Solo el sonido de las hojas
TEL?FONOS NO, por favor¡±. Esta nueva librer¨ªa londinense se llama Librer¨ªa ¨Cen espa?ol¨C y te exige amablemente que te desconectes un rato. Su interior de estanter¨ªas amarillas y techos dorados es especular, hipn¨®tico, sin wifi y sin cafeter¨ªa. Pero la cafe¨ªna se consigue con s¨®lo cruzar la calle. Estamos frente al Second Home ¨Cun espacio de coworking y restaurante cuyo dise?o podr¨ªa ser lo mismo de los a?os sesenta que del futuro¨C, que se ha convertido en el refugio de moda de los profesionales j¨®venes que, en esta burbuja inmobiliaria que llamamos Londres, deben compartir oficina.
Estamos muy cerca del Whitechapel de Jack el Destripador, de restaurantes paquistan¨ªes y de descampados con grafitis y de barber¨ªas: no puede ser m¨¢s fuerte el olor a gentrificaci¨®n (qu¨¦ poco huele en comparaci¨®n la palabra aburguesamiento).
¡°Vivimos un momento cultural muy interesante, en el cual nosotros optamos por lo tangible: el libro, que no es s¨®lo un deseo, sino tambi¨¦n un objeto¡±, dice Sally Davis como si recitara una lecci¨®n bien aprendida. Seguro que fue la primera de su clase. Bajo esas gafas enormes y ese flequillo moderno se encuentra una antigua periodista del Financial Times y una lectora omn¨ªvora, directora ahora de este ¡°santuario de la atenci¨®n, de la concentraci¨®n y del descubrimiento¡±. Los libros no est¨¢n clasificados por editorial o por g¨¦nero, sino por temas: Madres, madonnas y putas; Tiempo y espacio; Tecnolog¨ªa y artesan¨ªa; o Primera persona.
Adem¨¢s ofrecen selecciones de comisarios invitados, como David Rowan ¨Ceditor de Wired¨C o la escritora Jeanette Winterson, autora de ?Por qu¨¦ ser feliz cuando puedes ser normal? ¡°Una librer¨ªa es una criatura que evoluciona¡±, sentencia Davis, que inaugur¨® la suya el pasado mes de febrero.
El dise?o lo firma el estudio de arquitectura espa?ol Selgascano, que se inspir¨® para ese techo de espejo que duplica los anaqueles hasta el infinito en La biblioteca de Babel, el cuento de Borges. No s¨¦ si conocer¨¢n su librer¨ªa hermana, igual de bella, cinco veces m¨¢s grande: la que aparece si atraviesas esa superficie especular que nos envuelve y nos multiplica. Se llama Ulises, fue dise?ada por Sebasti¨¢n Grey y se encuentra en Santiago de Chile. Su cielo tambi¨¦n te refleja y te eleva hacia la estratosfera bibliogr¨¢fica.
Me vibra el m¨®vil. Disimulo. El zumbido me baja por la pierna y me ancla al suelo, tras tantos minutos en las nubes. ¡°?Qu¨¦ hac¨¦is si alguien utiliza su m¨®vil?¡±, le pregunto, sonrojado, de camino a la salida. ¡°Pues le explicamos nuestra filosof¨ªa y le pedimos amablemente que lo apague: la gente est¨¢ deseando que le den permiso para estar presente¡±. Pese a la vibraci¨®n y al miedo a ser pillado in fraganti, como siempre, me compro un libro. Davis estampa en la primera p¨¢gina de The Meaning of the Library (el sentido de la biblioteca) el sello de Librer¨ªa. ¡°Como hacen en Shakespeare and Company¡±, le digo. ¡°S¨ª, s¨ª, lo copi¨¦ de all¨ª¡±.
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