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Columna
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'La jugada de mi vida'

La conquista del cielo

Ser¨¢ el destino¡­ Me tocaba estar all¨ª y all¨ª estaba.¡±/

Andr¨¦s aguard¨® a que todo el mundo durmiera en Johannesburgo. Siempre supo disfrutar del silencio, de esa sensaci¨®n de soledad tan ¨ªntima, tan suya, especialmente cuando quer¨ªa escuchar su cuerpo, ya liberado de la camilla de Ra¨²l. Andr¨¦s nunca fue ruidoso, pero aquella noche todav¨ªa tuvo m¨¢s cuidado al abrir la puerta de su habitaci¨®n y, de manera furtiva, se puso a correr como si le fuera la vida en ello, de punta a punta por aquel pasillo del hotel de Sud¨¢frica. Ten¨ªa la necesidad de ponerse a prueba ¨¦l mismo, aunque fuera sin la pelota por medio ni nadie a la vista, alejado de la enfermer¨ªa y del campo, solo en la intimidad, pendiente de las sensaciones de su cuerpo menudo, convencido de estar ya curado, deseoso de poder gritar: ¡°Ya est¨¢, s¨ª, ya est¨¢, se acab¨® el tormento¡±. Y, finalmente, Iniesta pudo chillar, correr, jugar, imparable hasta la final de la Copa del Mundo./

Como por arte de magia, despu¨¦s de muchos desencuentros, los dichosos m¨²sculos malheridos desde hac¨ªa meses se hab¨ªan sincronizados de manera autom¨¢tica, y las dos piernas de Andr¨¦s volvieron a funcionar como las agujas de un reloj suizo, ajustadas finalmente por las manos precisas de Ra¨²l Mart¨ªnez y los consejos de Emili Ricart, los dos separados por miles de kil¨®metros, pero conectados cada segundo con Iniesta.

¡°Yo no estaba con Andr¨¦s ¡ªconfirma Ra¨²l¡ª. Ni s¨¦ cu¨¢ndo se puso a correr. No me lo cont¨®, me enter¨¦ de otra manera. No suele contar las cosas y no es nada f¨¢cil entrarle. A veces tampoco hay explicaciones cient¨ªficas a determinadas lesiones. Yo no lograba entenderlo, pero, tras varias exploraciones, hab¨ªa localizado una zona que hasta entonces pasaba desapercibida, un tejido que provocaba una desorganizaci¨®n en la pierna, y sospech¨¦ que ¨¦se pod¨ªa ser el nudo del problema.¡± Ra¨²l le desbloque¨® la pierna y Emili le limpi¨® la cabeza con un v¨ªdeo que Andr¨¦s ve¨ªa todas las noches antes de acostarse, como si fuera el padrenuestro que rezaba de peque?o en Fuentealbilla.

A Pep Guardiola le apasiona el tema de la motivaci¨®n y dispuso la producci¨®n de un v¨ªdeo para preparar la remontada del Bar?a contra el Inter de Mourinho en la semifinal de la Champions de 2010. Lo har¨ªan Emili y Santi Padr¨®, el periodista de TV3 que ya hab¨ªa ideado el Gladiator de Roma.

A Pep Guardiola le apasiona el tema de la motivaci¨®n y dispuso la producci¨®n de un v¨ªdeo para preparar la remontada del Bar?a contra el Inter de Mourinho en la semifinal de la Champions de 2010.

Aquella cinta recog¨ªa grandes derrotas y grandes victorias deportivas, momentos de frustraci¨®n y de euforia, protagonizados por figuras como Roger Federer, Fernando Alonso y Gemma Mengual junto con las victorias de las secciones de baloncesto y de balonmano, que daban paso al gol de Stamford Bridge: el Iniestazo. Aquella final de Roma, la ¨®pera cantada por Bocelli, el cabezazo de Leo colgado del cielo en el coliseo italiano. La pel¨ªcula comenzaba con abrazos, euforia, manos tendidas, complicidad. Todo en color, pero, despu¨¦s, el blanco y negro dominaba la pantalla durante treinta segundos para resaltar la derrota, el sufrimiento (Puyol y Estiarte lamentando el golazo de Essien en el palco de Londres mientras Laporta se repeinaba sospechando lo peor) y las ca¨ªdas de esos deportistas. No s¨®lo las f¨ªsicas, tambi¨¦n las an¨ªmicas. Y, a partir de ese momento, poco a poco, el color volv¨ªa a dominar el metraje para terminar subrayando la victoria con una ¨²ltima imagen en la que se ve¨ªa a todo el Bar?a festejando en un c¨ªrculo la tercera Champions (Roma), una buena manera para visualizar el triunfo ante el equipo de Mourinho, la sardana del ¨¦xito para coronar el inicio del ciclo m¨¢s espectacular, pero Guardiola no les mostr¨® aquel ¡­ a sus jugadores en el vestuario del Camp Nou. Camino del estadio, cuando el autob¨²s del equipo avanzaba escoltado por una gran fila de motos y coches de hinchas azulgrana bajando del Tibidabo, el entrenador advirti¨® que hab¨ªa demasiada excitaci¨®n y decidi¨® no aumentar la adrenalina de los jugadores del Bar?a. El v¨ªdeo qued¨® en manos de Emili, el ¨²nico que lo hab¨ªa visto aparte de Pep y Padr¨®. Duraba cuatro minutos y cuatro segundos y en ¨¦l no aparec¨ªa ni un solo bal¨®n. Era todo emociones, sensaciones, pura piel con una m¨²sica que cautivaba.

Emili intercambiaba mensajes a diario con ¨¦l, as¨ª que supo que la cosa funcionaba desde que Andr¨¦s hiciera aquella solitaria carrera en el hotel donde estaba concentrada la selecci¨®n espa?ola. Ra¨²l ni siquiera necesit¨® hablar con Andr¨¦s. Al futbolista lo delataban su rostro, felizmente iluminado, y su car¨¢cter, siempre introvertido, a veces silencioso y otras muy socarr¨®n. Acostumbrado a jugar con dolor, Iniesta se sinti¨® por fin limpio y liberado, ansioso por alcanzar el Soccer City de Johannesburgo, la luz que lo aguardaba despu¨¦s de la estancia en los suburbios de Soweto.

¡°Quiz¨¢ me cueste encontrar una persona tan implicada, tan predispuesta a trabajar y tan honesta como Emili. Yo no lo conoc¨ªa personalmente, pero cuando entr¨® Guardiola a entrenar al primer equipo, tambi¨¦n lleg¨® ¨¦l. Desde entonces, nos hemos hecho pr¨¢cticamente inseparables. Me identifico mucho con ¨¦l, con su forma de pensar, con su forma de trabajar. Es muy especial para m¨ª ¡ªafirma Andr¨¦s, que est¨¢ igualmente prendado de Ra¨²l¡ª. Sab¨ªa que Ra¨²l era una m¨¢quina en su parcela. Y lo comprob¨¦ durante aquel Mundial. S¨®lo puedo decir que, a d¨ªa de hoy, deportivamente hablando, ¨¦l me salv¨® la vida. Conoce mi cuerpo y mis reacciones como si me hubiese parido, se ha convertido en una pieza imprescindible.¡±

Uno es ¡°especial¡± y el otro, ¡°imprescindible¡±, los dos pendientes de Andr¨¦s, ambos conectados desde puntos opuestos, especialmente sensibilizados con un jugador que necesita ponerse a prueba a solas para saber que ha sanado, escuchar el clic que suena igual que cuando cede la cerradura de una caja fuerte. ¡°S¨ª¡±, reson¨® en el pasillo por boca de Andr¨¦s. El Mundial empezaba entonces para Iniesta y no cuando se subi¨® al avi¨®n en direcci¨®n a Potchefstroom.

¡°El 13 de abril de 2010, durante un entrenamiento en la Ciudad Deportiva, me lesion¨¦ el isquiotibial derecho ¡ªrecuerda Andr¨¦s¡ª. Me hice una buena rajadita, faltaba poco m¨¢s de un mes para que Del Bosque diera la lista para el Mundial y el tiempo era muy justo. Cre¨ªa que no llegaba. Mejor dicho, pens¨¦ que no llegaba.¡±

El 13 de abril de 2010, durante un entrenamiento en la Ciudad Deportiva, me lesion¨¦ el isquiotibial derecho. Cre¨ªa que no llegaba. Mejor dicho, pens¨¦ que no llegaba.

En la Ciudad Deportiva del Barcelona todav¨ªa hoy se recuerda ese instante de dolor, todos se asustaron al ver a Andr¨¦s abandonar llorando el entrenamiento acompa?ado, naturalmente, por Emili. Hasta Carles Puyol, el capit¨¢n, se percat¨® de la gravedad del momento y se ausent¨® para acompa?ar a Iniesta.

¡°Tranquilo, Andr¨¦s, todo ir¨¢ bien. ?nimo, mucho ¨¢nimo, tranquil¨ªzate¡±, le susurraba el defensa a¨²n sobre el c¨¦sped en una larga caminata que se hizo interminable porque Andr¨¦s no escuchaba, no atend¨ªa, paralizado por el desgarro muscular que lo enviaba de nuevo al pozo que cre¨ªa olvidado. Se consum¨ªa a l¨¢grima viva. ¡°Me acerqu¨¦ a ¨¦l y le dije ¡®tranquilo, Andr¨¦s, vas a ser el mejor del Mundial¡¯, pero ¨¦l lloraba y lloraba. Creo que ni me escuch¨®.¡± El susurro de Paco Seirulo, el preparador f¨ªsico del Barcelona, se confund¨ªa con el agua que ca¨ªa de la ducha. Siempre crey¨® que Andr¨¦s no lo oy¨® ese d¨ªa. ¡°S¨ª, claro que o¨ª a Paco, por supuesto, pero no pod¨ªa ni hablar¡±, cuenta Andr¨¦s recordando aquella imagen en el vestuario, instantes antes de que Puyol, capit¨¢n, amigo, confidente, c¨®mplice, le ense?ara la puerta por donde acabar¨ªa llegando la soluci¨®n: ¡°Tienes que hablar con Ra¨²l, ?vale? Todo ir¨¢ bien, pero habla con Ra¨²l¡±. Andr¨¦s, ido como estaba, segu¨ªa sin escuchar nada, maldiciendo su suerte, abatido a pocas semanas del Mundial.

¡°Esa lesi¨®n me dej¨® la moral y el coraz¨®n por los suelos. Llevaba un a?o sufriendo mucho y me quedaba la ilusi¨®n de ir al Mundial, pero esa rajadita estaba a punto de dejarme fuera ¡ªcuenta Andr¨¦s¡ª. Y, s¨ª, habl¨¦ con Ra¨²l.¡± Andr¨¦s apenas parece expresar sus sentimientos, pero siempre acaba rode¨¢ndose de los mejores, gan¨¢ndose la confianza de los especialistas, todos presa del embrujo del ni?o de Fuentealbilla.

¡°Recuerdo el d¨ªa en que habl¨¦ con Ra¨²l. ?Qu¨¦ me dijo? ¡®?Tranquilo, Andr¨¦s! Tranquilo. Llegar¨¢s al Mundial. Y, una vez all¨ª, haremos todo lo necesario para que tu cuerpo vuelva a la normalidad ¡±, recuerda Iniesta. ?Normalidad? ?Qu¨¦ palabra tan rutinaria y tan deseada a un tiempo para un futbolista lesionado en v¨ªsperas de una Copa del Mundo! ¡°Es uno de los momentos m¨¢s dif¨ªciles que tengo que vivir. La vida me ha ense?ado a no rendirme nunca¡±, escribi¨® entonces Andr¨¦s en las redes sociales cuando no quedaban ni dos meses para el partido inaugural de Espa?a en Durban.

¡°Durante el Mundial pr¨¢cticamente hicimos vida en com¨²n. Nos tiramos un mes pasando todas las noches juntos. Despu¨¦s de cenar, llegaba el ¡®momento Ra¨²l¡¯. Me tiraba en la camilla y ¨¦l gobernaba mi cuerpo¡±, relata Andr¨¦s.

¡°?Qu¨¦ le hice?¡± A¨²n hoy Ra¨²l tarda unos segundos en responder a la pregunta de qu¨¦ cambi¨® en el cuerpo de Andr¨¦s. El v¨ªdeo de Emili activaba su mente para sobrevivir de noche y las manos de Ra¨²l domesticaban sus m¨²sculos de d¨ªa. Los dos sab¨ªan mejor que nadie que algo iba mal en el cuerpo del impaciente Andr¨¦s. No lo consolaba siquiera la paz que le hab¨ªa transmitido Vicente.

Esa lesi¨®n me dej¨® la moral y el coraz¨®n por los suelos. Llevaba un a?o sufriendo mucho y me quedaba la ilusi¨®n de ir al Mundial, pero esa rajadita estaba a punto de dejarme fuera.

¡°Tranquilo, te esperar¨¦ hasta el final¡±, le hab¨ªa dicho Del Bosque, el salmantino justo y sensato, lleno de sentido com¨²n, hombre de palabra, hijo de Ferm¨ªn, un empleado de la Renfe represaliado tras la Guerra Civil. Del Bosque aguard¨® y el jugador se encomend¨® a los buenos oficios de Emili y Ra¨²l, intuitivo y astuto uno, capaz de llegar hasta los cimientos de su arquitectura emocional y h¨¢bil y meticuloso el otro, capaz de dar con el secreto mejor guardado bajo la piel de Andr¨¦s.

La paciencia del seleccionador fue tan decisiva como la faena de los fisioterapeutas y la predisposici¨®n del propio Iniesta. Una semana antes del debut mundialista contra Suiza, Espa?a jug¨® un ¨²ltimo amistoso en Murcia contra Polonia.

El volante manchego agarra la pelota recostado en la banda del once: siendo diestro, vive feliz y con naturalidad en la banda izquierda, y doma la pelota con delicadeza viniendo de fuera hacia dentro para encadenar una sinfon¨ªa de pases que lo llevan al balc¨®n del ¨¢rea de Kuszczak. La vertiginosa y precisa jugada dura diecis¨¦is segundos, despu¨¦s de que Iniesta se asocie al primer toque con Xavi y Silva, hasta quedar de espaldas a la porter¨ªa de Polonia. Andr¨¦s controla el cuero dulcemente con la pierna izquierda, despu¨¦s la pisa con la derecha y m¨¢s tarde se da la vuelta para encarar al guardameta y a los cinco defensas que le cierran el paso ante el pasmo de la hinchada de Murcia. Andr¨¦s pica entonces la bola para sortear el muro contrario, igual que hizo Laudrup con Romario en un partido del Bar?a en Pamplona, y habilita el pase a Xavi. Y Xavi a Silva. Visto y no visto. En un santiam¨¦n.

¡°Ah¨ª hemos visto a un mago inventando un pase, inventando un espacio, la llegada de Xavi, lo que es un equipo¡­ Una dejada y el remate de David.¡± El relato de Zubizarreta, por aquel entonces comentarista de ¡­ y poco despu¨¦s director deportivo del Barcelona, ven¨ªa precedido de la misma admiraci¨®n que se advirti¨® en la grada cuando se vio volar el bal¨®n desde la bota derecha de Andr¨¦s. Apenas catorce minutos de partido y tanto Ra¨²l como Emili, uno sentado en el banquillo de la Nueva Condomina y el otro preparando su viaje de vacaciones a la Rep¨²blica Dominicana, sonre¨ªan, c¨®mplices de la felicidad de Andr¨¦s despu¨¦s de asistir a Villa con el exterior del pie en el 1-0 y, como volante diestro de toda la vida, ponerle el bal¨®n a Xavi, como si de la reencarnaci¨®n de Laudrup se tratara, para hacer subir el 2-0.

En la grada se desat¨® la euforia y la selecci¨®n era una fiesta, todos entusiasmados por la recuperaci¨®n de Iniesta hasta que ¨¦ste se acerc¨® al banquillo y pidi¨® el cambio a Del Bosque. ¡°De algo me tiene que servir la experiencia¡±, argumenta el jugador, sabiendo que al notar el m¨¢s m¨ªnimo dolor debe retirarse. All¨ª fue sustituido por Pedro. Del Bosque se asusta y los m¨¦dicos se preocupan porque es el minuto 39 de partido y es 8 de junio, justo una semana antes del inicio del Mundial contra Suiza.

¡°Lo hemos sustituido porque ten¨ªa molestias en la parte posterior del muslo", cont¨® a los periodistas ?scar Celada, uno de los m¨¦dicos de la Roja. .

¡°Lo hemos sustituido porque ten¨ªa molestias en la parte posterior del muslo. No ha notado ning¨²n pinchazo ni tampoco le ha ido a m¨¢s. Fue al inicio del partido y, como no estaba c¨®modo, se produjo el cambio. Es una lesi¨®n muscular menor. Para estar m¨¢s tranquilos, le haremos algunas pruebas, pero inicialmente descartamos que est¨¦ roto el m¨²sculo. Se trata de una lesi¨®n leve, pero hay que tener precauci¨®n¡±, cuenta a los periodistas ?scar Celada, uno de los m¨¦dicos de la Roja. Habla para la prensa y habla tambi¨¦n para Andr¨¦s, que ya sab¨ªa el diagn¨®stico, de nuevo compungido, atrapado otra vez por sensaciones contrapuestas, dichoso por su juego y amargado por su nueva lesi¨®n.

El muslo derecho estaba roto. O casi. Hab¨ªa un desgarro fibrilar y, al examinar las pruebas que se le hicieron en su d¨ªa libre en Barcelona, aquella inflamaci¨®n aconsejaba paciencia. ¡°Se trata de un edema, un peque?o edema, en un m¨²sculo de la parte posterior del muslo derecho, el muslo semimembranoso en su zona m¨¢s alta. En principio, esta lesi¨®n tiene buen pron¨®stico. No hay rotura de fibras musculares. No lo descartamos para debutar ante Suiza¡±, explic¨® Juan Cota, otro de los m¨¦dicos federativos.

En principio. La expresi¨®n en principio ten¨ªa amargado a Andr¨¦s. Aquella pierna derecha ya hab¨ªa soportado muchas lesiones que ¡°en principio¡± ten¨ªan un pron¨®stico inicial y, despu¨¦s, no ten¨ªan final. Ninguna, en cualquier caso, m¨¢s grave que la rotura del b¨ªceps femoral y m¨¢s tarde la del recto anterior, dos serios contratiempos para el jugador del Bar?a. El Mundial se echa encima y aumenta la preocupaci¨®n de Del Bosque porque la sensibilidad del juego de Espa?a pasa por la pierna de Iniesta. Y el jugador se siente agobiado, desesperado consigo mismo, por sus reiteradas roturas musculares, demasiadas por m¨¢s terco, cabezota y obstinado que sea Andr¨¦s.

Iniesta lleg¨® al partido contra Suiza, al estreno del Mundial, y, cuando se llevaba una hora de juego, se volvi¨® a lesionar, derribado por Lichsteiner. Tard¨® en levantarse del suelo, obsesionado con tocarse durante cuarenta segundos la parte posterior del muslo derecho, el eje de todos sus males, incapaz de recordar siquiera que lo sustituy¨® como ya era norma Pedro. El ritual se repet¨ªa con independencia del adversario, del campo y del torneo, incluso cuando se trataba de la Copa del Mundo. Del Bosque sacaba a Iniesta, el manchego se lesionaba y en su puesto entraba inmediatamente Pedro. Roma, Murcia, Durban¡­ Aquellas escenas parec¨ªan reproducirse una y otra vez sin soluci¨®n de continuidad. Cuando mejor se sent¨ªa, aparec¨ªan las lesiones. En el debut del Mundial, Andr¨¦s regal¨® dos delicados pases interiores dejando, por ejemplo, solo en el ¨¢rea suiza a Piqu¨¦, convertido en inesperado delantero centro. En otra jugada nos devolvi¨® su mejor versi¨®n firmando un taconazo m¨¢gico. Andr¨¦s estaba tranquilo. Se mov¨ªa bien en el campo, como demostr¨® con un curvado disparo desde fuera del ¨¢rea (casi en el mismo sitio que en Stamford Bridge, en la media luna) usando el interior de su pie derecho, ya en la segunda mitad, poco antes de caer por la dura entrada del jugador suizo.

Sin embargo, ante Suiza, la lesi¨®n pareci¨® m¨¢s grave, sobre todo porque, por un momento, Andr¨¦s dio la sensaci¨®n de que lo engull¨ªa la hierba sudafricana, circunstancia que no pas¨® desapercibida para Michael Robinson, comentarista para Canal+ con Carlos Mart¨ªnez: ¡°No me gusta la cara de Iniesta¡±, afirm¨® el exdelantero del Liverpool. Hab¨ªa que recuperar la rutina de los mensajes de Emili y los masajes de Ra¨²l, la terapia psicol¨®gica y f¨ªsica, la confianza ciega en que habr¨ªa un d¨ªa en que no caer¨ªa Iniesta. ¡°Recuerdo llegar al campo y verlo toc¨¢ndose atr¨¢s.¡±

¡ªParece un golpe, Andr¨¦s ¡ªle dice nada m¨¢s llegar Celada, uno de los m¨¦dicos de la selecci¨®n.

¡ªNo, no, doctor. Me ha dado un calambrazo atr¨¢s ¡ªle responde el jugador, asustando as¨ª al m¨¦dico, que ve desfilar por su memoria el inacabable cap¨ªtulo de lesiones musculares que han sacudido a su paciente¡ª. Es una especie de calambre, doctor ¡ªinsiste Andr¨¦s.

¡ª?Vaya! Salimos caminando poco a poco del campo. Sin prisas, Andr¨¦s, ?vale? ¡ªcontesta Celada.

¡°No vamos a dar bandazos, seremos fieles a nuestro estilo. La tarea de un seleccionador debe ser escuchar a la gente, pero manteni¨¦ndose fiel a sus criterios¡±, sostuvo Del Bosque.

Resignado a que no jugar¨ªa contra Honduras porque para ese partido apenas quedaban cinco d¨ªas, el cuerpo t¨¦cnico de la selecci¨®n confi¨® en poder contar con Iniesta para el tambi¨¦n decisivo partido contra Chile. Al seleccionador, hombre de profundas convicciones, le tocaba aguantar la cr¨ªtica por la derrota ante Suiza por 1-0. ¡°No vamos a dar bandazos, seremos fieles a nuestro estilo. La tarea de un seleccionador debe ser escuchar a la gente, pero manteni¨¦ndose fiel a sus criterios¡±, sostuvo Del Bosque. ¡°Ha sido una desgracia futbol¨ªstica que no te explicas ¡±, se lament¨® Xavi.

La frustraci¨®n es doble para Andr¨¦s, por la derrota y por la lesi¨®n, que no se produce igual en Barcelona y en Sud¨¢frica. Tan delicada es la situaci¨®n que se decide no hacerle pruebas m¨¦dicas y los doctores aseguran que se trata de un fuerte golpe, sin m¨¢s. No quieren ir m¨¢s all¨¢, convencidos de que, si le muestran una imagen m¨¢s de la zona afectada, puede ser su final en la Copa. ¡°No hay que hacer medicina s¨®lo a partir de las im¨¢genes ¡ªexplica Ra¨²l¡ª. A veces anticipas, arriesgas, necesitas ser intuitivo a fin de que el jugador no se obsesione con la lesi¨®n.¡±

¡°Entre los partidos de Suiza y Honduras, lo pas¨¦ muy mal. Muy mal¡±, recuerda Andr¨¦s, entonces entregado a una rehabilitaci¨®n que pasaba necesariamente por acostarse con el v¨ªdeo de Emili, la historia de una superaci¨®n de la que naturalmente tambi¨¦n ¨¦l era protagonista, y levantarse en la camilla de Ra¨²l. Y fue en aquel confesionario, all¨ª donde los jugadores se desnudan y cuentan sin abrir la boca sus secretos, frustraciones y angustias, s¨®lo perceptibles por las manos del fisioterapeuta, donde escuch¨® un clic, se sinti¨® diferente y necesit¨® ponerse a prueba a escondidas en aquel pasillo del hotel de Johannesburgo la v¨ªspera del duelo con Honduras. ¡°S¨ª, Ra¨²l dio con la tecla, lo not¨¦¡±, dice Iniesta.

¡°No, no fue nada f¨¢cil entrarle y entenderlo es dif¨ªcil, a veces pienso que no lo acabo de entender, Iniesta es abstracto ¡ªcontin¨²a Ra¨²l (fue Puyol quien le aconsej¨® que tratara a Andr¨¦s de determinada manera)¡ª. ?Tienes que cogerlo! Y, en cuanto lo tienes, ver¨¢s que es un enigma, nunca sabes qu¨¦ piensa, vive en su mundo, como si estuviera desconectado, de entrada desconfiado. No se puede entrar en su cerebro. Y lesionado es un ansias. Lo cierto es que es un reloj suizo y los dos sabemos c¨®mo funciona, c¨®mo responde, hemos aprendido qu¨¦ ajustes son necesarios o, por decirlo de otra manera, Andr¨¦s es un mecano sensible. Ahora hab¨ªa que rearmonizar su cuerpo. Y eso fue lo que hicimos.¡± Eso ocurre en Sud¨¢frica mientras desde Barcelona le llega una frase que le retumba de tanto o¨ªrla: ¡°Andr¨¦s, hay que respetar el reloj biol¨®gico. Hay que respetarlo siempre ¡±. Emili no se cansa nunca de repetir ese mensaje.

Nueve d¨ªas m¨¢s tarde, el 25 de junio, despu¨¦s de la derrota en el estreno con Suiza, Andr¨¦s celebrar¨ªa una doble victoria: Espa?a gan¨® a Chile con un gol suyo incluido, despu¨¦s de una asistencia de Villa (el f¨²tbol al rev¨¦s) y acab¨® el partido con aquella sonrisa de ni?o travieso, de quien no ha roto un plato y, sin embargo, es capaz de armar una muy gorda cuando se celebra una buena victoria, con el Bar?a o con la Roja.

No hay mayor triunfo para Andr¨¦s que enfilar cansado el t¨²nel de vestuarios tras noventa minutos de f¨²tbol. Si se cumplen sus tradicionales predicciones a¨²n se siente m¨¢s victorioso.

No hay mayor triunfo para Andr¨¦s que enfilar cansado el t¨²nel de vestuarios tras noventa minutos de f¨²tbol. Si se cumplen sus tradicionales predicciones a¨²n se siente m¨¢s victorioso: ¡°V¨ªctor, hoy marco. Y si marco, te lo dedico¡±, le musit¨® a Vald¨¦s, su compa?ero de autob¨²s, camino del estadio de Pretoria. Las mejores victorias ayudan a contar buenas historias, por m¨¢s m¨ªnimas que parezcan, como la trayectoria que sigui¨® la selecci¨®n hasta llegar al campo: ¡°En ese autob¨²s se pod¨ªa cortar el silencio¡±, revel¨® Del Bosque, consciente de que la selecci¨®n se jugaba el futuro en el Mundial. La tensi¨®n y la concentraci¨®n colectivas eran m¨¢ximas y la intimidad era estrecha: Andr¨¦s cuchicheaba con V¨ªctor, el chico que lo proteg¨ªa en la Mas¨ªa, el jugador a quien el f¨²tbol le dio la justa oportunidad de figurar en la lista de los 23 elegidos precisamente por la influencia de los azulgranas ante Del Bosque.

A mayor exigencia, mejor es la respuesta de Andr¨¦s cuando se siente bien y presiente lo que va a ocurrir en el partido, capaz incluso de anunciar a Vald¨¦s que le dedicar¨¢ un gol, una promesa especialmente arriesgada en un futbolista muy selectivo con sus dianas. La jugada naci¨® y acab¨® en sus botas: rob¨® la pelota, combin¨® con el Ni?o Torres, se apoy¨® en Villa y dispar¨® a la red chilena. Un tiro con la derecha, como debe ser, su pierna buena, definitivamente curada, impredecible para porteros tan sagaces como el chileno Bravo, un guardameta que terminar¨ªa siendo compa?ero suyo en el Camp Nou. No era un gol cualquiera, porque en la temporada 2009-2010 s¨®lo hab¨ªa anotado otra diana en 42 partidos con el Bar?a. Tan dram¨¢tico fue aquel curso que termin¨® con Andr¨¦s jugando s¨®lo cinco minutos en la ¨²ltima jornada, cuando el equipo de Guardiola logr¨® la Liga en el Camp Nou ante el Valladolid. Cinco minutos de premio, de homenaje, de est¨ªmulo.

Andr¨¦s ya no se tocaba la pierna, sino que se miraba las botas, no recordaba los partidos jugados, sino los que faltaban por disputar, contaba los d¨ªas que quedaban para la final despu¨¦s de aquel clic y de aquella carrera a oscuras en Johannesburgo. Ya no quedaba ni rastro de la ¡°rajadita¡± en el muslo derecho tan bien cuidado por Ra¨²l. ¡°Muchos de los problemas en el isquio eran derivados de la lesi¨®n que me hice por jugar la final de Roma¡±, confiesa Andr¨¦s. Hasta ¨¦l, sin ser m¨¦dico, como si de una fusi¨®n de Ra¨²l y Emili se tratara, conoce su cuerpo y sus m¨²sculos. ¡°Fueron muchos meses, muchos¡­ Pero cuando Ra¨²l dio con la tecla y liber¨® esa zona, todo empez¨® a funcionar¡±, cuenta Andr¨¦s, un hombre que siempre se expres¨® a trav¨¦s de la pelota, nunca con palabras ni gestos, un hombre que para sentirse futbolista precisa que su cuerpo est¨¦ en forma, estable, armonizado, como si fuera un bailar¨ªn. Habla con el bal¨®n.

¡°Si me siento bien, ya est¨¢¡­ Lo dem¨¢s, funciona.¡± No hay t¨¦rmino medio con Andr¨¦s, indestructible cuando sana, fr¨¢gil mientras est¨¢ lesionado, incluso tr¨¢gico: ¡°?Por qu¨¦ me tuvo que pasar ahora, justamente en el momento en el que estaba tan bien?¡±, se pregunta cada vez que cae, como si no existieran lesiones leves o graves, exigente como es con el cuidado de su cuerpo.

El viaje de Pretoria a Johannesburgo era bastante c¨®modo. La ¡°rajadita¡± hab¨ªa desaparecido, cicatrizado ya el m¨²sculo y cicatrizada, al fin, su memoria. Ciudad del Cabo (las portadas del triunfo sobre Portugal fueron para Ronaldo y su mal perder), Johannesburgo (en Ellis Road el placer fue saber que el portero suplente, Reina, fue capaz de ayudar al capit¨¢n Casillas a detener un penalti decisivo) y Durban, el retorno al punto de partida, eran simples etapas para Andr¨¦s. En Durban, el 16 de junio, fue donde se lesion¨® ante Suiza poco antes de que Del Bosque proclamara que si pudiera volver a ser futbolista le encantar¨ªa ¡°reencarnarse en Sergio Busquets¡±, y en Durban fue tambi¨¦n, el 7 de julio, donde disfrut¨® tras aquel imponente gol de Puyol que abr¨ªa la puerta a la final de un Mundial, el partido con el que ni sue?an los futbolistas por lo dif¨ªcil que resulta llegar hasta all¨ª.

¡ªPor favor, Xavi. El siguiente c¨®rner me lo pones ah¨ª, ?vale? ¡ªle dijo el capit¨¢n al volante del Bar?a.

¡ª?Pero c¨®mo te lo voy a poner en el centro? ??No ves c¨®mo son los alemanes de altos?! ¡ªle respondi¨® Xavi.

¡ª?D¨¦jate de hostias, Pelopo! T¨² me la pones ah¨ª en medio, en el punto de penalti. ?No ves que ellos est¨¢n parados? ¡ªinsisti¨® el defensa.

¡ªS¨ª, claro. ?Como si fuera tan f¨¢cil! ¡ªprotest¨® el centrocampista.

¡ªSi no me la pones ah¨ª, no subo m¨¢s ¡ªsentenci¨® el central.

Las c¨¢maras de televisi¨®n captaron el airado gesto de Puyol hacia Xavi cuando, en el descanso del Espa?aAlemania (0-0), se met¨ªan ambos en el vestuario. Iba refunfu?ando Xavi con su frase final: ¡°?Como si fuera tan f¨¢cil!¡±.

F¨¢cil no lo era y menos a¨²n con ese maldito Jabulani, un ingobernable bal¨®n de playa convertido en la pelota oficial de un Mundial. La duda dur¨® hasta que lleg¨® el primer saque de esquina y Xavi se fue hacia el c¨®rner derecho del marco de Neuer. ¡°Vale, ahora te la pongo, Puyi.¡± A su lado ten¨ªa a Iniesta, bastante cerca, a unos cinco o seis metros, no m¨¢s. Aunque Andr¨¦s no lo supiera, su funci¨®n era enga?ar, practicaba una maniobra de distracci¨®n para el plan de XaviPuyol. Quer¨ªa Xavi que Alemania entendiera que Espa?a iba a lanzar el c¨®rner en corto, como sol¨ªa hacer el equipo, un pr¨®logo para construir la segunda jugada y sacar a los gigantes germ¨¢nicos de su cueva. Una jugada de manual en el libro del Bar?a y de la Roja. Pero todo qued¨® neutralizado por la terca voluntad de Puyol y la comprensi¨®n de Xavi.

En la Roja, al igual que en el Bar?a, el juego es precisamente una cuesti¨®n de tiempo y espacio, de un segundo y de un cent¨ªmetro, y, sobre todo, cuesti¨®n de velocidad de ejecuci¨®n m¨¢s que de anticipaci¨®n.

El Jabulani obedeci¨® al pie del maestro y vol¨® directamente hacia el punto de penalti. De la bota de Xavi a la cabeza de Puyol. Sin intermediario alguno. Y, entonces, el central catal¨¢n se levant¨® un cent¨ªmetro m¨¢s y acudi¨® un segundo antes que cualquiera de los ocho defensores alemanes que cubr¨ªan a los cinco atacantes de Espa?a. Ya se sabe que en la Roja, al igual que en el Bar?a, el juego es precisamente una cuesti¨®n de tiempo y espacio, de un segundo y de un cent¨ªmetro, y, sobre todo, cuesti¨®n de velocidad de ejecuci¨®n m¨¢s que de anticipaci¨®n. Hay que pensar r¨¢pido y llegar antes que el contrario y, si es preciso, incluso que tu propio compa?ero. Puyol se llev¨® por delante en su salto a Piqu¨¦ (¡°iba a rematar yo, pero en ese momento me pas¨® ¨¦l, pens¨¦ que era un avi¨®n¡±, brome¨® despu¨¦s Gerard) y conect¨® un testarazo tan imponente, por fuerte y preciso, que s¨®lo pod¨ªa acabar en gol. Dos segundos para meter un gol hist¨®rico. De la bota de Xavi a la red de Neuer. Espa?a no hab¨ªa marcado ni un solo gol en el Mundial en acciones a bal¨®n parado. ?Despu¨¦s? Tampoco

¡°Te juro que cuando iba a sacar el c¨®rner, pens¨¦: ¡®Ser¨¢ gol, seguro que s¨ª¡¯ ¡ªrepite Xavi cada vez que se le recuerda la jugada¡ª.¡®? B¨²scala Puyi! ?B¨²scala! Y ya ver¨¢s c¨®mo ser¨¢ gol¡¯.¡± Y, naturalmente, aquello fue gol despu¨¦s de que Villa estorbara a Neuer y Piqu¨¦ se batiera con las torres de Alemania, una acci¨®n de estrategia que los azulgranas hab¨ªan perfeccionado en el 2-6 al Madrid.

El gol m¨¢s importante en la historia de Espa?a

¡ª?Pero c¨®mo te portas as¨ª con mi pa¨ªs? ?Por qu¨¦? ?Qu¨¦ te hab¨ªamos hecho, eh?

La pregunta son¨® ¨¢spera, incluso desagradable, propia de un grosero, alejada de cualquier iron¨ªa en boca de aquel engre¨ªdo que pasaba junto a la mesa de un hotel lujoso de Johannesburgo, cuarenta y ocho horas antes del partido m¨¢s decisivo que pueda jugar un futbolista. All¨ª sentados estaban Puyol, su hermano Josep y su amigo Javi, Iniesta y el agente de los dos futbolistas, Ramon Sostres. Los cinco levantaron la cabeza sorprendidos y vieron la figura de un arrogante alem¨¢n dirigi¨¦ndose al capit¨¢n del Bar?a.

Se trataba de Lottar Math?us, un b¨¢varo que hab¨ªa disputado nada menos que cinco mundiales y hab¨ªa alcanzado una estrella en Italia 90, un curr¨ªculo intimidatorio ante el reto in¨¦dito que afrontaba la Roja.

¡ªNada, no he hecho nada. S¨®lo era un golecito, un cabezazo ¡ªrespondi¨® Puyol.

Igual de r¨¢pido que marc¨®, igual de r¨¢pido respondi¨® el defensa azulgrana con una delatora sonrisa presidiendo su melenudo rostro.

¡ª?Tranquilo, tranquilo! ?Qu¨¦ teng¨¢is mucha suerte en la final! ¡ªintervino el alem¨¢n.

Math?us se march¨® con una sonrisa, la misma que recorri¨® aquella mesa, interrumpida la conversaci¨®n por una frase que, a bote pronto, hab¨ªa sonado a desaf¨ªo y despu¨¦s pareci¨® ser una felicitaci¨®n, mitad en broma, mitad en serio. No es f¨¢cil para los latinos descifrar a los alemanes.

¡ª?Te das cuenta, Carles, te das cuenta de que has marcado el gol m¨¢s importante del f¨²tbol espa?ol y eso lo sabe todo el mundo? ¡ªcomentaron los interlocutores de Puyol.

¡ªOjal¨¢ lo sea s¨®lo hasta el domingo ¡ªrespondi¨® el goleador¡ª. S¨®lo hasta el domingo.

¡ªTranquilo, Carles, de eso me encargo yo. No te preocupes.

De golpe, las miradas se dirigieron a la cara de Andr¨¦s, sorprendidos los contertulios por la contundencia de su frase y, al mismo tiempo, esperanzados porque, cuando se suelta con afirmaciones tan rotundas, Iniesta siempre acierta. Cuando todo parece f¨¢cil, ¨¦l alerta de los riesgos; cuando todo parece complicado, ¨¦l anuncia la llegada de un futuro mejor.

¡ª?Crees en el destino, Andr¨¦s?

¡ª?Por qu¨¦ lo pregunt¨¢is?

Andr¨¦s no suele marcar muchos goles, pero ha sido el protagonista de dos de los m¨¢s celebrados y decisivos en el Bar?a y en Espa?a.

Andr¨¦s no suele marcar muchos goles, pero ha sido el protagonista de dos de los m¨¢s celebrados y decisivos en el Bar?a y en Espa?a. Iniesta desmont¨® los cimientos de Stamford Bridge con un tiro tan ajustado a la cruceta que ni siquiera las manos de un gigante de dos metros como Cech pudo detenerlo y, en la final de Johannesburgo, bati¨® a Stekelenburg.

¡ªLo del destino es una palabra muy compleja. Ser¨¢ el destino¡­ Me tocaba estar all¨ª y all¨ª estaba.

Lo dice como si hubiera pasado casualmente por el Soccer City, como si en otra jornada laboral hubiese tenido el capricho de visitar Londres.

Si se hab¨ªa recuperado en Sud¨¢frica, no era precisamente por casualidad, a pesar de haber llegado a pensar que no volver¨ªa, raz¨®n que explicar¨ªa aquella relajaci¨®n que sent¨ªa ahora y que le permit¨ªa intervenir con gracia en cualquier tertulia, disfrutar cada noche del v¨ªdeo terap¨¦utico de Emili y brincar entusiasmado hacia la camilla de Ra¨²l.

As¨ª lleg¨® Andr¨¦s al partido de su vida, al reencuentro con su destino, como si emprendiera un viaje hacia el pasado rescatando la infancia perdida en el patio de Fuentealbilla. No hab¨ªa por aquel entonces en su peque?o pueblo ning¨²n campo de f¨²tbol. Tampoco Andr¨¦s lo necesitaba. Le bastaba con la ¡°pista¡±. Y la pista era su Maracan¨¢, el estadio de sus sue?os, el lugar donde tram¨® los mejores regates y dibuj¨® jugadas imposibles.

Un patio, dos porter¨ªas de balonmano y un gigantesco ¨¢rbol que casi ocupaba un cuarto del terreno de juego. Cemento armado, resquebrajado por el paso del tiempo. Aqu¨¦l era su estadio preferido, all¨ª era donde viv¨ªa de verdad, por m¨¢s que se pasara muchas horas de estudio en el colegio y en el coche de su padre camino de Albacete. ¡°All¨ª hab¨ªa jugado muchas finales de mundiales, eurocopas, champions, ligas¡­¡±, cuenta Andr¨¦s.

¡°No, no pens¨¦ en todas esas cosas¡±, dice un poco despistado al recordar los minutos previos a su aparici¨®n planetaria, ya ca¨ªda la calurosa noche sudafricana y con el mundo del f¨²tbol pendiente de un partido an¨®malo, porque la Holanda de Sud¨¢frica se parec¨ªa a la vieja y furiosa Espa?a, y Espa?a era m¨¢s que nunca Holanda, aquella selecci¨®n que con el f¨²tbol total conquist¨® el juego en 1974 despu¨¦s de perder la final con la Alemania del k¨¢iser Beckenbauer. Las camisetas se hab¨ªan intercambiado desde la llegada de Luis Aragon¨¦s y Del Bosque a la Roja: el equipo del toque, del pase, del control, para suerte por fin de los centrocampistas espa?oles y, naturalmente, de Iniesta.

Andr¨¦s llega al vestuario, se sumerge a¨²n m¨¢s en su mundo y s¨®lo aparece un instante para acercarse a Hugo Camarero. Tiene algo que decirle a uno de los asistentes de la Roja, uno de los preparadores f¨ªsicos, uno que tiene manos de seda para apaciguar cuerpos doloridos. Y, en el vestuario, escucha a Iniesta decir: ¡°Oye, Hugo, por favor¡­¡±.

Hugo, enredado en el traj¨ªn previo a cualquier partido, y aquel partido era la final de un Mundial, pues¡­ atendi¨® a Andr¨¦s.

¡°Primero me mand¨® hacer una camiseta Jes¨²s Navas, quiero decir una camiseta con dedicatoria. Despu¨¦s, vino a verme Andr¨¦s, ¨¦l se estaba tratando con Ra¨²l y no s¨¦ si vio la camiseta de Jes¨²s. En una caseta, antes de cualquier partido, imag¨ªnate en la final de un Mundial, pasan muchas cosas. Tratamientos, vendajes, masajes¡­¡±

Se acerc¨® Andr¨¦s.

¡ªOye, Hugo, por favor, hazme una camiseta para Jarque.

¡ª?Qu¨¦ talla quieres? ?Grande? ?Peque?a? ?Manga larga? ?Manga corta? ?Tirantes? Corta. Vale, tranquilo, cuando subas del calentamiento, la tendr¨¢s en tu sitio. No te preocupes, Andr¨¦s.

¡ªPon, por favor, ¡°Dani Jarque, siempre con nosotros¡±, y que se vea bien por delante.

¡ªTranquilo, la tendr¨¢s en tu sitio.

Andr¨¦s se fue a calentar. Tambi¨¦n Hugo deb¨ªa bajar al c¨¦sped del Soccer City para ayudar a Javi Mi?ano, el preparador f¨ªsico de la selecci¨®n, a hacer el calentamiento, pero antes ten¨ªa algo que hacer.

¡°A todo correr, me voy a buscar a Joaqu¨ªn, uno de los utilleros de la selecci¨®n: ¡®?Toma, Hugo! La de tirantes¡¯.¡± ?Pero qui¨¦n le dio el rotulador? ¡°Tambi¨¦n fue Joaqu¨ªn. Ellos llevan siempre porque se necesitan para las hojas de las faltas, de los c¨®rneres que pon¨ªa Toni Grande a los jugadores antes de cada partido, pero Joaqu¨ªn, no me preguntes por qu¨¦, ya se ol¨ªa algo. ¡®No lo gastes mucho, no gastes demasiada tinta. Luego, necesitaremos ese rotulador, ya ver¨¢s¡¯, me dijo.¡± Cada vez que marcaba con acelerada paciencia las letras, la mirada de Joaqu¨ªn se agriaba. Tem¨ªa quedarse sin la tinta necesaria. ¡°Como soy bastante meticuloso, iba marcando cada letra con fuerza, gastando demasiada tinta para los deseos de Joaqu¨ªn. Quer¨ªa que se leyera bien. Que se viera todo perfecto.¡± Hugo actuaba con una fe inquebrantable, convencido de que esa camiseta la ver¨ªa todo el mundo.

Andr¨¦s ya calentaba sobre el c¨¦sped y Mi?ano estaba echando de menos a Hugo, pero ¨¦ste todav¨ªa no hab¨ªa terminado.

¡ª?Venga, Hugo, acaba ya!

Entre la prisa que le met¨ªa Joaqu¨ªn y la presi¨®n que sent¨ªa ¨¦l, no hab¨ªa demasiado tiempo para entretenerse. Acab¨® pronto. ¡°Quiz¨¢ seis o siete minutos. No mucho m¨¢s.¡± Cuando Andr¨¦s volvi¨®, la camiseta ya estaba en su sitio.

¡°Creo que no me dijo nada, quiz¨¢ hizo un gesto. Ya sabes c¨®mo es Andr¨¦s. Habla m¨¢s con gestos o miradas que con palabras. ¡±

Acabado el calentamiento, volvi¨® Hugo al vestuario y se hizo el silencio. Regres¨® Andr¨¦s y se encerr¨® en s¨ª mismo. De repente, todo resulta muy sutil, como si un delicado equilibrio de susurros, miradas y gestos se impusiera antes del partido que sab¨ªan m¨¢s importante de sus vidas. Nadie lo vio enfundarse esa segunda piel bajo la camiseta azul de la Roja. Tampoco se fijaron sus compa?eros en que Andr¨¦s, supersticioso y hombre de rutinas, hab¨ªa cortado las mangas. No le gusta jugar con manga larga.

¡°S¨ª, es verdad. Recuerdo que aquel t¨²nel era muy largo, aquel t¨²nel del vestuario al c¨¦sped era en pendiente. Ve¨ªas la luz al final. Daba la sensaci¨®n de estar entrando en el Coliseo. No ves nada de la grada hasta que no llegas al final.¡±

En ese t¨²nel, Andr¨¦s, ya con la camiseta blanca de tirantes y las letras de Hugo bajo su piel azul con el seis de Espa?a, siente algo en su interior. ?Miedo? No. ?Angustia? Tampoco. ?Nervios? Quiz¨¢. ?Inseguridad? Tal vez. Baja el t¨²nel intranquilo.

¡°Todav¨ªa hoy, cuando veo esa fotograf¨ªa se me ponen los pelos de punta. ?Imag¨ªnate ¨¦l! Veo ese mensaje y se me amontonan miles de flashbacks. Y pienso en todo lo que sufri¨® en ese Mundial ¡ªcuenta Hugo¡ª. Y sufri¨® mucho. Contando la preparaci¨®n previa, cincuenta y cinco d¨ªas. D¨ªas y noches de tratamiento. A veces, no s¨®lo con Andr¨¦s, hasta las cuatro de la madrugada. Mira lo que le pas¨® en Murcia antes de viajar a Sud¨¢frica: Andr¨¦s estaba bien y lo cazaron. Mira lo que le pas¨® con Suiza, volv¨ªa a estar casi del todo bien y¡­ otra vez, vuelta a empezar. Y, cada ma?ana, la misma escena. ¡®A ver, ese buenos d¨ªas de Andr¨¦s, ?c¨®mo es?¡¯ Tampoco necesitamos muchas palabras. Creo que hizo m¨¢s sesiones de entrenamiento conmigo que con el grupo. Y me bastaba con que sonriera. Un simple gesto era suficiente. Hab¨ªa noches en que rezaba m¨¢s que dorm¨ªa. Rezaba para que a la ma?ana siguiente sus buenos d¨ªas fueran tranquilizadores.¡±

Los auxiliares de la selecci¨®n trabajaron con la m¨¢xima prudencia y procuraron que a Andr¨¦s no le faltara nada. Antes de ir a Sud¨¢frica, la Federaci¨®n levant¨® incluso un gimnasio en la Ciudad Deportiva de Las Rozas con m¨¢quinas muy especiales. ¡°Trajimos para Xavi y para Iniesta las mismas que usaban en el Barcelona ¡ªexplica Hugo¡ª. Y luego presionamos para que se llevaran algunas similares al Mundial, hasta la misma cinta de correr para Ramos.¡± Como muchos jugadores, Andr¨¦s es muy supersticioso, much¨ªsimo, pero todo aquello iba m¨¢s all¨¢ de la simple superstici¨®n.

Un d¨ªa en que trabajaba en el campo con Albiol, el doctor de la selecci¨®n pis¨® el c¨¦sped acaloradamente al grito de ¡°ve con Andr¨¦s a hacer los ejercicios de siempre; ve ahora y luego vuelves con Albiol, por favor¡±. No pod¨ªa esperar el paciente, seguro de que si repet¨ªa, d¨ªa tras d¨ªa, las mismas rutinas, habr¨ªa un momento en que todo su cuerpo quedar¨ªa sincronizado. Por eso dej¨® Hugo todo lo que estaba haciendo y se march¨® al encuentro de las piernas de Andr¨¦s. No era cuesti¨®n de romper la rutina. Ni la superstici¨®n.

¡°Ten¨ªamos que manejar muy bien todos los procesos con Andr¨¦s, las pruebas que le hac¨ªamos, la informaci¨®n que le d¨¢bamos. Todo ten¨ªa que ser superpositivo. Recuerdo, por ejemplo, a Ra¨²l repiti¨¦ndole siempre el mismo mensaje para que no hubiera dudas: ¡®Tranquilo, Andr¨¦s, esto est¨¢ muy bien¡¯ ¡ªcuenta Hugo¡ª. Y no, Andr¨¦s no estaba bien. Estaba mal, pero, por muy mal que estuviera, ten¨ªamos que ser muy positivos.¡±

En decenas de esos peque?os detalles vividos en cincuenta y cinco d¨ªas iba pensando Hugo mientras bajaba el largo t¨²nel del Soccer City. Feliz porque Andr¨¦s hab¨ªa encontrado aquello que hab¨ªa pedido. Y sin que ¨¦l notara las prisas, la tensi¨®n y los nervios de Joaqu¨ªn ¡ª¡°?termina Hugo, termina Hugo!¡±¡ª, cuando pasaba, sin mirar, junto a la Copa que acabar¨ªa besando aquella noche. ¡°Y no s¨¦ qu¨¦ fue de aquel rotulador, s¨®lo recuerdo que lo devolv¨ª un poco enfadado, eso s¨ª lo recuerdo¡±, dice Hugo.

Hay que ver primero la camiseta de Jes¨²s Navas y despu¨¦s la de Andr¨¦s Iniesta. Es el mismo mensaje, pero con distinto destinatario. Jes¨²s se acord¨® de Antonio Puerta* y Andr¨¦s de Dani Jarque. Y las camisetas son tambi¨¦n distintas. Jes¨²s luc¨ªa una de manga corta, color azul celeste. ?Y Andr¨¦s? Todo el mundo lo sabe. Blanca y de tirantes. ¡°La letra es igual. El lema es igualito. ¡± Ambas llevan la firma de Hugo.

( *Antonio Puerta - Jugador del Sevilla muerto en 2007 tras sufrir un paro cardiorespiratorio durante un partido.)

¡°?Por qu¨¦ no lo pens¨¦ antes? Pues no lo s¨¦. ?Inspiraci¨®n? Tal vez. No soy de pensar en muchas cosas¡±, cuenta Andr¨¦s.

No sabe, no contesta. Armonizado su cuerpo, los d¨ªas anteriores a la final, Iniesta se dedic¨® a asuntos como lograr que sus amigos del alma (Jordi, Joel, Sesi, Alexis) llegaran a tiempo para presenciar la final.

¡°No pienso en la camiseta cuando marco el gol. Es algo instintivo. Marcas y te la quitas inmediatamente despu¨¦s. Si lo piensas, no sale tan bien. Sali¨® clavada, limpia, perfecta, no se me engancha en ning¨²n momento, ni se cae¡­ Ni me caigo yo. Sali¨® de cine.¡±

La letra de Hugo hab¨ªa dejado de ser an¨®nima y el mensaje de Andr¨¦s sacudi¨® millones de corazones encogidos a¨²n por ese gol que jam¨¢s olvidar¨¢n. ¡°Yo vi el gol de manera distinta a los dem¨¢s ¡ªadvierte Andr¨¦s al describir el momento del disparo que da un Mundial y termina con las frustraciones seculares de un pa¨ªs¡ª. Cuando recibo el bal¨®n no escucho nada. Cuando controlo la pelota, tengo la sensaci¨®n de que se para el mundo. S¨ª, s¨¦ que es dif¨ªcil explicarlo. No sent¨ª nada, s¨®lo silencio. El bal¨®n, la porter¨ªa, yo¡­ Un poco antes de que me pasen la pelota doy un paso atr¨¢s para no caer en fuera de juego. Sab¨ªa que no estaba en fuera de juego, pero lo hice por instinto, tu cuerpo se echa atr¨¢s casi de manera autom¨¢tica para evitar cualquier problema. Y luego¡­ Despu¨¦s, el silencio.¡±

Y el bal¨®n, gobernado con dulzura, vuela libre.

¡°Hay que aguantar, aguardar el momento exacto para enganchar bien la pelota. T¨² mandas en ese momento. All¨ª s¨®lo mandaba yo. El bal¨®n era la manzana de Newton. Yo, por tanto, era Newton. S¨®lo ten¨ªa que esperar a que la ley de la gravedad hiciera bien su trabajo. Mandas porque controlas el movimiento, la altura, la velocidad del bal¨®n y, por supuesto, la altura de la pierna. En ese silencio eres el ¨²nico que puede dominarlo todo.¡±

As¨ª se explica que el autor pueda modificar la obra en funci¨®n de los acontecimientos: ¡°Mi intenci¨®n era tirar m¨¢s esquinado para que no llegara el portero, pero me sali¨® m¨¢s centrado. M¨¢s fuerte, eso s¨ª. No pienso demasiado en lo que voy a hacer. Cuando pienso, pierdo d¨¦cimas de segundo y no me siento bien. Si piensas demasiado, igual fallas¡­¡±.

El remate, m¨¢s centrado de lo previsto, dobl¨® la mano derecha de Stekelenburg. Arrodillado el meta holand¨¦s, superado ya por el bal¨®n, Andr¨¦s mir¨® hacia atr¨¢s esperando que el juez de l¨ªnea no cometiera ninguna injusticia: ¨¦l estaba en posici¨®n legal, pero, al mismo tiempo, miraba hacia atr¨¢s para recordar algo m¨¢s: ¡°Particip¨¦ en toda la jugada¡±.

Iniesta habla con orgullo de su manera de tejer pases desde la zona de Sergio Ramos, por aquel entonces lateral derecho de Espa?a, a la de delantero centro, hogar provisional de Fernando Torres, antes de que ¨¦ste sufra una lesi¨®n muscular en la misma final.

El taconazo a Navas; el desmarque para ganar un espacio; la pausa necesaria para convertir todo en el pr¨®logo de una jugada inolvidable¡­ Ah¨ª, en todos esos peque?os detalles, est¨¢ Andr¨¦s. El mismo que no sufre en una angustiosa final que tuvo momentos taquic¨¢rdicos tambi¨¦n en la porter¨ªa de Espa?a.

Quer¨ªa protagonismo, me sent¨ªa con energ¨ªa para asumir la responsabilidad. No ten¨ªa miedo a nada. Con el bal¨®n me ve¨ªa poderoso.

¡°Cuando veo a Robben enfilar la porter¨ªa de Casillas me quedo expectante. S¨®lo eso. Al final, conf¨ªas en tu portero, es as¨ª de simple. Ahora, despu¨¦s de ver muchas veces esa jugada, creo que Robben ten¨ªa mucho campo para intentar regatear a Iker, pero, por suerte, no lo hizo, chut¨® y se encontr¨® con un inmenso Casillas. Esa parada fue determinante. Adem¨¢s, a medida que iban pasando los minutos, me sent¨ªa mejor. Iba a m¨¢s. Ten¨ªa la sensaci¨®n de que ganar¨ªamos. El equipo se encontraba mucho mejor y yo estaba m¨¢s fuerte. ?C¨®mo se nota? Lo sientes, lo ves hasta en la manera de controlar la pelota. Quer¨ªa protagonismo, me sent¨ªa con energ¨ªa para asumir la responsabilidad. No ten¨ªa miedo a nada. Con el bal¨®n me ve¨ªa poderoso. No, no lo digo por el gol. Eso fue una jugada puntual. Nada m¨¢s.¡±

Y nada menos.

¡°Antes del gol, recuerdo un muy buen control orientado que no pude culminar por muy poco, la jugada en la que expulsaron a Heitinga, tambi¨¦n otras dos o tres acciones. Sent¨ªa que ten¨ªa que dar algo m¨¢s que el resto para ganar esa final. No me pregunten por qu¨¦, pero estaba dentro de m¨ª¡±, afirma Andr¨¦s.

Aqu¨¦lla no fue una final f¨¢cil, ni mucho menos, y no por motivos puramente futbol¨ªsticos ni por requerir una pr¨®rroga. Andr¨¦s entendi¨® desde el primer instante que jugaba miles de peque?os partidos en uno, uno muy especial, tan viejo que arrancaba cuatro a?os atr¨¢s, en 2006.

¡°Claro que recuerdo las entradas de Van Bommel. ?Como para olvidarlas! Me pis¨® a prop¨®sito, luego me hizo dos entradas m¨¢s que eran de tarjeta roja directa¡­ Y, mira por d¨®nde, hasta me pod¨ªan haber expulsado. ?Uf! Si me llegan a expulsar a m¨ª¡­ Ocurri¨® cuando le meto la cadera a Van Bommel y ¨¦l se tira al suelo como si lo hubiera matado¡­ En aquel momento me daba mucha rabia que me hubiera pisado para hacerme da?o. Despu¨¦s, me doy cuenta de que me pod¨ªan haber sacado la roja y entonces¡­¡±

Andr¨¦s no puede ni terminar la frase, pero inmediatamente activa el disco duro de su memoria rescatando documentos que avalan ese instante en que ni ¨¦l mismo se reconoci¨®.

¡°Nos inflaron a palos en esa final, la entrada de De Jong a Xabi Alonso, las que me hicieron a m¨ª¡­ No, no habr¨ªa sido nada justo. No suelo perder la calma, es verdad.¡±

Pero la perdi¨®. En apenas un segundo, Andr¨¦s, enredado en ese conflicto con Van Bommel, hab¨ªa dejado de ser Andr¨¦s.

El gol no es lo que se ve por televisi¨®n. Se parece, pero no es as¨ª. ?se es el gol que ve la gente. Desde donde yo estaba, la perspectiva era otra.

A veces da la sensaci¨®n de que no le tienta hablar, pero, a los pocos minutos de estar respondiendo a preguntas sobre aquel partido, se suelta: ¡°El gol no es lo que se ve por televisi¨®n. Se parece, pero no es as¨ª. ?se es el gol que ve la gente. Desde donde yo estaba, la perspectiva era otra. La sensaci¨®n en el campo es irrepetible. Quiero decir que es un gol muy m¨ªo, que s¨®lo lo he metido una vez. No s¨¦ c¨®mo explicarlo, me resulta muy complicado describirlo. No encuentro las palabras. Todo lo que hab¨ªa a mi alrededor qued¨® congelado durante unos segundos. Y escuch¨¦ el silencio¡­ S¨ª, s¨¦ que puede parecer contradictorio, pero el silencio se puede escuchar.¡±

Aquella camiseta blanca con tirantes escrita con mimo por Hugo, est¨¢ en la casa de Dani, el estadio de Cornell¨¤-El Prat, all¨ª donde cada partido se detiene cuando llega el minuto 21, el dorsal que llevaba el central del Espanyol. El bal¨®n rueda en el c¨¦sped, pero la gente se olvida del f¨²tbol y ovaciona a Dani, el amigo de Andr¨¦s, y as¨ª partido tras partido, a?o tras a?o.

Y aquella camiseta azul de manga corta, cortada a toda prisa en el vestuario del Soccer City, una verdadera obra de museo, tampoco est¨¢ en manos de Andr¨¦s. ¡°La tengo yo. ?Bueno, yo no! Ese tesoro est¨¢ escondido en una caja fuerte ¡ªEmili a¨²n sigue alucinado con aquel regalo que le trajo Andr¨¦s de Sud¨¢frica, una camiseta azul que conten¨ªa, adem¨¢s, otro tesoro¡ª: ¡®?Nuestro secreto funcion¨® para ser campeones! ?Gracias por estar a mi lado! Con cari?o, A. Iniesta .¡¯.¡± No, aqu¨¦lla no era la letra de Hugo. Aqu¨¦lla era la letra de Andr¨¦s estampada en aquella tela que a¨²n no ten¨ªa en el pecho la estrella que acredita al campe¨®n del mundo.

Todos recuerdan y recordar¨¢n el gol, pero pocos recuerdan que Andr¨¦s jug¨® seis de los siete partidos del Mundial¡­ y en tres fue elegido por la FIFA como el mejor. Incluida la final, claro.

* Jugador del Sevilla muerto en 2007 tras sufrir un paro cardiorespiratorio durante un partido.

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