A ¡®chola¡¯ m¨¢quina
HABLO CON mi amigo el periodista peruano Marco Avil¨¦s sobre nuestra raza. El correo electr¨®nico puede ser muy impersonal, pero no cuando se trata de algo tan importante para nosotros. Porque cuando se trata de ese tema, el striptease emocional es inevitable.
Marco ¨Cuno de los antiguos editores de la revista Etiqueta Negra¨C me cuenta la primera vez que lo discriminaron por su raza. Le cogi¨® por sorpresa. Fue en una discoteca de Lima y le dijeron que la fiesta a la que ya hab¨ªan entrado sus amigos periodistas, algunos de cuyos textos ¨¦l editaba, era ¡°privada¡±. Marco hizo lo que solemos hacer los periodistas cuando nos sentimos indignados, escribir. Empez¨® con una carta titulada Vayan a segregar a la puta que los pari¨®, que llam¨® la atenci¨®n sobre el tema y motiv¨® el cierre de aquel local. Sigui¨® afianzando su trabajo en temas de discriminaci¨®n en el peri¨®dico en el que ambos trabaj¨¢bamos, y todo ha acabado (es un decir) con un libro: De d¨®nde venimos los cholos?(Seix Barral, Lima, 2016).
En Per¨² todo es cholo, pero nadie quiere serlo. Un tono m¨¢s arriba o m¨¢s abajo de lo cholo suele determinar tu lugar en el mundo.
Porque Marco es cholo, y yo, que muchas veces he contado c¨®mo sufr¨ªa las burlas de mis compa?eros del colegio por ¡°negra¡±, en realidad no soy negra, tambi¨¦n soy chola. Y es que en Per¨² todo es cholo, tenemos hasta un libro ya cl¨¢sico de sociolog¨ªa llamado El laberinto de la choledad, con el que Guillermo Nugent nos ayud¨® a entendernos un poco m¨¢s, como hace Marco ahora. Tenemos nuestro Chollywood y nuestra cholosfera. Nuestros cholos ricos y nuestras cholas power.
Leo en las p¨¢ginas de De d¨®nde venimos los cholos?la historia de Marco, hijo de inmigrantes, que partieron de la provincia a la capital de Per¨², pero tambi¨¦n la de muchos otros que nunca abandonaron su tierra y se quedaron en sus montes o sus valles, donde siguen siendo cholos. Porque nuestro cholismo nos acompa?a donde vayamos. Somos cholos porque somos mestizos. Y lo somos, aunque nuestros apellidos sean Quispe, Avil¨¦s o Wiener, da exactamente lo mismo. Eres un marr¨®n, eres un cholo. ¡°?Sabes cu¨¢l es el problema?¡±, me dice Marco, desde Maine (EE UU), donde vive con su esposa, su cholita gringa, ¡°que la cultura dominante nos obliga a avergonzarnos, a renunciar a nuestro bien m¨¢s preciado, a nuestras biograf¨ªas¡±.
S¨ª, en Per¨² todo es cholo, pero nadie quiere serlo. Un tono m¨¢s arriba o m¨¢s abajo de lo cholo suele determinar tu lugar en el mundo. Se entiende, la discriminaci¨®n es dura en los rincones del planeta en los que el colonialismo dej¨® su huella de segregaci¨®n e injusticia. Aunque hablando con Marco me doy cuenta de que eso est¨¢ cambiando. Porque m¨¢s que la econom¨ªa o alguno de los tantos booms?que nos gusta inventarnos a los que somos de all¨ª, son libros como el de Marco los que est¨¢n propiciando el verdadero despertar de ese pa¨ªs enquistado en la mitad de Sudam¨¦rica. Nos ayudan a reivindicar esa parte de nuestra identidad. Hacia ella vamos, a chola?m¨¢quina.
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