El viento no se lleva las palabras
PAR?S. 1860. ?douard-L¨¦on Scott de Martinville, librero e impresor, presenta un artefacto llamado fonoaut¨®grafo concebido para ¡°escribir el sonido¡±. ¡°Pruebe a cantar¡±, le pide a una mujer. Ella interpreta una nana. Las vibraciones son recogidas en un cilindro. El librero cree que esa m¨¢quina enviar¨¢ el aut¨®grafo de su canci¨®n al futuro.
Ciento cincuenta a?os despu¨¦s, David Giovannoni, un experto en grabaciones hist¨®ricas, rescata un rodillo de papel y se queda at¨®nito al o¨ªr una voz femenina cantando Claire du Lune.?¡°Escuchar la primera voz humana almacenada en un dispositivo fue como viajar al pasado¡±, ?rememora tras la haza?a, que tuvo lugar en 2008. Lo m¨¢s incre¨ªble de todo, admite ahora, es que el librero franc¨¦s nunca aspir¨® a reproducir esos aut¨®grafos de voz ni crey¨® que nadie lo lograse.
Giovannoni es uno de los fundadores de First Sounds, una organizaci¨®n de historiadores de sonidos que se dedica a recuperar grabaciones antiguas. El f¨ªsico de part¨ªculas Carl Haber se sumergi¨® en este mundo hace ya m¨¢s de 15 a?os, cuando escuch¨® al bater¨ªa del grupo Grateful Dead lamentarse por el deterioro de los archivos musicales de las tribus americanas. A Haber se le ocurri¨® emplear las c¨¢maras fotogr¨¢ficas que captan los rastros de las part¨ªculas en los aceleradores para obtener im¨¢genes tridimensionales de las grabaciones, surcos conservados en cilindros de cera a punto de desintegrarse. En 2012 escane¨® un disco de 1885 donado por Alexander Graham Bell, el inventor del tel¨¦fono, al museo Smithsonian. ¡°Transformar datos en sonidos es un proceso lento, pero a ¨²ltima hora de la tarde o¨ª: ¡®Escucha mi voz¡ Alexander Graham Bell¡¯. Fue emocionante¡±.
La voz humana deja una impresi¨®n que es una huella dactilar, ¨²nica e irrepetible. ¡°Si la grabaci¨®n es precisa, todas las caracter¨ªsticas f¨ªsicas de esa voz se reproducen y ser¨¢n discernibles¡±, dice Giovannoni.
Las palabras se las lleva el viento, dice el refr¨¢n, pero te¨®ricamente no es as¨ª. El sonido no puede abandonar la Tierra, puesto que no se propaga en el vac¨ªo. A principios del siglo XX se pensaba que con micr¨®fonos lo suficientemente sensibles podr¨ªamos escuchar incluso las voces de aquellos que murieron. ?Incre¨ªble? ¡°La idea es correcta. Las ondas de sonido son una forma de energ¨ªa, y la energ¨ªa nunca desaparece, aunque s¨ª se disipa hasta un punto en el que no podemos hacer nada con ella¡±, concluye Patrick Feaster, cofundador de First Sounds.
Sin embargo, el sonido rescatado es una m¨¢quina del tiempo que confunde a los historiadores. ¡°Mis investigaciones se han orientado a desarrollar nuevas formas de interpretar estos archivos antiguos de la misma manera que los acad¨¦micos analizan las primeras pel¨ªculas. Pero la mayor¨ªa de los historiadores no saben qu¨¦ hacer con estas grabaciones¡±. No las toman en serio como fuente de conocimiento, se queja. En 2015, Feaster y sus colegas lograron que la Unesco considerase los fonoaut¨®grafos de Martinville como parte de la memoria colectiva del mundo, pero el camino es a¨²n largo. ¡°Hasta ahora, reproducir estos archivos ha sido m¨¢s f¨¢cil que convencer a la gente de que debe pensar de manera cr¨ªtica sobre lo que est¨¢n escuchando¡±.Par¨ªs. 1860. ?douard-L¨¦on Scott de Martinville, librero e impresor, presenta un artefacto llamado fonoaut¨®grafo concebido para ¡°escribir el sonido¡±. ¡°Pruebe a cantar¡±, le pide a una mujer. Ella interpreta una nana. Las vibraciones son recogidas en un cilindro. El librero cree que esa m¨¢quina enviar¨¢ el aut¨®grafo de su canci¨®n al futuro.
En 2015, Feaster y sus colegas lograron que la Unesco considerase los fonoaut¨®grafos de Martinville como parte de la memoria colectiva del mundo.
Ciento cincuenta a?os despu¨¦s, David Giovannoni, un experto en grabaciones hist¨®ricas, rescata un rodillo de papel y se queda at¨®nito al o¨ªr una voz femenina cantando Claire du Lune.?¡°Escuchar la primera voz humana almacenada en un dispositivo fue como viajar al pasado¡±, ?rememora tras la haza?a, que tuvo lugar en 2008. Lo m¨¢s incre¨ªble de todo, admite ahora, es que el librero franc¨¦s nunca aspir¨® a reproducir esos aut¨®grafos de voz ni crey¨® que nadie lo lograse.
Giovannoni es uno de los fundadores de First Sounds, una organizaci¨®n de historiadores de sonidos que se dedica a recuperar grabaciones antiguas. El f¨ªsico de part¨ªculas Carl Haber se sumergi¨® en este mundo hace ya m¨¢s de 15 a?os, cuando escuch¨® al bater¨ªa del grupo Grateful Dead lamentarse por el deterioro de los archivos musicales de las tribus americanas. A Haber se le ocurri¨® emplear las c¨¢maras fotogr¨¢ficas que captan los rastros de las part¨ªculas en los aceleradores para obtener im¨¢genes tridimensionales de las grabaciones, surcos conservados en cilindros de cera a punto de desintegrarse. En 2012 escane¨® un disco de 1885 donado por Alexander Graham Bell, el inventor del tel¨¦fono, al museo Smithsonian. ¡°Transformar datos en sonidos es un proceso lento, pero a ¨²ltima hora de la tarde o¨ª: ¡®Escucha mi voz¡ Alexander Graham Bell¡¯. Fue emocionante¡±.
a voz humana deja una impresi¨®n que es una huella dactilar, ¨²nica e irrepetible. ¡°Si la grabaci¨®n es precisa, todas las caracter¨ªsticas f¨ªsicas de esa voz se reproducen y ser¨¢n discernibles¡±, dice Giovannoni.
Las palabras se las lleva el viento, dice el refr¨¢n, pero te¨®ricamente no es as¨ª. El sonido no puede abandonar la Tierra, puesto que no se propaga en el vac¨ªo. A principios del siglo XX se pensaba que con micr¨®fonos lo suficientemente sensibles podr¨ªamos escuchar incluso las voces de aquellos que murieron. ?Incre¨ªble? ¡°La idea es correcta. Las ondas de sonido son una forma de energ¨ªa, y la energ¨ªa nunca desaparece, aunque s¨ª se disipa hasta un punto en el que no podemos hacer nada con ella¡±, concluye Patrick Feaster, cofundador de First Sounds.
Sin embargo, el sonido rescatado es una m¨¢quina del tiempo que confunde a los historiadores. ¡°Mis investigaciones se han orientado a desarrollar nuevas formas de interpretar estos archivos antiguos de la misma manera que los acad¨¦micos analizan las primeras pel¨ªculas. Pero la mayor¨ªa de los historiadores no saben qu¨¦ hacer con estas grabaciones¡±. No las toman en serio como fuente de conocimiento, se queja. En 2015, Feaster y sus colegas lograron que la Unesco considerase los fonoaut¨®grafos de Martinville como parte de la memoria colectiva del mundo, pero el camino es a¨²n largo. ¡°Hasta ahora, reproducir estos archivos ha sido m¨¢s f¨¢cil que convencer a la gente de que debe pensar de manera cr¨ªtica sobre lo que est¨¢n escuchando¡±.
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