Elogio del delirio
EL CEREBRO es un afanoso tejedor de la realidad. Los humanos necesitamos que nuestro entorno sea s¨®lido, fiable; que la vida disponga de un sentido. Por eso nuestra cabeza se esfuerza en darle una apariencia de orden a la ca¨®tica insensatez de la existencia. Por ejemplo, completamos mentalmente lo que vemos, lo traducimos a algo manejable. Hay dos insidiosas enfermedades de la vista, el glaucoma y la m¨¢cula, que suelen diagnosticarse demasiado tarde porque nuestra mente las encubre. Con el glaucoma uno va perdiendo la visi¨®n perif¨¦rica y termina mirando solamente a trav¨¦s de un estrecho t¨²nel.
La m¨¢cula ser¨ªa justo al rev¨¦s: la lesi¨®n est¨¢ en el centro de la retina y lo que se mantiene es la visi¨®n del anillo exterior. Pues bien, el enfermo no suele advertir ninguna de las dos dolencias hasta que est¨¢n muy avanzadas, porque nuestro diligente cerebro rellena los vac¨ªos de la escena. Y as¨ª, uno descubre que tiene glaucoma cuando empieza a estrellarse contra la pared al intentar dar la vuelta a una esquina que no existe (pero que su mente le ha hecho ver) o bien cuando tira una botella al tratar de cogerla porque no est¨¢ donde su cerebro se la muestra. Resulta vertiginoso pensar hasta qu¨¦ punto nuestra cabeza nos puede construir, sin nosotros saberlo, una percepci¨®n de la realidad falsa pero totalmente cre¨ªble. De hecho, ?qui¨¦n nos dice que lo que estamos viendo ahora es algo real? El color al que yo llamo rojo, ?es el mismo rojo que perciben los dem¨¢s? Imposible saberlo.
El delirio es la defensa de una psique enferma que deja de encontrarle sentido a la realidad y que recurre a inventarse una respuesta.
En Inc¨®gnito, del neurocient¨ªfico David Eagleman (Anagrama), un ensayo portentoso y deslumbrante al que ya me he referido en otros art¨ªculos, se cita un experimento de 1978 de los investigadores Gazzaniga y LeDoux con pacientes con el cerebro dividido, es decir, que ten¨ªan desconectados el hemisferio izquierdo (en donde reside el lenguaje y el ¨²nico capaz de expresarse verbalmente) y el derecho (que s¨®lo puede expresarse mediante la acci¨®n). El experimento es m¨¢s complejo, pero podr¨ªa resumirse de este modo: si le ense?as al hemisferio derecho la orden escrita ¡°camine¡±, el sujeto se pone en pie y echa a andar.
Pero si en ese momento le detienes y le preguntas por qu¨¦ se marcha, el hemisferio izquierdo inventa una respuesta coherente: ¡°Me he levantado para ir a buscar un vaso de agua¡±. Ya lo dije antes: no soportamos el sinsentido.
Esa ansia de coherencia es lo que crea los delirios de las personas aquejadas de enfermedades mentales. El delirio es la defensa de una psique enferma que deja de encontrarle sentido a la realidad y que recurre a inventarse una respuesta. Y, si nos paramos a pensarlo, esta misma necesidad de entendimiento es lo que est¨¢ en la base de las creencias religiosas. Inventamos a los dioses para completar el dibujo del mundo, para domesticar su incomprensible inmensidad. Es una especie de desvar¨ªo colectivo. Y, de hecho, las religiones que no son la nuestra suelen parecernos delirantes.
Pero a¨²n hay algo m¨¢s: el arte tambi¨¦n ser¨ªa un delirio de este tipo. Un intento desesperado de inventar coherencia. Numerosos estudios sostienen que hay una relaci¨®n entre la creatividad y cierta tendencia a la enfermedad mental (v¨¦ase el estupendo libro El genio y la locura, de Philippe Brenot) o a desequilibrios como el trastorno por d¨¦ficit de atenci¨®n. La universidad h¨²ngara de Semmelweis hizo en 2009 un curioso estudio en el que sometieron a una serie de sujetos a un test de creatividad y luego comprobaron si ten¨ªan una mutaci¨®n de un gen del cerebro llamado neuregulin 1. Se calcula que el 50% de los europeos sanos tiene una copia de este gen mutante, el 15% tiene dos copias y el 35% restante ninguna. Pues bien, los que no ten¨ªan ninguna eran los menos creativos, y los que ten¨ªan dos, los que m¨¢s. Con el a?adido de que ese 15% tambi¨¦n mostraban una mayor tendencia al desequilibrio mental y una chistosa hipersensibilidad a las cr¨ªticas: el perfecto retrato del artista. Quiero decir que quiz¨¢ la creatividad y la imaginaci¨®n no sean sino el esfuerzo de unos cerebros algo estropeados en su intento por coser los agujeros de la realidad. El mundo es una ilusi¨®n de los sentidos producida por nuestras neuronas laboriosas.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.