Libertad de movimientos
El Tratado de Maastricht convirti¨® en 1993 a los ciudadanos de los pa¨ªses miembros en ciudadanos de la Uni¨®n
Visto desde la perspectiva actual resulta incre¨ªble: en el siglo XVIII, la rebelde y min¨²scula ciudad de Z¨²rich no permit¨ªa que se estableciera dentro de sus muros ni siquiera un campesino de un pueblo cercano. Las ciudades vigilaban celosamente los privilegios de sus vecinos¡ y, en consonancia con ello, nunca dejaban de ser peque?as e insignificantes. Hicieron falta los soldados de Napole¨®n y, m¨¢s adelante, pol¨ªticos ilustrados para imponer la libre circulaci¨®n de personas dentro de las fronteras suizas. Ese proceso, que sufri¨® frecuentes reveses, dur¨® en total dos siglos. Hizo falta incluso una guerra civil, adem¨¢s de la intervenci¨®n militar francesa. La recompensa fue, y sigue siendo, un florecimiento econ¨®mico que no se debe solo a la libertad de movimientos dentro de sus fronteras de que disfruta Suiza, pero desde luego tambi¨¦n a ella.
En otros pa¨ªses fue igualmente preciso luchar para conquistar el derecho a buscar en libertad la propia felicidad all¨ª donde las oportunidades sean mejores dentro del Estado-naci¨®n. Luchas que fueron largas, duras y con frecuencia sangrientas. Hoy, la Uni¨®n Europea pugna por lograr que los ciudadanos de los pa¨ªses que la componen sean libres de establecerse libremente dentro de sus fronteras, incomparablemente m¨¢s amplias. Para una mayor¨ªa de brit¨¢nicos ese fue el argumento decisivo para votar contra la UE y a favor del Brexit. Boris Johnson, Marine Le Pen, Geert Wilders, Frauke Petry y el resto de los populistas de Europa equiparan la UE a la migraci¨®n incontrolada y a la p¨¦rdida de privilegios de la poblaci¨®n nativa de sus respectivos pa¨ªses. Tambi¨¦n la izquierda tiene sus problemas con el concepto, que considera equivalente al de capitalismo sin fronteras.
Quienes toman las decisiones en la UE, sin embargo, sostienen contra viento y marea el principio de la libertad de circulaci¨®n. Quien quiera estar entre nosotros, y beneficiarse de ello, afirman una y otra vez Jean-Claude Juncker y Angela Merkel, tiene que salvaguardar el acceso sin trabas a su mercado de trabajo de todos los ciudadanos de la UE. Ni hablar de libre mercado si no se acompa?a de la libertad de las personas para establecerse all¨ª donde deseen. Y esto tambi¨¦n rige para los pa¨ªses no miembros que quieran participar de su mercado com¨²n, tr¨¢tese de Suiza o, pronto, de Reino Unido.
Los arquitectos de la UE subestimaron las enormes distancias en el bienestar econ¨®mico de los pa¨ªses miembros
La UE corre el riesgo de romperse por estas contradicciones. Los cr¨ªticos m¨¢s ¨¢speros de la Uni¨®n est¨¢n convencidos de que el Brexit fue el principio del fin. Muchos se han sorprendido de la virulencia con la que la pol¨¦mica sobre la libertad de movimiento divide hoy a la Uni¨®n. Pero lo que de verdad sorprende es que esa reacci¨®n se produzca ahora.
Junto con el euro y la libre circulaci¨®n de bienes, servicios y capitales, la libertad de circulaci¨®n de las personas es el fruto de la din¨¢mica que desencaden¨® la ca¨ªda del muro de Berl¨ªn en 1989. Los entonces presidente de Francia y canciller de Alemania, Fran?ois Mitterrand y Helmut Kohl, bosquejaron en aquel momento la hoja de ruta para alcanzar una uni¨®n cada vez m¨¢s estrecha en Europa. El Tratado de Maastricht convirti¨® en 1993 a los ciudadanos de los pa¨ªses miembros en ciudadanos de la Uni¨®n, unos ciudadanos que ten¨ªan derecho a establecerse en cualquier lugar de la UE.
Sin embargo, los arquitectos de la Uni¨®n subestimaron problemas que en realidad eran bien evidentes desde el primer momento: las enormes distancias en el bienestar econ¨®mico de los pa¨ªses miembros, las diferencias en la construcci¨®n de sus respectivos Estados de bienestar y los recelos ¡ªtan f¨¢ciles de explotar¡ª ante la p¨¦rdida de privilegios.
A diferencia de lo que ocurri¨® en la Suiza del siglo XIX, hoy no cabe contar con que en Europa se llegue a las manos en nombre de la libre circulaci¨®n de personas. Pero la larga y dolorosa historia del concepto en Suiza ense?a una cosa: introducirlo requiere algo m¨¢s que la solemne firma de un tratado. La libertad de los ciudadanos para establecerse donde deseen dentro de una construcci¨®n tan compleja como la UE requiere tiempo. Tambi¨¦n requiere reglas para que los sistemas econ¨®micos y sociales de cada pa¨ªs sean capaces de manejar de forma razonable la inmigraci¨®n y la emigraci¨®n. Pero invertir en esto merece la pena. Porque las libertades de mercado y de circulaci¨®n de las personas tienen el potencial de superar el estancamiento econ¨®mico.
Edgar Schuler es jefe de la secci¨®n de Contexto y Debate en el Tages-Anzeiger de Z¨²rich.
Traducci¨®n de Jes¨²s Albor¨¦s Rey.
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