Al carajo

As¨ª como los contribuyentes pensamos poco en lo que ocurre en las alcantarillas, la clase pol¨ªtica apenas piensa en lo que ocurre en las calles. La calle es su subsuelo, el lugar por el que deambulamos como ratas los ciudadanos comunes. Si ten¨ªamos alguna duda, el espect¨¢culo que vienen dando a lo largo de los ¨²ltimos meses, lo demuestra. Usted y yo, desde la altura en la que viven los pol¨ªticos, somos observados como roedores inc¨®modos, de los que no se sabe por qu¨¦ azar depende el destino de los que llevan un a?o cobrando por el mismo mitin. Al terminarlo, se introducen con expresi¨®n de tedio en la parte de atr¨¢s de un autom¨®vil conducido, maldita sea, por uno de esos roedores que a lo mejor tiene el cuajo de votar a otro.

Si se nos pudiera fumigar, si se pudieran deshumanizar las calles con la facilidad con la que se desratizan las alcantarillas, colocar¨ªan veneno en cada esquina. No mucho, el justo para que sobrevivi¨¦ramos un n¨²mero capaz de generar, entre otros, los 7.000 euros del ala que se lleva Rita Barber¨¢ porque s¨ª, porque se lo merece. Tal vez la desratizaci¨®n comenz¨® de hecho con la reforma laboral o con la ley mordaza que, si no acabaron con nosotros, nos dejaron un poco alelados, lo suficiente para que cambi¨¢ramos la indignaci¨®n por la impotencia, el conformismo, la pasividad, la mansedumbre. Porque una cosa sigue siendo cierta, y m¨¢s cierta ahora que nunca: que no nos representan del mismo modo que usted y yo, ciudadanos normales y corrientes, lejos de representar a la fauna de las alcantarillas, nos limitamos a evitar que abandonen su h¨¢bitat y a controlar su crecimiento. Ellos controlan el nuestro al tiempo de subirse 2.000 euros el sueldo por pasar del PP al grupo mixto. V¨¢yanse al carajo.