Ciudades enfermas
Las medidas contra la contaminaci¨®n evaluar¨¢n la credibilidad municipal
El gobierno municipal de Madrid tiene que enfrentarse con decisi¨®n y realismo al hecho de que la contaminaci¨®n atmosf¨¦rica en la ciudad, con elevadas concentraciones de di¨®xido de carbono y de nitr¨®geno, no es un problema coyuntural que da?a la salud de los madrile?os, sino un fen¨®meno de car¨¢cter estructural facilitado por el cambio clim¨¢tico, la subida media de las temperaturas y el descenso acusado de las lluvias. Frente a esta realidad, la respuesta del Ayuntamiento de Madrid, como el de otras grandes ciudades afectadas por elevados ¨ªndices de contaminacion, tiene que ser a la vez meditada y contundente. El protocolo anticontaminaci¨®n que se ha puesto en marcha estos d¨ªas no sirve. Carmena y su equipo tienen que dar una respuesta eficaz, mejor si es negociada, a una crisis de bienestar y salud que amenaza con convertirse en cr¨®nica.
La contaminaci¨®n atmosf¨¦rica (y, por supuesto, la de bienes b¨¢sicos como el agua) es un grave problema que no puede despacharse con medidas intermitentes y tibias. La contaminaci¨®n multiplica las enfermedades respiratorias, agrava el estado de salud de los ancianos e implica un elevado coste econ¨®mico para las ciudades y el pa¨ªs en forma de horas perdidas en atascos y aumento de los costes sanitarios. Es una alarma que afecta a un principio b¨¢sico como es la salud. Y, por tanto, merece una atenci¨®n prioritaria.
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Adem¨¢s, implica la tarea delicada y costosa de concienciar a los agentes sociales y a los ciudadanos de que el modo de relacionarse con la ciudad vigente hasta el momento ¡ªrecurso abusivo al autom¨®vil privado, transporte p¨²blico raqu¨ªtico pero contaminante, abastecimiento de locales con horarios pr¨¢cticamente ilimitados¡ª tiene que cambiar radicalmente. Y por parte de los partidos significa que deben aceptar el riesgo de adoptar medidas dr¨¢sticas e impopulares, que pueden tener un coste elevado de votos.
La contaminaci¨®n obliga por tanto a cambiar patrones de conducta; y eso debe incentivarse desde la Administraci¨®n municipal. El protocolo anticontaminaci¨®n en vigor puede y debe sustituirse por programas de concienciaci¨®n a largo plazo, penalizaci¨®n de los veh¨ªculos m¨¢s sucios, cierre total a corto plazo de las zonas m¨¢s afectadas por la contaminaci¨®n, renovaci¨®n ¡ªacordada con el Gobierno¡ª del parque automovil¨ªstico y limitaci¨®n dr¨¢stica de los horarios de reparto. Todo esto debe construirse en forma de negociaci¨®n y pacto. Se trata de instar cambios, pero cada uno a su ritmo y minimizando los costes.
La lucha contra la contaminaci¨®n y los cambios de comportamiento urbano necesarios para afrontar el problema es, si se quiere, una cuesti¨®n de Estado. Ya no se trata de cuestiones marginales que afectan a una peque?a parte de la poblaci¨®n. Es muy probable que este sea el problema principal al que debe enfrentarse el gobierno municipal y tambi¨¦n el que dar¨¢ la medida de su credibilidad futura. Por eso es necesario que se lo tome en serio, evite la tentaci¨®n de ningunearlo y, m¨¢s grave a¨²n, que no cuente con otras fuerzas pol¨ªticas y sociales para resolverlo. Si fracasa, no solo comprometer¨¢ la credibilidad de su Administraci¨®n sino tambi¨¦n la de iniciativas futuras contra la contaminaci¨®n.
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