O gestionamos la tecnolog¨ªa o ella nos gestionar¨¢
Pittsburgh ya comienza a ensayar los taxis sin conductor. La revoluci¨®n tecnol¨®gica ya ha estallado y su impacto en el mundo laboral no tendr¨¢ precedente
La semana pasada, un profesor hablaba en clase ante sus alumnos universitarios. Mientras pronunciaba las palabras ¡°nuevas tecnolog¨ªas¡± sac¨® del bolsillo el tel¨¦fono m¨®vil y lo mostr¨®. Un gesto, casi inconsciente, destinado a remarcar sus palabras y a tratar de sacar de su ensimismamiento a alg¨²n despistado. Pero las caras de quienes prestaban atenci¨®n enviaron la se?al inequ¨ªvoca de que algo hab¨ªa cortocircuitado la comunicaci¨®n. La asociaci¨®n del tel¨¦fono m¨®vil ¡ªun modelo adem¨¢s viejo, es decir, de m¨¢s de dos a?os¡ª con las palabras ¡°nuevas tecnolog¨ªas¡± no cuadraba para aquellos muchachos veintea?eros incapaces de imaginar una jornada cualquiera no ya sin un tel¨¦fono m¨®vil, sino con un tel¨¦fono m¨®vil desde el que ¨²nicamente se pudiera hablar. Un aparato sin pantalla t¨¢ctil, ni c¨¢mara, ni aplicaciones. Para ellos, si el profesor hubiera sacado del bolsillo un hacha de s¨ªlex, un reloj de arena o un candil de queroseno el efecto hubiera sido muy parecido al del vetusto aparato que pod¨ªan observar desde sus asientos.
La ciudad de Pittsburgh, en Estados Unidos, ha anunciado la puesta en marcha de un servicio de taxi sin conductor. Veh¨ªculos aut¨®nomos que llevar¨¢n al pasajero donde este diga. Claro que todo gran titular tiene su letra peque?a ¡ªque tambi¨¦n hay que leer¡ª, y estos taxis aut¨®nomos en pruebas no llevar¨¢n uno, ?sino dos! empleados a bordo. Uno de ellos ir¨¢ al volante, eso s¨ª, sin tocarlo, y, mientras, otro evaluar¨¢ el comportamiento del coche. Vamos, que ¡ªal menos en principio¡ª aquello m¨¢s que un solitario desplazamiento por una avenida estadounidense va ser la curiosa convivencia que se experimenta en un taxi de Atenas a la hora del almuerzo.
Pero al final el pasajero ir¨¢ completamente solo. Y ese ¡°al final¡± no ser¨¢ en un momento indefinido del futuro, sino dentro de muy poco. Al fin y al cabo, solo hace escasos meses que este mismo espacio albergaba textos sobre las pruebas, m¨¢s o menos afortunadas, del coche sin conductor. An¨¦cdotas y curiosidades de algo que para nuestros par¨¢metros pertenec¨ªa a un futuro muy lejano. Como esas obras en casa que debemos hacer pero que, nos parece, no llegar¨¢n nunca hasta que un d¨ªa nos encontramos a los alba?iles pisando la alfombra que no recogimos porque ¡°ya habr¨¢ tiempo de hacerlo¡±.
Quede claro: la transformaci¨®n tecnol¨®gica es inevitable, pero no es una cuesti¨®n de nuevas cotas de comodidad ni de fascinaci¨®n ante lo que el hombre es capaz de construir. Es una aut¨¦ntica revoluci¨®n en marcha que afecta ya profundamente a nuestra forma de vivir, incluyendo nuestro trabajo y nuestro salario. Y en todos los campos. En Estados Unidos hay unos 3,5 millones de conductores de camiones, y seguro que no menos de taxistas y repartidores. Luego vienen Europa y el resto del mundo. Sus trabajos actuales (y los de la mayor¨ªa de nosotros) ser¨¢n tan antiguos como una cabina de tel¨¦fono no el d¨ªa de ma?ana, sino esta misma tarde. Hace falta debate, discusi¨®n y reflexi¨®n a todos los niveles sobre el automatismo laboral que tenemos ya encima. Porque o lo gestionamos o nos gestiona.
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