Querida Juani
S? QUE ESTAS cartas a veces se utilizan para hablar con los muertos. Para reprocharles lo que no nos atrevimos a decirles cuando estaban vivos: que nos dejaran de herencia alguna enfermedad o nos castigasen con una fusta. Otras veces, las cartas funcionan como conjuro espiritista para agradecerles favores a difuntos con los que fuimos ingratas porque ¨¦ramos a¨²n demasiado peque?as o demasiado bobas. Las cartas y algunos libros nos sirven para conversar con nuestros muertos de calidad y resucitarlos un rato en la suposici¨®n de que la escritura refresca y de la palabra brota la carne. Nos encanta alimentar esa esperanza, caligr¨¢fica y b¨ªblica, aunque en nuestros ?peores ratos sepamos que el verbo solo ilumina la materia visible, incluso la que nos disgusta por su impertinencia o su hedor. Olvidamos voces y temperaturas por mucho que nos empe?emos en que las personas amadas viven para siempre en nuestros corazones y en que, si miras al fondo del espejo a la luz de una vela, encontrar¨¢s la cara del diablo y tambi¨¦n la de tus cad¨¢veres mimosos. Yo, sin embargo, te escribo porque hay que ver para creer y tocar para querer. La escritura, como la fotograf¨ªa, congela y produce ¨¢lbumes de muertos. Yo me siento culpable de haberte matado con palabras. Sin querer.
Yo habl¨¦ de ti en un libro y lo hice con amor. Recuper¨¦ nuestra infancia y adolescencia y te coloqu¨¦ detr¨¢s de un puesto vendiendo golosinas.
En Desmontando a Harry, Woody Allen es un escritor que convierte en ficciones, m¨¢s o menos reconocibles, todo lo que le sucede: cuenta el adulterio con su cu?ada. Cuenta y cuenta quiz¨¢ porque es la ¨²nica forma de mantener su vanidad a salvo. Se queda solo. Yo habl¨¦ de ti en un libro y lo hice con amor. Recuper¨¦ nuestra infancia y adolescencia y te coloqu¨¦ detr¨¢s de un puesto vendiendo golosinas, y describ¨ª lo preciosa que me parec¨ªa tu letra y nuestros juegos de sirenas en el mar. Escrib¨ªamos diarios de mujeres que no ¨¦ramos nosotras o cartas falsas firmadas con tirabuzones de r¨²bricas para imaginar que habit¨¢bamos la piel de marquesas con peluca y polis¨®n. ?ramos otras para ser nosotras mismas. Habl¨¦ de ti con cari?o y, al hablar de mi intimidad, me met¨ª en la tuya y revel¨¦ zonas de tu pudor que acaso te llevaron a desaparecer. Porque, adem¨¢s de las sirenas, estaban los pitillos o los tampones ensangrentados o las mentirijillas. O quiz¨¢ no fueron mis palabras las que te borraron cuando te quer¨ªan subrayar, sino algo m¨¢s triste: c¨®mo poco a poco las nuevas amistades sustituyen a las viejas a causa de la distancia y la cotidianidad¡ Nosotras, aunque nos hubi¨¦semos puesto arrugadas o gordas, al reencontrarnos reconoc¨ªamos a la ni?a que nos picaba por dentro. Pero, despu¨¦s de aquel libro, nunca m¨¢s volviste a llamarme ni respondiste a los correos electr¨®nicos que dirig¨ª a esa bibliotecaria que hoy eres t¨². As¨ª que te escribo esta carta porque tengo la mala conciencia de que mi escritura, que quiso ser amante, te mat¨®. Espero que hoy te vivifique y te devuelva a m¨ª y, m¨¢s all¨¢ de los espiritismos de la palabra escrita, esta recupere su excelente dimensi¨®n pr¨¢ctica ¨Cla de las listas de la compra, las recetas y apuntes¨C y t¨² seas m¨¢s generosa que la cu?ada de Woody Allen y dentro de cinco minutos el tel¨¦fono vuelva a sonar y nos pongamos a hablar como si tal cosa.
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