El viento
?Cu¨¢ndo aceptaremos que ning¨²n armamento es inocente y somos nosotros los que bombardeamos hospitales, familias, ni?os en Alepo?
Las banderas tibetanas de oraci¨®n son unas telas de colores engarzadas a una soga o a un m¨¢stil que flamean constantemente al viento desde los tejados de casas, las cimas de los montes y explanadas de los templos. En esas telas los budistas depositan toda clase de sue?os, promesas y preguntas en forma de plegarias, que el viento se encarga de expandir por el espacio hasta regiones ignotas donde habitan las fuerzas misteriosas que han sido invocadas. Paz, fortuna, salud, belleza, armon¨ªa son las constantes del coraz¨®n de los mortales. Despu¨¦s, el viento, cuando cambia de direcci¨®n, devuelve las plegarias, unas veces atendidas, otras desechadas, como respuestas del destino. Las banderas tibetanas de oraci¨®n est¨¢n ya penetrando en nuestra cultura. Comienzan a verse flamear en el aire contaminado de nuestras ciudades y, aunque el viento aqu¨ª no sea tan puro como el de las altas monta?as del T¨ªbet, puede llevarse tambi¨¦n nuestros sue?os, plegarias y estas preguntas hasta el pie de nuestros dioses. ?Cu¨¢ndo aceptaremos que la m¨¢xima corrupci¨®n consiste en haber votado y en seguir votando, pese a todo, a los pol¨ªticos corruptos? La respuesta la traer¨¢ el viento. ?Cu¨¢ndo aceptaremos que somos nosotros los que nos ahogamos en el mar frente a las costas de Europa junto con los inmigrantes desesperados? La respuesta la traer¨¢ el viento. ?Cu¨¢ndo aceptaremos que ning¨²n armamento es inocente y somos nosotros los que bombardeamos hospitales, familias, ni?os en Alepo? La respuesta la traer¨¢ el viento. Las banderas de oraci¨®n se llevan con el viento nuestros sue?os de armon¨ªa y fortuna sobre la ponzo?a de la corrupci¨®n, sobre la sangre de la guerra, sobre todos los n¨¢ufragos que ya forman parte del paisaje de nuestra cultura. La respuesta, amigos, como canta Bob Dylan, est¨¢ flotando en el viento, pero no por eso dejamos de ser culpables.
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