Abuel¨ªsimos
Ese milagro del que apenas sabemos nada, la pintura rupestre, es muy abundante en Espa?a
Primero hay que imaginar a Marcelino Sanz de Sautuola en 1879, cuando, escoltado por su hija Mar¨ªa de ocho a?os, explor¨® una gran cueva y tras avanzar un trecho oy¨® a la ni?a exclamar: ¡°?Mira, pap¨¢, bueyes pintados!¡±. La criatura se?alaba una figura paleol¨ªtica de bisonte que se har¨ªa tan famosa como la Mona Lisa.
Ese milagro del que apenas sabemos nada, la pintura rupestre, es muy abundante en Espa?a y su exploraci¨®n comenz¨® pronto, pero el trabajo m¨¢s intenso lo llevaron a cabo unos tipos apasionados y sin apenas m¨¢s ayuda que sus piernas, manos y energ¨ªa. Era gente como el dibujante Juan Cabr¨¦ o el pintor Francisco Ben¨ªtez, que hab¨ªa estudiado con Sorolla. Estos espl¨¦ndidos estudiosos, con unos pocos dineros del marqu¨¦s de Cerralbo, el arque¨®logo, se dedicaron a investigar cientos de cuevas por remotos riscos y a calcar las pinturas. El legado, m¨¢s de 2.000 l¨¢minas, es de una importancia descomunal, pero como suele suceder en nuestro bendito pa¨ªs, pasaron un siglo enterradas en el actual Museo de Ciencias Naturales.
Otro gran personaje, Eduardo Hern¨¢ndez-Pacheco, mantuvo la colecci¨®n y el impulso de la investigaci¨®n hasta la Guerra Civil. Luego vino el silencio.
Vi los calcos en el museo gracias a la exposici¨®n que tuvo lugar este a?o y me parecieron de una belleza inaudita. Un amable empleado me cont¨® que ¨¦l recordaba a su padre, tambi¨¦n trabajador del museo, bajar los calcos de una buhardilla cada a?o, para desempolvarlos y ense?ar los ciervos, los caballos, los toros, al ni?o maravillado.
Ahora ha aparecido el cat¨¢logo. All¨ª est¨¢n los animales fabulosos, los humanos picassianos, la pelea de arqueros, la recolecci¨®n de la miel, los chamanes, cientos de im¨¢genes que debemos a un pu?ado de hombres magn¨ªficos y olvidados.
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