El primer d¨ªa (y su noche) con ¡®M¨ªa¡¯
De c¨®mo aprend¨ª que los gatos hacen siempre lo que les da la gana y que cualquier cosa bajo una s¨¢bana es susceptible de ser mordida
Hace exactamente un a?o le dije a mi mejor amigo: ¡°Mira Miguel, en mi casa no entra un gato. Y punto¡±. Pues ment¨ª. No del todo, ya que finalmente ha sido una gata, pero vaya, que es el ¨²nico argumento al que me puedo agarrar para no ser masacrado por faltar a mi palabra (y m¨¢s ante un amigo que lo utilizar¨¢ a su favor en cualquier debate).
El caso es que M¨ªa, una gata com¨²n europea blanca y marr¨®n claro, lleg¨® a casa el domingo 19 de junio por la ma?ana. Con dos meses reci¨¦n cumplidos. Lleg¨® en un bolso (el de mi amiga B¨¢rbara, urdidora de todo esto) y, en el trayecto hasta su nuevo hogar, asomaba la cabeza y miraba con atenci¨®n todo lo que pasaba a su alrededor.
Al llegar lo olisque¨® todo. Como buen padre primerizo, le puse la comida, el agua y el arenero en la misma esquina de la casa. Le llen¨¦ el comedero hasta arriba, por si llegaba el apocalipsis, y le solt¨¦ por la casa un par de juguetes (un erizo muy simp¨¢tico y un peluche amarillo fosforito que desapareci¨® el primer d¨ªa y que, a pesar de su llamativo aspecto, no ha vuelto a aparecer). Ni comi¨® ni bebi¨®, pero se peg¨® una buena siesta en la estanter¨ªa, sobre un cat¨¢logo de la obra del pintor Dar¨ªo de Regoyos.
Durante esa primera tarde cambi¨¦ las tradicionales visitas a v¨ªdeos chorras de gatos por consultas algo m¨¢s profesionales. En La loca de los gatos descubr¨ª algunos trucos y de repente me vi construyendo un juguete con una caja vieja de zapatos, explorando rincones de la casa para dejarle premios escondidos (?que los gatos son cazadores, muchachos!) y estudiando cada movimiento que hac¨ªa, para ver si era s¨ªntoma de algo. S¨ª, comprob¨¦ varias veces si segu¨ªa respirando.
Cuando se despert¨®, jugu¨¦ un rato con ella con la infeliz ilusi¨®n de cansarla de cara a la noche. El primer d¨ªa con un gato uno aprende varias cosas: entre ellas que hacen lo que les da la gana, cuando les da la gana y de la forma que les da la gana. M¨ªa decidi¨® que quer¨ªa ganarse mi coraz¨®n qued¨¢ndose dormida en mi barriga mientras ve¨ªamos la televisi¨®n. Al mismo tiempo que un alban¨¦s de nombre Sadiku marcaba el gol de la victoria de su equipo ante Ruman¨ªa, mi gata cruzaba sus patas delanteras y cerraba los ojos.
Y claro, yo me derret¨ªa. Sobre todo porque no pod¨ªa anticipar la noche que me esperaba, repleta de ronroneo, maullidos y una extra?a afici¨®n por intentar masajear mi pelo. Apenas pude dormir 20 minutos seguidos. La primera noche con un gato tambi¨¦n se aprende que cualquier cosa oculta debajo de una s¨¢bana o una manta es susceptible de ser mordida y ara?ada. Y tambi¨¦n que el ¡°?No!¡± vale para que te miren un segundo con cara de ¡°?Me est¨¢s hablando a m¨ª?¡±, pero que pedag¨®gicamente al m¨¦todo a¨²n le falta algo de evoluci¨®n.
Cuando amaneci¨®, no sab¨ªa ya si la odiaba o la quer¨ªa.
Pero no hab¨ªa marcha atr¨¢s. Ya hab¨ªa publicado una foto de M¨ªa en mi perfil de Instagram, y ya se sabe que, en el mundo de los gatos, un Instagram es para siempre.
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