El legado de la ¡°mam¨¢ en jefe¡±
Lleg¨® a la Casa Blanca entre cr¨ªticas, pero Michelle Obama abandona su faceta de primera dama convertida en activista
Nadie antes hab¨ªa vestido el mismo traje. El de la primera dama de EE?UU estaba dise?ado para mujeres blancas, en su mayor¨ªa no trabajadoras y que viv¨ªan al margen de la pol¨ªtica. Una indumentaria para navegar la delgada l¨ªnea de apoyar fielmente las pol¨ªticas de sus maridos sin intervenir en exceso. Y nunca lo hab¨ªa llevado una mujer afroamericana hasta que Michelle Obama se lo enfund¨® en enero de 2009.
Desde su aparici¨®n en la Convenci¨®n Nacional Dem¨®crata de 2008 hasta la de 2012, ella ha dibujado un arco hist¨®rico que no ha dejado a nadie indiferente. En la campa?a que llev¨® a la presidencia a su marido, Barack, comenz¨® una negociaci¨®n cuyos t¨¦rminos ha escrito ella sola a golpe de discurso, de calculados silencios y de una estrategia apuntalada en la constancia. Fue recibida en la Casa Blanca entre el escepticismo y las cr¨ªticas por haberse declarado, por encima de todo, ¡°mam¨¢ en jefe¡±. Sus hijas, su familia, iban a ser lo primero. Ocho a?os despu¨¦s record¨®, en el mismo discurso en el que respald¨® a Hillary Clinton ante los delegados en Filadelfia, que mir¨® sus rostros pegados a la ventana el primer d¨ªa de colegio, acompa?adas por el servicio secreto, y pens¨® ¡°?Qu¨¦ hemos hecho?¡±.
Hoy quedan pocas dudas de que siempre supo lo que estaba haciendo. A las expectativas de quienes esperaban un papel revolucionario por parte de la primera dama con titulaciones de Harvard y Princeton, Michelle Obama respondi¨® con planes para atender a las familias de los veteranos de guerra, estren¨® el huerto org¨¢nico de la Casa Blanca y se hizo un hueco en televisi¨®n, donde ha bailado hip hop o hablado con personajes de Barrio S¨¦samo.
Poco despu¨¦s lleg¨® su controvertido programa para reinventar los men¨²s de los comedores escolares de todo el pa¨ªs y para cuando Barack Obama fue reelegido, en 2012, la primera dama ya hab¨ªa sido declarada ¡°la pesadilla del feminismo¡± en EE?UU. Los primeros cuatro a?os de tregua se hab¨ªan terminado y algunos sectores del pa¨ªs quer¨ªan ver su versi¨®n m¨¢s activista. Pero sus intenciones eran otras. Todav¨ªa quedaba por reinventar su campa?a por la alimentaci¨®n sana y convertirse en defensora de la educaci¨®n de las ni?as en todo el mundo, un proyecto que le llev¨® a Espa?a este verano.
Nunca escondi¨® su escepticismo hacia la pol¨ªtica, pero tampoco censur¨® su visi¨®n del papel que deb¨ªa jugar como primera dama. No se ha encorsetado en los c¨¢nones de sus predecesoras ¡ªvalga como ejemplo su vestuario, sellado con la clase de un dise?o de Versace en la ¨²ltima cena de Estado¡ª y conforme se acerca el final del mandato de su esposo ha revelado de manera cada vez m¨¢s firme c¨®mo se puede ser primera dama de todos los estadounidenses y servir de conciencia para un pa¨ªs inmerso en una de las campa?as m¨¢s retorcidas, agresivas y negativas de las ¨²ltimas d¨¦cadas.
Michelle Obama se ha convertido este oto?o en una defensora tan importante como inesperada de la candidatura de Hillary Clinton y ha conseguido explicar lo inexplicable con un lenguaje que dice lo que ning¨²n otro pol¨ªtico puede pronunciar. Ella puede decir que se ¡°necesita un adulto en la Casa Blanca¡±, sigue intentando inspirar a los j¨®venes al afirmar que ¡°mi historia tambi¨¦n puede ser la vuestra¡± y sacude al pa¨ªs con la verdad de que ¡°veo a mis hijas jugar en el jard¨ªn de una casa construida por esclavos¡±.
Emoci¨®n, energ¨ªa y calidez
En los seis eventos que ha protagonizado en el ¨²ltimo trecho de la campa?a, en su mayor¨ªa en campus universitarios, ha aportado la emoci¨®n, la energ¨ªa y la calidez que le falta a la candidata dem¨®crata. Michelle Obama no necesita mencionar a Donald Trump porque cuando hace referencia a la grabaci¨®n sexista que hizo saltar su campa?a por los aires millones de mujeres estadounidenses estaban escuchando a una voz familiar: la primera dama se hab¨ªa quitado la coraza y con la voz entrecortada record¨® ¡°cu¨¢ntas mujeres no denuncian actos sexistas porque pensamos que al quejarnos parecemos m¨¢s vulnerables¡±.
Fue un discurso que ser¨¢ recordado durante d¨¦cadas como el momento en que la primera mujer afroamericana en ser primera dama retrat¨® sin mencionar su nombre a un candidato mis¨®gino, racista y que, en sus propias palabras, ¡°presume de un comportamiento sexual predatorio¡± con las mujeres. EE UU acaba de conocer a la Michelle Obama activista. En Filadelfia comparti¨® un consejo que da a sus hijas cuando les rodean insultos o cr¨ªticas: ¡°Cuando otros se rebajan, nosotros nos elevamos¡±. Le acababa de regalar a Clinton las l¨ªneas que ahora repite en casi todos sus discursos. Pero tambi¨¦n revel¨® a todo el pa¨ªs la columna vertebral de sus ocho a?os en la Casa Blanca.
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