Rajoy y S¨¢nchez, hombres de una sola pieza
El comportamiento de algunos l¨ªderes pol¨ªticos reproduce viejos arquetipos rom¨¢nticos

Hace unos a?os se daba por hecho que Espa?a hab¨ªa salido ya de ese c¨ªrculo vicioso que la obligaba a preguntarse por sus viejas esencias. Parec¨ªa que, dentro de Europa, ya no era necesario insistir con los lamentos ni afanarse en subrayar aquello que hac¨ªa del espa?ol un pueblo diferente. Las cosas han cambiado. Es como si de pronto urgiera ponerse a rascar en las entra?as del tiempo para rescatar nuestro verdadero rostro. Es cierto que no es solo Espa?a, en todas partes los populismos nacionalistas procuran hoy levantar las banderas de sus inmaculadas se?as de identidad.
A Espa?a los ilustrados la abandonaron por imposible. Se trataba de un pa¨ªs retrasado, encerrado en s¨ª mismo, incapaz de servirse de la raz¨®n para salir del oscurantismo. No ten¨ªa nada que ver con esa Europa que abrazaba la modernidad, y que se afanaba en progresar de la mano de los descubrimientos cient¨ªficos.
Los rom¨¢nticos le perdonaron la vida. Hab¨ªa asuntos en Espa?a que conectaban con esa manera de ver las cosas que valoraba tanto el desaf¨ªo y la intensidad de vivir nuevas experiencias y que gustaba de descubrir paisajes ex¨®ticos y mundos tenebrosos. En El descubrimiento de Espa?a, el libro del historiador Xavier Andreu Miralles del que ayer se hac¨ªa eco Babelia, se refleja muy bien lo que para una parte de los europeos de entonces supuso el levantamiento popular de 1808 contra las tropas napole¨®nicas. ¡°El romanticismo alem¨¢n¡±, escribe, ¡°descubri¨® en los espa?oles que hab¨ªan tomado las armas contra los franceses a un pueblo que reivindicaba su libertad y su religiosidad medievales frente a un invasor tirano, ateo y franc¨¦s¡±. Lo que los hac¨ªa guerrear con tanto entusiasmo era su primitivismo. Los salvaba su autenticidad.
Y en ¨¦sas parece que seguimos andando. Resulta que nada ha cambiado. Esa antigua autenticidad sigue siendo hoy la mejor baza de la que disponen nuestros pol¨ªticos para aglutinar a sus seguidores alrededor de un par de f¨®rmulas manidas y gastadas. Basta fijarse un poco en las maneras de los l¨ªderes de las dos principales fuerzas pol¨ªticas.
Es verdad que el presidente en funciones, Mariano Rajoy, anda todo el rato dici¨¦ndole a su m¨¢s inmediato adversario que se fije en Europa donde saben dialogar y forjar grandes coaliciones. Pero en cuanto se descuida le sale de dentro, y de qu¨¦ manera, esa displicente soberbia del que no tiene que rendir cuentas ante nadie. ?He ah¨ª un hombre recio!
El l¨ªder del PSOE, Pedro S¨¢nchez, se maneja en un registro diferente, pero muestra los mismos modales. Entiende que tampoco tiene que explicarle a nadie c¨®mo salir adelante con tantos noes como ¨²nico estandarte. Lo que le importa es la autenticidad del que no reniega de sus verdaderas esencias. ?Un tipo duro!
Y mientras tanto, ?c¨®mo se comporta el coro? Canta convencido de que no desea nuevas elecciones, pero igual est¨¢ tambi¨¦n atrapado por los viejos mitos. Y, en el fondo, celebra ese pat¨¦tico espect¨¢culo de hombres de una sola pieza.
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