Juegos Ol¨ªmpicos y pol¨ªtica internacional
Cabe echar cuentas de las medallas que obtendr¨ªa un Reino Unido roto, la Uni¨®n Europea como conjunto o Catalu?a sola
Aunque el movimiento ol¨ªmpico pretende en sus principios fundamentales separar pol¨ªtica y deporte en los Juegos, los de R¨ªo, como manifestaci¨®n deportiva global, se prestan a una lectura pol¨ªtica. Nada nuevo, en realidad, bajo el sol: recu¨¦rdense los boicots de pa¨ªses en el marco de la Guerra Fr¨ªa o la matanza de deportistas israel¨ªes en M¨²nich 1972.
As¨ª pues, no es de extra?ar que se puedan extraer, junto a ense?anzas de autoayuda personal, lecciones de geopol¨ªtica de los Juegos reci¨¦n acabados, como reflejo que son en bastante medida del poder (blando) en las relaciones internacionales. Asoman en torno a la competici¨®n algunos de los flagelos de nuestro mundo: la amenaza del terrorismo, epidemias, el nacionalismo fan¨¢tico, el racismo, la corrupci¨®n, el machismo, el mercantilismo, la inquina entre vecinos, hasta el drama de los refugiados¡ La haza?a individual es capitalizada, a veces a pesar del propio h¨¦roe, por el dirigente pol¨ªtico de turno, especialmente cuando es autocr¨¢tico, de la misma forma que el fracaso puede acarrearle represalias a su regreso. Naturalmente, el deporte es hijo de la realidad socioecon¨®mica y cultural. Tambi¨¦n, como casi todo lo que nos rodea, est¨¢ envuelto en podredumbre y trampas ¡ªalgunas de Estado y sist¨¦micas¡ª que hacen dudar de los resultados y de los m¨¦ritos genuinos (a¨²n se est¨¢n ventilando casos de dopaje derivados de los Juegos de Pek¨ªn de 2008¡)
Pero hay tambi¨¦n im¨¢genes hermosas como ese selfie de una gimnasta norcoreana con otra vecina del sur; episodios reveladores del ascenso de la mujer y del black power en EE?UU y otros pa¨ªses, del idealizado esp¨ªritu ol¨ªmpico, de la superaci¨®n por el ser humano de nuevos retos, ayudado por la ciencia y la tecnolog¨ªa.
Desde luego, a la luz del medallero y tambi¨¦n de los iconos de los Juegos, la supremac¨ªa de EE?UU tiene la apariencia de ser duradera, desplazando de momento el G-2 deportivo y cultural con China: ?qui¨¦n a?ora sensatamente un Trump tambi¨¦n en este orden de cosas? En general, la propagada ¡°decadencia de Occidente¡± es infundada en este terreno. En realidad, los pa¨ªses emergentes han trasladado de alguna manera sus zozobras a la arena ol¨ªmpica. El caso de Brasil es llamativo: la organizaci¨®n por primera vez en Sudam¨¦rica (?y ojal¨¢ que puedan venir m¨¢s!) de unos Juegos Ol¨ªmpicos estaba llamada a escenificar su pujanza en el mundo. Sin embargo, aunque con luces, el magno acontecimiento ha coincidido y servido para resaltar algunas de sus miserias. Dada la incidencia del deporte en la ¡°marca pa¨ªs¡±, cabe, por otra parte, dudar de la capacidad de India, tan postergada en el cuadro de medallas, para convertirse en una superpotencia integral. Dada esta misma incidencia, hay que recalcar la importancia de los acuerdos y organismos internacionales para crear y garantizar una libre competencia entre los participantes a la hora de conseguir medallas (el oro tambi¨¦n se ha convertido a este respecto en un valor refugio internacional¡). Claro, en este tipo de casos podemos conjeturar y echar cuentas de los metales que obtendr¨ªa un Reino Unido desunido, una UE como competidora ¨²nica, una Catalu?a independiente¡ Alg¨²n pa¨ªs, como Kosovo, reivindica y publicita su identidad con una medalla de oro.
En cuanto a Espa?a, se sit¨²a en el medallero aproximadamente donde le corresponde como potencia media. Hemos podido percibir y disfrutar una Espa?a m¨¢s abierta y enriquecida con la mujer; que descubre en estas ocasiones el discreto encanto de la inmigraci¨®n en un contexto internacional de identidades m¨²ltiples; que ha superado tantos complejos de inferioridad at¨¢vicos; que busca en el deporte el afianzamiento de su unidad (en su misma diversidad) y de su autoestima como naci¨®n; que exhibe entre sus deportistas un estimable fair play. Claro, en algunas cosas enojosas, disciplinas no ol¨ªmpicas, como el empastillamiento de su poblaci¨®n y el enladrillamiento de su costa, Espa?a tambi¨¦n exhibe sus flaquezas como potencia mundial. Ahora que se tiende a clasificar casi todo, tambi¨¦n a los Estados seg¨²n los m¨¢s variados criterios, habr¨ªamos preferido objetivamente que Espa?a escalara puestos en las listas internacionales de desarrollo humano o de transparencia internacional. La maravillosa paradoja del deporte es que estas mejoras, siendo m¨¢s importantes que una medalla de oro en mariposa, no nos har¨ªan saltar euf¨®ricos de nuestros sillones o hamacas.
Javier Rold¨¢n Barbero es catedr¨¢tico de Derecho internacional p¨²blico y Relaciones internacionales de la Universidad de Granada.
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