In memoriam Sim¨®n Peres
Peres cre¨ªa firmemente que orientarse al futuro generaba una energ¨ªa que permit¨ªa superar los obst¨¢culos del pasado y del presente
Hace 18 a?os, la televisi¨®n israel¨ª produjo un documental sobre las distintas etapas de su vida, y Sim¨®n Peres me propuso que lo acompa?ase a Vishneva, su pueblo natal en Bielorrusia. Entramos en una casa r¨²stica de madera, no demasiado grande. En el espacioso patio cacareaban las gallinas. Aunque le hab¨ªan advertido que no bebiese del pozo (¡°Chern¨®bil ha envenenado nuestras tierras¡±, explicaban los lugare?os), Peres baj¨® con sus propias manos el cubo enganchado a una cadena, lo volvi¨® a sacar, llen¨® un vaso de metal y bebi¨® entusiasmado el agua de su infancia. Cuando me cont¨® que, a los ocho a?os, hab¨ªa destrozado la radio de su padre porque este la encend¨ªa el sabbat, le pregunt¨¦ si su padre le hab¨ªa pegado alguna vez. ¡°A m¨ª nunca me ha pegado nadie¡±, fue su respuesta. Algo en su tono de voz despert¨® mi curiosidad. ¡°?Nadie?¡±, insist¨ª yo. ¡°?Nunca? ?Ni una pelea en el colegio o jugando?¡±. ¡°Nadie. Jam¨¢s. No me han pegado y yo nunca he pegado¡±. Peres no conoce lo que casi todo el mundo ha experimentado alguna vez en carne propia, en especial los j¨®venes, pens¨¦ entonces. ?Podr¨ªa ser esto una clave ¨Cuna de las muchas¨C de su manera de ser, de su forma de relacionarse con el mundo? ?Por eso acab¨® siendo un excluido, una persona permanentemente rodeada de un cierto aislamiento?
Y no es que Sim¨®n Peres no se mezclase en los asuntos del mundo. Estaba metido hasta las cejas y participaba activamente y con iniciativa en innumerables temas. Se involucraba con desenfreno en las intrigas de la pol¨ªtica interior, estaba ¨¢vido de acci¨®n, ansioso por cambiar el mundo, y, a pesar de todo, siempre parec¨ªa en cierto modo aislado. Ten¨ªa perspectiva ¨Chist¨®rica, fiel a unos principios, abstracta¨C, y dominaba el an¨¢lisis de los procesos trascendentales. En eso era brillante. Sin embargo, para las cosas peque?as que componen la realidad, le faltaba talento y tambi¨¦n paciencia.
¡°El fin de una era¡±, dec¨ªan ayer algunas necrolog¨ªas. Lo dec¨ªan incluso las de los pol¨ªticos de derechas que le complicaron la vida y se burlaron de su ¡°visi¨®n pacifista¡±. Pero, en realidad, la era de Sim¨®n Peres y de su visi¨®n ya hab¨ªa llegado a su fin a mediados de la d¨¦cada de 1990, cuando Isaac Rabin fue asesinado. De hecho, hab¨ªa terminado incluso antes, cuando se malograron los Acuerdos de Oslo que Peres, siendo ministro de Asuntos Exteriores, hab¨ªa hilvanado de cualquier manera a espaldas del entonces primer ministro Isaac Rabin.
El fracaso de los acuerdos y la oleada de violencia que estall¨® acto seguido provocaron en la mayor¨ªa de mis compatriotas la sensaci¨®n de que Israel hab¨ªa cometido un error fatal al dejarse arrastrar para que confiara en Arafat y los palestinos. Para la mayor parte de la opini¨®n p¨²blica israel¨ª, Peres no ten¨ªa menos responsabilidad que Rabin en el curso de los acontecimientos. ¡°Criminales de Oslo¡±, les gritaban los manifestantes de derechas, y afirmaban que sobre la conciencia de ambos pesaba el millar de israel¨ªes muertos en la espiral terrorista que sigui¨® al naufragio de las resoluciones. (Como si, en el caso de que los Acuerdos de Oslo no se hubiesen firmado, los palestinos se hubiesen sometido con docilidad y sin resistencia a la ocupaci¨®n israel¨ª hasta el fin de los tiempos).
Posiblemente, en aquellos a?os, el odio por Peres naci¨® del hecho de que, con su elocuencia, con su talento poco com¨²n para infundir esperanza, para abrir una ventana al futuro, lograse transmitir a los israel¨ªes desconfiados y marcados por la guerra, aunque solo fuese de forma pasajera y en contra de su instinto, fe en que tambi¨¦n para ellos hab¨ªa la variante existencial de otra vida en paz. Mientras nos dej¨¢bamos arrastrar por el visionario Sim¨®n Peres hacia la idea de un ¡°nuevo Oriente Pr¨®ximo¡± concebida por ¨¦l mismo, los israel¨ªes sent¨ªamos que hab¨ªamos burlado nuestro destino marcado por la guerra y las cat¨¢strofes; un destino grabado a fuego a lo largo de nuestra tr¨¢gica historia. Y cuando los Acuerdos de Oslo fracasaron y se frustr¨® la esperanza que, aunque fuese por un instante, nos hab¨ªamos permitido, no se pudo perdonar a Peres.
Mientras nos dej¨¢bamos arrastrar por el visionario Sim¨®n Peres hacia la idea de un ¡°nuevo Oriente Pr¨®ximo¡± concebida por ¨¦l mismo, los israel¨ªes sent¨ªamos que hab¨ªamos burlado nuestro destino marcado por la guerra y las cat¨¢strofes
Sim¨®n Peres era un hombre orientado enteramente al futuro. Mientras el Estado se hund¨ªa cada vez m¨¢s en un relato geneal¨®gico de ¨ªndole religiosa, ¨¦l pertenec¨ªa a aquellos que se entregaban a lo universal, a la ciencia, a la racionalidad, a la democracia y al conocimiento libre; a quienes se catapultaban como un ancla hacia una utop¨ªa lejana, a¨²n invisible y, a continuaci¨®n, se afanaban con todas sus fuerzas en alcanzarla. Peres cre¨ªa firmemente que orientarse al futuro generaba una energ¨ªa que permit¨ªa superar los obst¨¢culos del pasado y del presente, ahuyentando as¨ª la resignaci¨®n y la apat¨ªa que padece actualmente la sociedad israel¨ª.
He aqu¨ª un ejemplo del pensamiento y el modo de proceder peresiano: ¡°Fui a ver a Putin¡±, me contaba cuando ya estaba cerca de los 90, ¡°y le dije lo siguiente: dentro de un a?o acaba el control de Egipto sobre el Nilo; expira el acuerdo hist¨®rico con Gran Breta?a y Francia. Etiop¨ªa ya est¨¢ reclamando el agua y puede haber peligro de guerra. Vayamos los dos a ver a Mursi (el entonces presidente egipcio) y hag¨¢mosle una propuesta: nosotros, los israel¨ªes, podr¨ªamos proporcionar a los egipcios un Nilo tres veces mayor. Tenemos los medios t¨¦cnicos para duplicar el caudal de agua de su pa¨ªs. A m¨ª¡±, prosegu¨ªa Peres, ¡°Morsi no me escuchar¨ªa, pero seguro que a usted s¨ª, se?or Putin. No utilizaremos la pol¨ªtica. La pol¨ªtica est¨¢ caduca. Lo haremos por medio de las grandes empresas, ya que son ellas las que gobiernan el mundo hoy en d¨ªa¡±.
As¨ª pens¨® y actu¨® Peres toda su vida. Consideraba que el (opresivo, trivial) presente no era m¨¢s que un impedimento ef¨ªmero por el cual no hab¨ªa que dejarse detener de ninguna manera. Para ¨¦l, la resignaci¨®n no era una opci¨®n. La pol¨ªtica pasiva de Netanyahu y su rechazo a reemprender las negociaciones israel¨ª-palestinas lo enfurec¨ªan, contradec¨ªan su c¨®digo gen¨¦tico, que lo impulsaba sin cesar hacia iniciativas impetuosamente creativas. En nuestras conversaciones ocasionales yo percib¨ªa con nitidez lo que Peres ocultaba en p¨²blico tras su inagotable optimismo: la profunda preocupaci¨®n que le produc¨ªan el nacionalismo, el fanatismo y el marasmo pol¨ªtico de Israel. Sab¨ªa ¨Cy no se resign¨® a ello ni siquiera en sus ¨²ltimos momentos¨C que en su pa¨ªs estaba germinando una realidad catastr¨®fica para ambos pueblos, y que ¨¦l, el propio Sim¨®n Peres, pertenec¨ªa al bando derrotado por la historia.
Era un hombre contradictorio. El joven que so?aba con ser ¡°pastor de ovejas y poeta de las estrellas¡± se convirti¨® en l¨ªder de un pa¨ªs entregado la mayor parte del tiempo a la guerra y el derramamiento de sangre. Durante a?os se neg¨® a reconocer que la creaci¨®n de un Estado palestino fuese la soluci¨®n al conflicto, y apoy¨® los inicios de la pol¨ªtica de asentamientos en los territorios ocupados. M¨¢s tarde se convirti¨® en un estadista que simboliz¨® como ning¨²n otro la disposici¨®n al compromiso y el esfuerzo por lograr una paz hist¨®rica con los palestinos. En la batalla contra sus adversarios pol¨ªticos se manifest¨® como un manipulador sin restricciones, lo cual, no obstante, delataba en ¨¦l¨Cy nadie pod¨ªa sustraerse a ese influjo¨C aut¨¦ntica grandeza. Era un amante de la cultura y un defensor convencido de los derechos humanos, pero sobre su conciencia pesaba la muerte de m¨¢s de un centenar de refugiados que en 1995 perdieron la vida en L¨ªbano cuando Israel bombarde¨® la poblaci¨®n de Kafar Kanna.
En los pr¨®ximos d¨ªas intentaremos seguir ahondando en el fondo de su personalidad. Tal vez justamente aquello que hac¨ªa de Sim¨®n Peres una persona tan compleja y fascinante fue lo mismo que motiv¨® que los israel¨ªes dejasen de elegirlo para ocupar altos cargos. Fue derrotado una y otra vez en las elecciones y se qued¨® con la etiqueta del eterno perdedor. Durante a?os libr¨® incansablemente una desagradable batalla contra Isaac Rabin, preferido por el pueblo y (solo en apariencia) m¨¢s franco y f¨¢cil de descifrar. Tal vez a su compleja personalidad se deba no solo que Peres perdiese las elecciones, sino tambi¨¦n que se viese privado de algo que a otros pol¨ªticos menos capaces s¨ª les ha cabido en suerte: el afecto de la multitud.
Desde el mismo comienzo de su carrera pol¨ªtica, Peres fue sin duda un hombre importante, pero no por ello querido. No era, sencillamente, uno m¨¢s, alguien que pudiese apelar directamente al coraz¨®n de los israel¨ªes, o, mejor dicho, a sus v¨ªsceras. Por eso los a?os como presidente le hicieron tanto bien, ya que, estando en el cargo ¨Cas¨ª lo sent¨ªa ¨¦l¨C, fluy¨® por primera vez hacia su persona el afecto de la mayor¨ªa de la poblaci¨®n israel¨ª; en ¨¦l le abrieron por fin su coraz¨®n tambi¨¦n aquellos que hasta entonces hab¨ªan visto en ¨¦l al exc¨¦ntrico visionario y, en m¨¢s de una ocasi¨®n, incluso al traidor.
As¨ª es como yo lo recordar¨¦: una tarde lo llam¨¦ por tel¨¦fono al despacho presidencial para convencerlo de una idea que pensaba que le pod¨ªa interesar. ¡°?Y por qu¨¦ por tel¨¦fono?¡±, me pregunt¨®. ¡°?Est¨¢ libre esta noche? Pues entonces, p¨¢sese a cenar¡±.
El palacio presidencial estaba medio a oscuras, y, entre sus j¨®venes guardaespaldas, Peres parec¨ªa viejo y solo. Cuando entr¨¦ en su despacho, se irgui¨®, la vida ilumin¨® su mirada, y se entreg¨® inmediatamente a un mon¨®logo sobre los Gobiernos actuales de todo el mundo, demasiado d¨¦biles como para resolver ni uno solo de los problemas vitales en materia de econom¨ªa y seguridad. Luego habl¨® de un proyecto cient¨ªfico, el Centro Peres para la Paz, que trabajaba en los ¨²ltimos avances m¨¦dicos: ¡°Pronto tomaremos los medicamentos a trav¨¦s de la fruta. En ella habr¨¢ de todo, desde remedios para el dolor de cabeza hasta p¨ªldoras contra el envejecimiento¡±. Luego pas¨® a la nanotecnolog¨ªa, uno de sus temas favoritos, y me pint¨® el escenario de la guerra del futuro, sobre el cual volar¨ªan ¡°avispas¡± electr¨®nicas dirigidas por control remoto. Asimismo se refiri¨® ¡°a los mayores enemigos de la democracia en el mundo ¨¢rabe: los maridos que niegan a sus esposas la igualdad de derechos¡±, y de los cinco libros que estaba leyendo al mismo tiempo, uno de ellos Cincuenta sombras de Grey (¡°La lectura me ha aburrido. Nada de creatividad, nada de aut¨¦ntico erotismo¡±).
La cena fue sencilla, como en los d¨ªas del kibutz: tortilla de setas, ensalada de verduras picadas con queso, unos cuencos de reques¨®n, pan de comino y un vaso de vino tinto. Peres habl¨® y se ri¨®. Record¨® el hist¨®rico encuentro entre Ben Guri¨®n y De Gaulle, en el que ¨¦l estuvo presente. Yo lo observaba. Desde que lo conoc¨ª personalmente, sent¨ªa por ¨¦l profundo respeto y admiraci¨®n. Precisamente sus contradicciones lo convert¨ªan para m¨ª en un ser humano conmovedor y fascinante. Esta persona ha visto pasar casi un siglo y, a su manera, le ha dejado su impronta, pensaba. Solo algunos han tenido el privilegio de vivir una vida tan plena y apasionante. Se lo dije. Hizo un gesto quit¨¢ndole importancia y, riendo, respondi¨®: ¡°?Pues no he hecho m¨¢s que empezar!¡± Durante un instante lo vi feliz, tanto como si creyese en sus propias palabras.
David Grossman es escritor israel¨ª
Traducci¨®n de News Clips
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