Dudar no es ¡®sexy¡¯
EN EL SIGLO de la f¨ªsica cu¨¢ntica, la incertidumbre parece haberse convertido en el gran enemigo de los pensadores y sin embargo siempre ha sido su fuente de inspiraci¨®n, al igual que la duda, aunque hoy d¨ªa est¨¦ desprestigiada. No es sexy, escuchaba decir a la catedr¨¢tica de Filosof¨ªa Victoria Camps en la presentaci¨®n de su libro Elogio de la duda?(Arpa). El f¨¢cil y r¨¢pido acceso a la informaci¨®n invita a un juego perverso en el que consideramos que la certeza es posible, pero esta idea es una tautolog¨ªa, pues la infalibilidad no contempla posibilidades, se define como el ¡°conocimiento seguro y claro de algo, la firme adhesi¨®n de la mente a algo conocible, sin temor de errar¡±. Lo cierto es un espectro: hay grados, pero no existe la seguridad total.
Se confunde el ¡°temor a errar¡± con el ¡°temor a dudar¡±, lo cual es una equivocaci¨®n.
De igual modo se confunde el ¡°temor a errar¡± con el ¡°temor a dudar¡±, lo cual es una equivocaci¨®n. Cuanto m¨¢s y mejor hayamos vacilado antes de tomar una decisi¨®n, mayores ser¨¢n los niveles de certidumbre que alcanzaremos. Lo incierto implica que la previsibilidad de los hechos futuros es imperfecta (es decir, que corremos un riesgo) y, por tanto, conlleva cierta zozobra. Al estar todos inmersos en este mundo inseguro, aquel que nos aporte una sensaci¨®n de firmeza reforzar¨¢ nuestra sensaci¨®n de control, pero ?refleja esto que la persona no se equivoca? Hay que estar alerta y recordar que la verdad absoluta conduce al fanatismo. Alcanzaremos mayores grados de solidez cuanta m¨¢s informaci¨®n tengamos sobre las cosas, pero tambi¨¦n cuanto mejor la hayamos analizado. Y para llegar a ese punto necesitamos dudar. El problema es que estamos viviendo una ¨¦poca en la que se premia tener el control de las cosas y se castiga la duda. En cambio, en el campo de la ciencia, por ejemplo, y tal como defend¨ªa el fil¨®sofo Karl Popper (1902-1994), una proposici¨®n solo puede ser cient¨ªfica cuando es refutable, es decir, cuando puede ser puesta en duda independientemente del nivel de certeza con el que se haya demostrado. Los cient¨ªficos pasan buena parte de su tiempo buscando errores (los fallos de sus hip¨®tesis, de sus conclusiones) hasta dar con los mejores resultados. De ah¨ª su af¨¢n por establecer hip¨®tesis y hallar conclusiones veraces. Porque cuestionarse las cosas ?significa ser exigentes e inconformistas, no err¨¢ticos ni apresurados. Y si en la ciencia no existe la verdad absoluta, ?qu¨¦ pasa en la vida cotidiana? ?Pueden tenerla, por ejemplo, los pol¨ªticos?
La duda es moderaci¨®n e implica una cierta soledad, serenidad y lentitud que no casan con la tendencia actual en que la irreflexi¨®n parece liderar el proceso de toma de decisiones. Las palabras clave a la hora de enfrentarnos a una decisi¨®n podr¨ªan ser observaci¨®n, capacidad de renuncia o flexibilidad. Nunca conoceremos el resultado de aquella opci¨®n que descartamos. Siempre nos quedar¨¢ la duda y hay que aprender a vivir con ello.
Aquellos que pregonan evidencias ficticias tienen facilidad para convencer al resto porque transmiten una sensaci¨®n de consenso.
Otro aspecto a tener en cuenta para no caer en falsos cantos de sirena es la existencia de corrientes como la pseudociencia que no cuestionan las conclusiones de otros b¨¢sicamente porque no ponen en duda casi nada de lo que ellos proponen. Dan a sus ideas un barniz de veracidad a base de repetirlas, y lo hacen utilizando una terminolog¨ªa cient¨ªfica que desconocen, pero de la que se apropian para aparentar un rigor del que carecen. Es ah¨ª donde radica su mayor crimen: son impostores de la verdad. La industria de los productos adelgazantes, por ejemplo, engrosa sus cuentas bancarias a costa de la sensaci¨®n de certeza y rapidez que transmiten en sus enunciados. Cuando cada vez menos gente cae en la trampa empiezan a hablar en nombre de un supuesto ¡°m¨¦todo cient¨ªfico¡± al que jam¨¢s han sometido a sus productos.
Aquellos que pregonan evidencias ficticias tienen facilidad para convencer al resto porque transmiten una sensaci¨®n de consenso, de uniformidad y de inmediatez, que es justo lo que la sociedad busca. Se aprovechan de las modas ¨Csus principales valedores¨C, pero sobre todo de la desesperaci¨®n y el miedo. Aportan argumentos para convencer, no para replantearse las cosas. Hacen creer que estamos tomando la decisi¨®n acertada ¨Ccasi la ¨²nica¨C, pero no se trata de una convicci¨®n propia, sino la de sujetos lenguaraces que adem¨¢s suelen ser conscientes de su comportamiento fraudulento.
Parece razonablemente cierto que no podemos estar seguros sobre casi nada, y como no sabemos ¨Co queremos, o toleramos¨C dudar, nos convertimos en v¨ªctimas f¨¢ciles de aquellos que no muestran la perplejidad, aunque tambi¨¦n la tengan. Son conscientes de que ocultar la duda provee de una p¨¢tina de certeza que solo la reflexi¨®n y el tiempo podr¨¢n desenmascarar.
- Tolerar la incertidumbre no implica entregarnos a ella.
- La libertad de elecci¨®n ?consiste en saber ponderar las decisiones bas¨¢ndonos en las herramientas de que dispongamos.
- La indecisi¨®n nos lleva a acabar como el asno de Burid¨¢n, que muri¨® de hambre y de sed porque ante un cubo de heno y otro de agua no supo elegir si comer o beber.
- Nunca conoceremos el resultado de aquella opci¨®n que descartamos. Siempre nos quedar¨¢ la duda.
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