Golpe bajo en Brasil

La destituci¨®n de la presidenta brasile?a, Dilma Rousseff, aprobada ayer por el Senado del pa¨ªs por 61 votos a favor y 20 en contra constituye un golpe bajo al funcionamiento institucional de un pa¨ªs que durante d¨¦cadas y con esfuerzo se hab¨ªa convertido en ejemplo de democracia consolidada para toda la regi¨®n.

Los partidos pol¨ªticos responsables del apartamiento han utilizado torticeramente un procedimiento de destituci¨®n previsto en la Constituci¨®n para casos extremadamente graves y lo han ajustado a juegos pol¨ªticos cortoplacistas sin importarles el da?o causado a la legitimidad democr¨¢tica. En una rep¨²blica presidencialista la destituci¨®n del Jefe del Estado es un hecho de extrema importancia, una excepci¨®n al sistema que permite al Parlamento revocar la voluntad popular y destituir a quien ha sido elevado directamente en las urnas a la m¨¢xima instituci¨®n de Estado. Por tanto, no puede ser utilizado m¨¢s que en casos excepcionales y de forma muy tasada so pena de crear una grave crisis pol¨ªtica e institucional.

Pero este no es el caso de Dilma Rousseff. Al ser imposible encontrar ninguna prueba de implicaci¨®n en el esc¨¢ndalo Lava Jato, una red de corrupci¨®n generalizada en la que est¨¢n implicados destacados miembros de partidos que ayer votaron contra ella, los legisladores han recurrido a un motivo, la desviaci¨®n en el presupuesto, que aunque previsto en la Constituci¨®n carece de suficiente entidad pol¨ªtica para justificar la destituci¨®n de Rousseff y el trauma y divisi¨®n al que se aboca al pa¨ªs.

Que Rouseff haya sido depuesta pero no inhabilitada para ocupar cargos p¨²blicos, demuestra que el Congreso brasile?o ha aplicado las normas sobre destituci¨®n con objetivos bien distintos a los que la norma persegu¨ªa. Estamos ante un fraude de ley que arroja una grave sombra sobre el futuro inmediato de Brasil, m¨¢s necesitado de unidad ante la crisis econ¨®mica y pol¨ªtica que de divisiones irreconciliables.