As¨ª empez¨® todo
Uno de los fot¨®grafos veteranos de EL PA?S, Gorka Lejarcegi, entr¨® hace poco en el archivo del peri¨®dico, una estancia abigarrada y sin ventanas a la que ya muy pocos acceden, y dio con un viejo sobre. De su interior extrajo cuatro hojas de contactos en blanco y negro con una fecha: ¡°27 Sept 1976¡±. Autor: ¡°C¨¦sar Lucas¡±. Entre las im¨¢genes, hay una tira dedicada a una sala de espera de aeropuerto. Un duty free al fondo. Bullicio. Maletas. En primer plano, una joven duerme sobre la butaca. Descansa con los pies sobre su bolsa de viaje. Lleva vestido, botas de cowboy. Se llama Neliana Tersigni, es italiana, tiene 27 a?os y est¨¢ a punto de volar a Madrid. Aterrizar¨¢ en Barajas a medianoche, ir¨¢ directa a la redacci¨®n de Miguel Yuste y durante una larga madrugada, entre humo de tabaco y vasos de whisky, escribir¨¢ a m¨¢quina de un tir¨®n el primer reportaje de portada de El Pa¨ªs Semanal: ¡®Abortar en Londres¡¯.
Su rostro hoy, profusamente maquillado, conserva las mismas facciones: nariz aguile?a, boca afilada. Las arrugas le han anidado en las comisuras de los p¨¢rpados, pero sus ojos muestran el brillo inquieto de hace cuatro d¨¦cadas: dicen que es la mirada con la que uno se gana un hueco en la profesi¨®n. Con la voz agrietada por el humo de unos cigarrillos finitos que fuma constantemente, anuncia nada m¨¢s aterrizar que ten¨ªa miedo de regresar a Madrid, como aquel que evita ese rinc¨®n de infancia donde una vez, hace a?os, fue feliz. Llevaba casi 30 sin pisar esta tierra. Sin visitar el b¨²nker a las afueras de Madrid donde se encuentra ubicado, desde los or¨ªgenes, El PA?S. Al cruzar el umbral, le sorprende la blancura, el espacio sin humos, el agua en las mesas, la tecnolog¨ªa. Exclama: ¡°?Nada que ver!¡±. Y, tirando del hilo de la memoria, a?ade: ¡°EL PA?S entonces era como un cuento de hadas. Ten¨ªa el orgullo de algo que estaba naciendo. Y era consciente de su responsabilidad, de que ten¨ªa que ser una voz nueva que ayudase a esa Espa?a que tambi¨¦n estaba naciendo¡±.
¡°EL PA?S entonces era un cuento de hadas. Y era consciente de que deb¨ªa ser una voz nueva que ayudase a esa Espa?a que estaba naciendo¡±.
Tersigni lleg¨® a Madrid porque se enamor¨® de un periodista espa?ol. Franco hab¨ªa muerto unos meses atr¨¢s. Se encontr¨® un pa¨ªs hormonado de cambios. En la calle se viv¨ªa un ambiente contagioso. Decidi¨® probar suerte en su profesi¨®n, en la que ya se hab¨ªa curtido en Italia. Comenz¨® a colaborar con EL PA?S. Vio llorar a sus nuevos compa?eros en las primeras elecciones de la democracia. Y muy pronto la materia gris del diario le empez¨® a dar vueltas a ¡°un proyecto revolucionario¡±: una revista dominical de actualidad. En las reuniones preparatorias, Tersigni propuso viajar a Londres junto a las espa?olas que iban all¨ª a interrumpir su embarazo. El aborto era ilegal en Espa?a; en Reino Unido se hab¨ªa legalizado en 1967. Y estos vuelos ch¨¢rter cargados de j¨®venes aterradas eran un secreto a voces, un tab¨² del que no se hablaba en p¨²blico. ¡°Yo conoc¨ªa este drama. No hab¨ªa contraceptivos en la farmacia. Y esta era la salida de las chicas que ten¨ªan miedo de contar su situaci¨®n a sus padres o al novio¡±. A Julio Alonso, uno de los fundadores del diario y el primer redactor jefe de El Pa¨ªs Semanal, le gust¨® la propuesta. La elev¨® a Juan Luis Cebri¨¢n, que, en palabras de Tersigni, ¡°era el Dios que lo decid¨ªa todo¡±. Y con el ¡°s¨ª¡± del director, la maquinaria se puso en marcha.
A trav¨¦s de una amiga, contact¨® con una joven que planeaba abortar. Le prometi¨® confidencialidad a cambio de poder contar su historia. De acompa?arla. En el reportaje, le cambi¨® el nombre. Y arranc¨® con ella un texto de 3.402 palabras. In medias res, como las tra
gedias de Shakespeare, en una de las camas de la cl¨ªnica: ¡°Mari Carmen se ha despertado llorando: ¡®Quiero vomitar¡±. Seg¨²n va relatando Tersigni en el reportaje, Mari Carmen tiene 28 a?os, es alta, delgada, morena. Trabaja como estenodactil¨®grafa. Es de familia modesta. Gana unas 20.000 pesetas al mes, lo mismo que le cuesta el proceso de aborto. Y est¨¢ aterrada. Se siente sola. ¡°Con este reportaje aprend¨ª qu¨¦ quiere decir la compasi¨®n, en el sentido de vivir juntos una emoci¨®n, de tener empat¨ªa y estar con ellas¡±, rememora ?Tersigni. ¡°No es f¨¢cil para ninguna mujer decidir renunciar a un hijo. Es un drama de verdad, no solo f¨ªsico, sino psicol¨®gico y emocional. Tienes 20 o 25 a?os y te planteas: ¡®Y si despu¨¦s no puedo tener m¨¢s hijos en mi vida, ?qu¨¦ voy a pensar de esto?¡¯. Fue un reportaje de dolor¡±.
Las fotograf¨ªas de C¨¦sar Lucas acompa?an de forma cruda la narraci¨®n. Por el texto desfilan un buen n¨²mero de mujeres espa?olas. Comparten cigarrillos en un hotel londinense, largas noches en vela hasta que llega el d¨ªa de acudir a la cl¨ªnica. Son j¨®venes que se han quedado embarazadas en primeras experiencias sexuales; una de ellas ha sufrido abusos por parte de un familiar. Mari Carmen, la protagonista, confiesa: ¡°No quiero tener este hijo porque me echar¨ªan de mi trabajo y mis padres se morir¨ªan de dolor. Adem¨¢s, yo no lo esperaba; no quiero casarme con un hombre al que no amo¡±. Una ma?ana, bajo un cielo gris, la periodista y el fot¨®grafo acuden con Mari Carmen a la cl¨ªnica, ¡°un delicioso chal¨¦, muy parecido a un college, en un barrio de peque?as casitas con jard¨ªn¡±. El quir¨®fano, en cambio, resulta fr¨ªo y as¨¦ptico. Tersigni acompa?a a la protagonista hasta el ¨²ltimo minuto. Est¨¢ all¨ª cuando le colocan una pulsera con su nombre. Le ayuda a abrocharse el camis¨®n. La espera hasta que vuelve semidormida. Y cuando por fin se despierta, Mari Carmen le conf¨ªa: ¡°?T¨² qu¨¦ crees? Yo pienso que iba a ser ni?o¡±.
¡°SAB?A QUE, CON EL REPORTAJE, ESTABA AYUDANDO A LAS MUJERES ESPA?OLAS, CUYA MENTALIDAD ERA M?S LIBRE DE LO QUE LES PERMIT?A ENTONCES EL PA?S¡±.
Tersigni entrevista tambi¨¦n en Londres a Helen Grahame, presidenta del Pregnancy Advisory Service, una de las organizaciones londinenses a favor del aborto. La brit¨¢nica, con ¡°el cabello rabiosamente rojo y un aire respetable y burgu¨¦s¡±, le pone cifras al drama: ¡°De las 2.100 extranjeras que nosotros atendimos el a?o pasado, 660 eran espa?olas¡±. Ese era el secreto a voces. El titular que justificaba una portada. Y en la redacci¨®n, en Madrid, comenzaban a mostrar nerviosismo: ¡°El primer n¨²mero del semanal ten¨ªa que salir. Estaba todo el mundo asustado. Julio Alonso nos llamaba cada d¨ªa, cada minuto¡±.
El vuelo de vuelta a Madrid sufri¨® un retraso considerable. Tersigni y C¨¦sar Lucas aterrizaron de madrugada. Ella pas¨® toda la noche sobre la m¨¢quina redactando el reportaje. Con Alonso a su lado, corrigiendo cada l¨ªnea. A las nueve de la ma?ana, el art¨ªculo estaba listo. Y el redactor jefe de El Pa¨ªs Semanal lo llev¨® hasta la mesa de la secretaria de Juan Luis Cebri¨¢n. Poco despu¨¦s, el director de EL PA?S baj¨® con su redacci¨®n en la mano y, seg¨²n recuerda Tersigni, dijo: ¡°Este reportaje va a ser un ejemplo en las escuelas de periodismo de Espa?a¡±. La italiana llor¨®. Y asegura que a¨²n hoy, 40 a?os despu¨¦s, y tras una larga carrera dedicada al oficio, como corresponsal en medio mundo, viviendo en infinidad de pa¨ªses y narrando un buen pu?ado de guerras, sigue constituyendo la mayor satisfacci¨®n profesional de su vida.
¡®Abortar en Londres¡¯ sali¨® publicado el domingo 3 de octubre de 1976. Fij¨® un estilo al que El Pa¨ªs Semanal sigue siendo fiel: el relato cuidado, la tem¨¢tica social, la profundidad del contenido, la historia humana. Pero aquel reportaje quiz¨¢ fue algo m¨¢s all¨¢ y marc¨® la ruptura entre la vieja Espa?a y otra nueva, m¨¢s abierta, europea, progresista, ansiosa de cambios. Y con la mujer, hasta entonces relegada a un segundo plano, como protagonista de la historia. ¡°Entonces era una bomba social hacer un reportaje del aborto. Yo sab¨ªa que estaba haciendo algo para ayudar a las mujeres espa?olas, cuya mentalidad era m¨¢s libre y ten¨ªan m¨¢s ganas de vivir de lo que les permit¨ªa el pa¨ªs¡±.
Hoy, Tersigni reside en El Cairo, donde dirige la oficina de corresponsales de Sky News Italia. Poco antes de abandonar Madrid y de regresar a Egipto, cuenta que tras el reportaje recibi¨® un aluvi¨®n de cartas. Muchas de ellas pertenec¨ªan a¨²n a esa Espa?a rancia que se resist¨ªa a la evoluci¨®n. Algunas inclu¨ªan amenazas de muerte. Y criticaban a EL PA?S por haber aireado una ¡°verg¨¹enza nacional¡±. Pero hubo muchas otras. Sobre todo, escritas por mujeres. En ellas se le¨ªa: ¡°Gracias, gracias, gracias¡±. La primera ley del aborto tardar¨ªa a¨²n nueve a?os en ser aprobada en Espa?a. Pero la mecha ya estaba prendida.
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