Simbolog¨ªa de la protesta
DESDE HACE a?os, una peque?a c¨¢mara ha sido mi compa?era de paseos por todo el mundo. Con ella he capturado los signos ef¨ªmeros que aparecen en los espacios p¨²blicos: muros, farolas y manifestaciones. Me han interesado sobre todo aquellos que consisten b¨¢sicamente en im¨¢genes y expresan una protesta.
Estamos en un mundo muy rico en claves visuales: las se?ales de tr¨¢fico, las de prohibici¨®n de los espacios p¨²blicos, los iconos de aplicaciones y ?programas inform¨¢ticos, los emoticonos y emojis?de los chats¡ El poder (municipal o estatal, o el propietario de un establecimiento) proh¨ªbe o permite con pictogramas que se supone que entender¨¢n tanto el nativo como el turista lejano. Pero aquellos que se oponen a cualquier aspecto de su sociedad est¨¢n haciendo tambi¨¦n uso de im¨¢genes que pintan por las calles u ondean en pancartas. Sus mensajes no los emiten autoridades, sino ciudadanos y, a veces, asociaciones o partidos. Frente al coste de alquilar un panel de anuncios, las pintadas callejeras est¨¢n al alcance de cualquiera. He aqu¨ª un pu?ado de ellas, que ofrecen una radiograf¨ªa de los conflictos presentes, recopiladas en el curso de los pasados cinco a?os.
En 2013, las filtraciones de Edward Snowden demostraron que EE UU estaba espiando a sus propios aliados (como Reino Unido). Poco despu¨¦s de publicada la noticia, apareci¨® una pintada en Bristol (arriba en la imagen, con el n¨²mero 1): la oreja con los colores americanos, una forma pl¨¢stica de denunciar lo ocurrido. La protesta por la vigilancia global es una constante de estas cr¨ªticas murales, que usan im¨¢genes de c¨¢maras (fotograf¨ªa con el n¨²mero 2, tomada en Marsella). Tanto esta ciudad como Bristol (donde apareci¨® el famoso artista callejero Banksy) son muy ricas en grafitis de todo tipo.
?Qui¨¦nes trazan estas im¨¢genes de protesta? Por lo general, personas o movimientos que se ven excluidos del sistema, que quieren denunciar situaciones que consideran mal resueltas por el poder. Las revoluciones y movimientos sociales siempre han hecho uso de las calles para exponer sus proclamas (desde la Revoluci¨®n Francesa hasta el 15-M), y quiz¨¢ lo que caracteriza a estos ¨²ltimos a?os sea el predominio de lo visual.
Las campa?as pol¨ªticas dejan su huella en los muros. Los partidos establecidos usan los medios normalizados, como espacios publicitarios, mientras que las fuerzas m¨¢s rebeldes ocupan directamente la calle. Grecia convoc¨® en 2015 el refer¨¦ndum sobre el acuerdo con la troika. El ¡°no¡± (oxi?en griego) protagoniz¨® muchas pintadas (3). La X se represent¨® como una persona abierta de brazos y piernas en el gesto universal de ¡°?alto!¡±, reforzando la negativa. Los mensajes pol¨ªticos pueden atacar directamente a los s¨ªmbolos de las instituciones (banderas o una corona). En nuestras ¨²ltimas elecciones europeas, los partidarios de la abstenci¨®n representaron en llamas la ense?a de la Uni¨®n Europea (4), eco de la t¨ªpica acci¨®n de protesta de prender fuego a una bandera
Estos ejemplos est¨¢n hechos con plantilla, procedimiento que permite seriar im¨¢genes. Para hacerlas, basta con recortar en una cartulina o una l¨¢mina de pl¨¢stico el motivo, en negativo, que se quiere reproducir (y casi cualquier imagen es convertible en plantilla). Luego se aplica a una superficie usando un aerosol. Adem¨¢s de la facilidad de reproducci¨®n, el grafismo que impone este procedimiento (l¨ªneas n¨ªtidas, escasa complejidad) es ¨²til para destacar en un medio con tanto ruido visual. La plantilla comenz¨® a utilizarse por las calles en los a?os sesenta y se ha puesto al d¨ªa: en Internet abundan los modelos, que se pueden descargar, imprimir en un papel, pegar sobre un soporte m¨¢s resistente y, por fin, recortar con un c¨²ter, para acabar en cualquier lugar del mundo.
Es m¨¢s simple atacar a un objeto que a una idea. Una campa?a veneciana contra los megacruceros usa una famosa met¨¢fora visual: unos peces peque?os forman uno grande que amenaza al buque y, debajo, el lema: No grandi navi (5). El banco de peces se ha usado para recalcar el car¨¢cter colectivo de los movimientos indignados de todo el mundo y comenz¨® como una especie de chiste gr¨¢fico en dos vi?etas: un pez peque?o huye del grande y luego un grupo de peque?os forma una criatura mayor que persigue al agresor. Conceptos abstractos como capitalismo?o privatizaci¨®n?son m¨¢s dif¨ªciles de representar, pero el ingenio de los an¨®nimos creadores los resume en el omnipresente c¨®digo de barras. Como en un cartel del Sindicato de Ense?anza e Intervenci¨®n Social de Madrid (6), donde se combina con el signo de peligro el¨¦ctrico: el hombre herido por el rayo. Aqu¨ª se le a?ade un libro, para convertirlo en estudiante, y en vez del rayo le ataca el c¨®digo; todo ello dentro del tri¨¢ngulo rojo de advertencia. Como pasa en otros casos, hay un texto que refuerza el mensaje de la imagen. El cartel ha sido parcialmente arrancado, cosa que ocurre con frecuencia: los espacios p¨²blicos est¨¢n expuestos a la censura de los disconformes.
La oposici¨®n a los desahucios, tan presentes en la actualidad espa?ola, ha generado muchas movilizaciones. Su eje gr¨¢fico es la casa, dibujada al modo de los ni?os, con tejado a dos aguas y chimenea. Pero en muchos casos el desahuciado sigue en deuda. Esto se representa trazando con l¨ªnea discontinua el hogar que ya no se tiene, pero que impide (como la bola de la cadena del preso) la libertad de movimientos del desahuciado, una figura con hatillo (7).
Los personajes de ficci¨®n o del mundo del juego se utilizan porque encarnan comportamientos conocidos. Los banqueros (o los ricos) se simbolizaban como hombres gordos con chistera ya en las caricaturas del siglo XIX. Pero los creadores contempor¨¢neos han encontrado su representante ideal: el caballero de bigote blanco, bast¨®n y chistera que desde 1936 es la marca del Monopoly. Este juego apareci¨® a comienzos del siglo XX para educar sobre los problemas de la concentraci¨®n monopol¨ªstica, aunque luego se convirti¨® parad¨®jicamente en un entrenamiento para el capitalismo. Su uso actual le ha devuelto, curiosamente, su sentido cr¨ªtico, como en la pegatina (8), que representa al personaje huyendo con una bolsa de dinero.
Los videojuegos, s¨®lidamente incorporados a la cultura actual, prestan tambi¨¦n referencias. Hay un tema callejero frecuente: el antifascismo, representado por una esv¨¢stica tachada, golpeada o tirada a la basura. Pero nada impide (en el mundo libre de los signos de protesta) que quien la agreda sea el protagonista del juego de origen japon¨¦s PacMan o comecocos (9). La cultura popular aflora tambi¨¦n en la imagen del Papa, reconocible por su tiara, con el aspecto de Cthulhu (10), la entidad mal¨¦fica creada por H. P. Lovecraft (como una expresi¨®n g¨®tica de anticlericalismo). A diferencia de otros ejemplos, que son reproducciones, estos dos ¨²ltimos son dibujos a mano alzada: el activista ciudadano dotado de un simple rotulador tambi¨¦n puede dejar su mensaje.
El pulgar hacia arriba con el pu?o cerrado demuestra lo compleja que puede ser la trayectoria de los signos. Aunque lo hemos visto en pel¨ªculas de romanos, su uso para expresar aprobaci¨®n naci¨® en la Segunda Guerra Mundial, popularizada por los aviadores americanos destacados en Asia, ?quiz¨¢ de origen chino! Luego la red social Facebook lo extendi¨® como un icono de me gusta. La pancarta LOMCE no m'agrada (11) mantiene su estilo gr¨¢fico, pero convierte el gesto en otro, f¨¢lico y bien conocido: la exhibici¨®n del dedo medio, o peineta, que ¨Ceste s¨ª¨C procede de la Roma cl¨¢sica. En s¨ªntesis, dice de la nueva ley de educaci¨®n: ¡°No solo no me gusta, sino que la ataco¡±.
Otra imagen tradicional es el macabro s¨ªmbolo medieval de la calavera y las tibias cruzadas. Luego se us¨® como indicador de ¡°peligro de muerte¡±, como en los envases de veneno. Las im¨¢genes de protesta contempor¨¢neas lo han reutilizado con frecuencia, pero pocas veces de forma tan imaginativa como en el dibujo (12) donde se sustituyen los huesos por palos de selfie, tal vez el m¨¢ximo emblema del turismo actual, considerado destructor de las ciudades. Otro ejemplo es la colorida expresi¨®n antitur¨ªstica, donde del rostro de una mujer asoma un bocadillo en el que se lee: G¨¹elcom guiris, bye bye Barcelona (13).
Una pr¨¢ctica com¨²n en la protesta callejera es la intervenci¨®n:?la modificaci¨®n de un objeto para cambiar su significado. Los adversarios de un candidato electoral alteran su imagen en el cartel a?adi¨¦ndole un orificio sangriento (en los casos m¨¢s extremos) o sencillamente un toque rojo en la nariz para convertirlos en payasos. Las im¨¢genes publicitarias son otro objetivo. Por ejemplo, a una hamburguesa se le pueden poner cuernos y ojos (14), como diciendo: ¡°Detr¨¢s de la carne est¨¢ el animal¡± (propaganda animalista o vegana).
Aunque sean visuales, las im¨¢genes de protesta pueden ser ecos de usos ling¨¹¨ªsticos. De alguien explotado en su trabajo diremos que le ¡°exprimen¡± o que le est¨¢n ¡°sacando el jugo¡±. El an¨®nimo dise?ador aprovecha el parecido de un casco de trabajador con media naranja para ilustrar esta met¨¢fora (15). Ya Milton Glaser (el creador del famoso lema ¡°I LOVE NY¡±) se?al¨® en su libro de 2005 Dise?o de protesta, dedicado a obras callejeras y de dise?adores, que con frecuencia la obra de aficionados era tan poderosa como la de profesionales.
Otra forma de expresar la oposici¨®n son los murales, famosos en la agitaci¨®n revolucionaria mexicana de los a?os veinte. Son obras de elaboraci¨®n lenta, que deben contar con la autorizaci¨®n, o al menos la permisividad, de los Ayuntamientos. Porque hay que recordar que pintar las paredes est¨¢ prohibido y multado (lo que explica la utilizaci¨®n creciente de las pegatinas). En los pa¨ªses de nuestro entorno, los grafitis de protesta son borrados tras unos d¨ªas, pero, como se?alaba en mi libro de 2004, Contra, dedicado tambi¨¦n a los signos de protesta, ¡°en las dictaduras, brigadas especiales de limpieza madrugan para que los ojos de los ciudadanos no se encuentren expresiones de descontento¡±.
En medio de las variaciones ?sobre el tema de Las meninas, que es su objetivo, surgen reivindicaciones como el mural (16), que forma parte de una intervenci¨®n anual en un barrio de Ferrol. La planta de gas de la r¨ªa aparece tachada, que es la forma m¨¢s simple de rechazar algo. Eso se hace tambi¨¦n con un recurso tomado de las se?ales de tr¨¢fico: el c¨ªrculo y la barra del ¡°prohibido aparcar¡±, que se aplicaba a cualquier cosa, como a la figura de torero (17). El mural de Vallcarca, de unos 15 metros de ancho (imagen 18), protesta por la destrucci¨®n de este barrio barcelon¨¦s, simbolizada en una excavadora ?coronada por unas figuras negras trajeadas. Desde hace un par de d¨¦cadas, la representaci¨®n del pol¨ªtico es un hombre con traje y corbata oscuros (lo que tal vez explique por qu¨¦ los dirigentes de la llamada ¡°nueva pol¨ªtica¡± van en mangas de camisa).
?Qui¨¦nes pintan estas im¨¢genes? Por realizar un acto prohibido y por sus contenidos molestos, el plantillero o grafitero es un personaje clandestino, oculto tras una capucha. El m¨¢s famoso de ellos es Banksy, que es un seud¨®nimo. El brillante ejemplo bogotano de la apertura est¨¢ tambi¨¦n bajo el alias de un colectivo, Toxic¨®mano. Esta obra, que pertenece al frecuentado g¨¦nero de ataques a la televisi¨®n, se inscribe en el florecimiento de la pintura mural en Bogot¨¢, declarada actividad art¨ªstica por su alcalde entre 2011 y 2013, Gustavo Petro. Sobre los grafiteros planea la sombra (?o la esperanza?) de su integraci¨®n en el sistema del arte, como ocurri¨® en la d¨¦cada de los ochenta con Keith Haring. Una pegatina reciente parodia: ¡°Cualquier persona que sea encontrada pintando grafitis en estos locales ser¨¢ reportada al galerista m¨¢s cercano¡±.
No todas las im¨¢genes de protesta abordan cuestiones clave: algunas responden a un sentimiento de abuso, como alertar del peligro de que en una ciudad llena de bicicletas se use el m¨®vil mientras se pedalea (19). Para acabar, y tras haber presentado pegatinas, pinturas con o sin plantilla, pancartas, murales e incluso tatuajes, no pod¨ªa faltar uno de los soportes privilegiados, la camiseta. Reelabora la se?al de tr¨¢fico ¡°Alerta, escuela¡± como a unos escolares que huyen de los recortes en educaci¨®n, simbolizados por las tijeras (20).
?Son estas im¨¢genes callejeras una llamada de atenci¨®n para las autoridades? ?Dan una nueva visi¨®n de los conflictos al ciudadano que las ve? ?O forman solo parte del abigarrado paisaje mural, junto a trozos de carteles y las barrocas firmas de los grafiteros? ?Son una molestia que aumenta los presupuestos de limpieza, o una nueva expresi¨®n que quiere cambiar el mundo? La respuesta ser¨ªa un gran signo de interrogaci¨®n junto a otro de admiraci¨®n.
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