaban aquella plancha infernal eran para sentarse, sino para apoyar uno de los pies y asegurar mejor nuestros movimientos.
Cuando vertimos encima los tazones repletos de trozos de cordero ya ali?ados una violenta humareda invadi¨® la estancia. La temperatura sub¨ªa por segundos mientras todos revolv¨ªamos con la ayuda de largu¨ªsimos palillos. Al cabo de tres minutos, entre la hilaridad general y nuestros aspavientos de sorpresa el cocinero a?adi¨® gajos de cebolla cruda y algunas hierbas. Varias vueltas r¨¢pidas al conjunto y, al cabo de cinco minutos, la carne estaba hecha. Pasamos porciones a cuencos individuales y comenzamos a probarla con otros palillos, siempre de pie soportando temperaturas del averno. Afortunadamente, el cordero estaba buen¨ªsimo.
Con otras porciones de carne nos preparamos el segundo plato, un panecillo redondo que rellenamos con aquel asado, una suerte de hamburguesa excelente. Finalmente, el cocinero agrup¨® la carne restante en el centro, casc¨® huevos de codorniz encima y coloc¨® sobre cada uno peque?os tazones a modo de campana para que se hicieran con el vapor de la propia carne. Con los huevos y la carne mont¨® el tercer y ¨²ltimo plato del que dimos buena cuenta antes de retornar al comedor contiguo. Hab¨ªan transcurrido menos de dos horas cuando, felices por la experiencia, nos est¨¢bamos despidiendo de Shao Bao y su amigo.
La barbacoa de Mongolia no es otra cosa que una manera singular de preparar carnes de cordero a la plancha (en absoluto barbacoa), donde los comensales participan en la elaboraci¨®n y comparten la comida. Algo informal y divertido que los espa?oles en diferentes circunstancias y en otros muchos escenarios solemos hacer a diario.
Kao Rou Ji 14 Di an men wai avenue. Beijing (Pekin) Tel¨¦fono: 010-64042554
(Necesario reservar con tres d¨ªas de antelaci¨®n. Precio 50 euros por persona) S¨ªgueme en twitter: @JCCapel
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.