Masas ce?udas
DENTRO DE nueve d¨ªas sabremos si el nuevo Presidente de los Estados Unidos es o no Donald Trump. Hace ya mucho, el pasado enero, le dediqu¨¦ aqu¨ª un ar??t¨ªculo titulado ¡°El ¨¦xito de la antipat¨ªa¡±, en el que terminaba diciendo que, pasara lo que pasara con sus intenciones de ser candidato, ya era muy grave y sintom¨¢tico que hubiera llegado hasta donde hab¨ªa llegado. Ahora la situaci¨®n es a¨²n peor: aunque el 8 de noviembre acabe barrido por Hillary Clinton, todos habremos corrido el peligro real de que ese individuo pudiera convertirse en el m¨¢s poderoso del mundo. Da escalofr¨ªos imaginar que hubiera sido m¨¢s h¨¢bil, m¨¢s astuto, m¨¢s hip¨®crita y serpenteante; que hubiera puesto cara y voz de ¡°buenecito¡± de vez en cuando, como hace aqu¨ª Pablo Iglesias cuando decide mentir m¨¢s para ganarse a un electorado amplio; que se hubiera ahorrado numerosas meteduras de pata y ataques frontales a todo bicho viviente, que hubiera procurado ser simp¨¢tico y mostrar sentido del humor; que hubiera hilado alg¨²n discurso sobre lo que se propone hacer (lo m¨¢s argumentativo ha sido esto: ¡°Seguro que no har¨¦ lo que har¨ªa Clinton¡±). Si no se ha aplicado a nada de esto y aun as¨ª tiene posibilidades de ganar, a cu¨¢ntos no habr¨ªa enga?ado con un poco de disimulo. Lo bueno y lo malo es eso, que no ha fingido apenas, y acabo de explicar por qu¨¦ es bueno. Sin embargo es malo porque significa que cuantos lo voten lo har¨¢n a sabiendas, con plena conciencia de qui¨¦n es y c¨®mo es. Y aunque al final sean ¡°s¨®lo¡± un 37% (seg¨²n los sondeos m¨¢s optimistas), es incomprensible y alarmante que semejante cantidad de estadounidenses desee ser gobernada por un tipo descerebrado, estafador, mentiroso a tiempo completo, racista, despectivo, machista, soez y de una antipat¨ªa mortal. Es el Berlusconi del continente americano, con la salvedad notable de que ¨¦ste era simp¨¢tico o se lo hac¨ªa; de que, por odioso que lo encontrase uno, comprend¨ªa que hubiera gente a la que le cayera bien. En el caso de Trump esa comprensi¨®n no cabe, algo tanto m¨¢s llamativo cuanto que los Estados Unidos es el pa¨ªs que invent¨® la simpat¨ªa como instrumento pol¨ªtico.
Al agradable Obama le quedan cuatro d¨ªas, lo echar¨¢n de menos hasta quienes abominaron de ¨¦l.
?ltimamente tengo la impresi¨®n de que eso, la simpat¨ªa, se ha acabado o est¨¢ en la nevera, poco menos que mal vista. ?Hay alg¨²n l¨ªder ¡°grato¡±, m¨¢s all¨¢ de sus capacidades? No lo son Rajoy ni Hollande ni la nuremburguesa Theresa May (me refiero a las Leyes de N¨²remberg de 1935); Putin es un chul¨¢ngano, Maduro un alcornoque cursi y dictatorial, Marine Le Pen y Sarkozy son bordes, un ogro el h¨²ngaro Orb¨¢n, y no hablemos de ese mastuerzo elegido en las Filipinas, Duterte, que en pocos meses ha hecho asesinar a tres mil personas sin que el mundo haya pesta?eado. Al agradable Obama le quedan cuatro d¨ªas, lo echar¨¢n de menos hasta quienes abominaron de ¨¦l. Pero no es s¨®lo en la pol¨ªtica, es general. Hay una fuerte corriente cejijunta universal. Quienes gozan de m¨¢s ¨¦xito y seguidores suelen ser los tipos broncos y hoscos, los que echan pestes, insultan a troche y moche y jam¨¢s razonan. Se sigue venerando a Maradona, que hace siglos que no le da al bal¨®n, por lo lenguaraz y camorrista que es, mientras que no hay futbolista educado, amable y modesto contra el que no se monte una campa?a feroz: Ra¨²l en su d¨ªa, luego Xavi y Casillas, y a Messi ya lo culpan en la Argentina hasta de las derrotas de su selecci¨®n en las que ¨¦l no ha saltado al campo. De Piqu¨¦ ni hablemos, no se le perdona que sea bienhumorado y desenfadado, como a Sergio Ramos. En realidad no se libra casi nadie que destaque en algo. Se ha acentuado la necesidad de destronar a quienes han subido demasiado alto, s¨®lo que hay una enorme e hiperactiva porci¨®n del planeta que considera cualquier triunfo un exceso, por peque?o que sea. Esa necesidad siempre ha existido, y mucha gente aguardaba impaciente a que los ¨ªdolos se dieran el batacazo. La diferencia es que ahora esa porci¨®n enorme est¨¢ agrupada y cree que no hay que esperar, que el batacazo lo puede provocar ella con el poderoso instrumento puesto a su disposici¨®n, las redes sociales. Hay muchas personas que no aguantan la lluvia de improperios que les cae desde all¨ª; que se deprimen, se asustan, les entra el p¨¢nico. Que se achantan, en suma, hasta querer desaparecer. Si se piensa dos veces, no tiene sentido amilanarse ante la vociferaci¨®n canallesca e inmotivada. Sobre todo porque nadie est¨¢ obligado a escucharla, a consultar su iPhone ni su ordenador.
Trump presume precisamente de triunfador, pero el secreto de su ¨¦xito reside en comportarse como lo contrario, como un fracasado resentido e insatisfecho, como la rencorosa turba que pulula por las redes, ufana de amargarles la vida a los afortunados y machac¨¢rsela a los ¡°inferiores¡±: inmigrantes, pobres, mexicanos, musulmanes, mujeres, discapacitados, prisioneros y muertos en combate ¡°que se dejaron capturar o matar¡±. Era cuesti¨®n de tiempo que la masa de los odiadores intentara encumbrar a uno de los suyos: al mat¨®n, al chulo, al despotricador, al falt¨®n y al sob¨®n. Esperemos que no lo consiga, dentro de nueve d¨ªas.
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