La ¡®cocacola¡¯ del presidente Enrique Pe?a Nieto

El presidente iba sin corbata. Americana azul, camisa blanca y la sonrisa perfecta que suele lucir en los actos que jalonan su vida oficial. Subido a la tribuna, en la apertura de un centro de innovaci¨®n de una conocida marca de refrescos, lo solt¨®.

¡°Les puedo decir que el presidente de la Rep¨²blica toma cocacola todos los d¨ªas [aplausos]; cocacola light. Espero que eso sea una buena publicidad para los productos de ustedes¡­ O no lo s¨¦ ya¡±.

¡°O no lo s¨¦ ya¡±. En cinco monos¨ªlabos, Enrique Pe?a Nieto resumi¨®, no sin iron¨ªa, su situaci¨®n. El mandatario que hace cuatro a?os hipnotiz¨® a Occidente y hace solo dos fue saludado por la revista Time como el salvador de M¨¦xico atraviesa horas negras. No es ¨²nicamente la visita suicida de Donald Trump la que le ha llevado a las cuotas de popularidad m¨¢s bajas que se recuerdan. En el camino, han quedado algunos sue?os. Quiz¨¢ el mayor fuese la aspiraci¨®n de lograr un crecimiento con fuerza suficiente para acabar con la pobreza, esa hidra que aprisiona desde hace d¨¦cadas a m¨¢s del 45% de la poblaci¨®n. Toda la maquinaria de las reformas estructurales se dispuso para ese fin. Pasados cuatro a?os, como evidencian los presupuestos de 2017, ya es casi imposible que se consiga dicha meta.

La partida, de alg¨²n modo, est¨¢ jugada. A Pe?a Nieto le quedan menos de dos a?os de poder real y, como es habitual en M¨¦xico, cada d¨ªa que pase pertenecer¨¢ m¨¢s al pasado que al futuro. En esta cuenta atr¨¢s no todo est¨¢ perdido. A¨²n le restan algunos movimientos. El principal, aparte de adecentar su entrada en la historia, es lograr que un candidato de su partido reciba la banda presidencial. No es tarea f¨¢cil. La formaci¨®n, golpeada por la corrupci¨®n y el hast¨ªo, perdi¨® pie en las pasadas elecciones regionales. Y ninguno de los delfines del presidente enfervoriza. Pero dar por muerto al PRI es un error. El poder es su osamenta. Y perder la batalla de 2018, despu¨¦s de haber regresado de 12 a?os de traves¨ªa del desierto, supondr¨ªa un trauma hist¨®rico. Pe?a Nieto lo sabe y, ahora, le toca decidir c¨®mo evitarlo. Le vaya bien o mal a la Coca-Cola.