Las miradas no matan, pero algunas casi
La imagen del encuentro en Obama y Putin dice mucho m¨¢s que cualquier comunicado
"Cuando miras al abismo, el abismo te mira¡±, dec¨ªa Nietzsche. Seguro que Barack Obama no estaba como para pensar precisamente en el fil¨®sofo alem¨¢n cuando salud¨® ¡ªes un decir¡ª al ruso Vlad¨ªmir Putin durante la cumbre del G20 en la ciudad china de Hangzhou. Mal asunto cuando los dos hombres m¨¢s poderosos del planeta se lanzan una mirada de desaf¨ªo que ser¨ªa el sue?o dorado de cualquier director de westerns. Claro que estos dos, a la altura de la cintura, en vez de un rev¨®lver Colt llevan metida en el bolsillo una tarjeta con la clave final de lanzamiento de unas 14.000 cabezas nucleares. Esa tarjeta ser¨¢ el ¨²ltimo objeto que Obama devolver¨¢ el pr¨®ximo enero, justo antes de que su sucesor jure el cargo como pr¨®ximo inquilino de la Casa Blanca.
El m¨¢s que g¨¦lido encuentro entre ambos presidentes es una mala noticia para todos por mucho que en la barra del bar ¡ªno digamos ya en el bar virtual de las redes sociales¡ª se adopten posiciones en plan hooligan a favor de uno o de otro. O mejor dicho: posiciones en contra del otro, sea el que sea. Por poner solo dos ejemplos, si estas dos personas ¡ªy sus respectivas administraciones¡ª se pusieran m¨ªnimamente de acuerdo, la guerra en Siria y la semiguerra en Ucrania no seguir¨ªan creciendo como la carne en la boca de un ni?o que mastica y mastica incapaz de tragarla. Y mejor que no lo haga.
Las fotos tienen la buena, o mala, caracter¨ªstica de captar solo un instante que no necesariamente responde al contexto en general. Pero la mirada entre Obama y Putin transluce muchas cosas y pocas buenas. Durante dos d¨¦cadas hemos vivido en la ilusi¨®n de que el final del comunismo hab¨ªa terminado con una peligrosa rivalidad que hab¨ªa marcado la segunda mitad del siglo XX. No es as¨ª. La falta de afecto entre Mosc¨² y Washington es un foso mucho m¨¢s profundo que el cavado entre el comunismo y la democracia. Y aunque aquello era un aut¨¦ntico abismo, no ha desaparecido. No obstante, conviene recordar que la de ahora no es una rivalidad entre iguales en t¨¦rminos de democracia y libertades civiles. Ni el resto del mundo, guste o no, es un simple espectador. EE?UU probablemente haya cometido numerosos errores ¡ªy hasta obrado alguna vez de mala fe¡ª en su aproximaci¨®n a Rusia tras la ca¨ªda del Tel¨®n de Acero, pero la agresividad de Putin no es motivo de chanza. Que se lo pregunten a los familiares de los 298 pasajeros del avi¨®n civil derribado sobre Ucrania, o a los pilotos occidentales en alerta permanente en los pa¨ªses b¨¢lticos que salen a interceptar cazas rusos m¨¢s a menudo de lo que queremos saber.
Ojal¨¢ el instante captado por la foto hubiera sido muy diferente. No es que a estas alturas del partido uno pida que sea como dice Tolkien ¡ª¡°le pareci¨® que miraba de pronto en el coraz¨®n de un enemigo y que all¨ª encontraba amor y comprensi¨®n¡±¡ª, pero al menos un poco de calidez servir¨ªa para tranquilizar a todos y, qui¨¦n sabe, para mejorar la situaci¨®n de muchos. Llegados a este punto, para mirarse as¨ª es mejor que se hablen poco. Y sobre todo que no jueguen con la tarjeta.
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