Las dos caras tras el terremoto de Ecuador
Medio a?o despu¨¦s del se¨ªsmo, los afectados tienen problemas menos obvios que la ca¨ªda de sus viviendas
Los restos del terremoto de casi ocho grados que sacudi¨® Ecuador en abril tienen dos caras. Una es la de los edificios ruinosos, los hoteles vac¨ªos por riesgo de hundimiento, las carreteras agrietadas y los inmuebles en reconstrucci¨®n. Es lo m¨¢s tangible. La otra cara es la de las personas: las que se quedan con miedo a cada r¨¦plica; las que han tenido que abandonar sus casas; las que est¨¢n esperando frente a ellas bajo unas carpas a que un t¨¦cnico la eval¨²e para recibir una ayuda; las que sufren todas las enfermedades que se han propagado por culpa indirecta del se¨ªsmo; los ni?os que han visto su rutina escolar interrumpida.
Obviamente, una y otra cara est¨¢n ¨ªntimamente ligadas. Si las infraestructuras estuvieran intactas, la vida de la gente no se habr¨ªa resentido. Pero mientras los hoteles resquebrajados y los edificios con los cristales rotos se ven a simple vista, la amenaza del zika y las diarreas, por ejemplo, son m¨¢s dif¨ªciles de percibir seis meses despu¨¦s del temblor.
Contra ellas lucha el equipo del doctor Carlos Tello Ponce, el director del centro de salud 24 de mayo de Manta, en la provincia de Manab¨ª, la m¨¢s afectada por el se¨ªsmo. Poco despu¨¦s de producirse, una legi¨®n de m¨¦dicos se traslad¨® desde Quito, Guayaquil y otras partes del pa¨ªs para atender a los afectados. Lo primero era suturar heridas, cortar hemorragias y lidiar con los traumatismos de los supervivientes de la tragedia en la que 663 personas murieron. Y aunque este trabajo termin¨®, todav¨ªa le queda mucha labor all¨ª.
El suyo y otros equipos recorren los 105 asentamientos informales en los que, seg¨²n los ¨²ltimos datos, todav¨ªa quedaban m¨¢s de 7.000 personas viviendo. Son los que no han querido integrarse en los 24 albergues oficiales que ha montado el Gobierno y en los que a¨²n se alojan m¨¢s de 8.000 afectados. Las razones son diversas: hay quien prefiere vivir libremente sin someterse al r¨¦gimen militar (literalmente) que regenta las infraestructuras de acogida p¨²blicas. Otros no quieren alejarse de sus casas, ya sea porque tienen pertenencias que quieren vigilar o porque est¨¢n a la espera de que acudan los inspectores a evaluar da?os para conceder ayudas.
Estos asentamientos son carpas de lona improvisadas sobre una infraestructura de madera donde duermen los vecinos, generalmente con pocas condiciones higi¨¦nicas y sanitarias. En el mejor de los casos, acuden a las viviendas de sus vecinos m¨¢s afortunados para hacer sus necesidades. En otras, tienen que hacerlas a campo abierto. Por lo general son ONG las que se encargan de velar porque los suministros de agua sean adecuados. A la vez, han de concienciar a los vecinos para que no la almacenen en tanques abiertos, que es lo m¨¢s frecuente, porque se han convertido en un nido para los mosquitos que, potencialmente transmiten el zika. Desde el terremoto se han reportado m¨¢s de 2.300 casos.
En el refugio informal de La Callada, en Manta (provincia de Manab¨ª) una torre con un tanque abastece a la docena de familias que llevan medio a?o viviendo bajo carpas a la espera de poder volver a sus viviendas o de encontrar nuevas en los numerosos casos en los que las suyas han quedado inhabitables. Por la ma?ana, el equipo del Centro de Salud 24 de mayo, en coordinaci¨®n con la organizaci¨®n religiosa Toca de As¨ªs acuden para llevar servicios de la salud a los vecinos. El terremoto, al menos, ha servido como excusa para llevar una asistencia de la que muchos prescind¨ªan. ¡°?Hace cuatro a?os que no te haces el papanicolau [una citolog¨ªa vaginal para detectar el c¨¢ncer cervicouterino]? ?Qu¨¦ bandida!¡±, recrimina en tono cari?oso la doctora Mar¨ªa Ver¨®nica Silva, de esta ONG, a una de las vecinas del refugio. En paralelo al doctor Tello chequea la salud de los residentes y de todos los vecinos que se quieren acercar. Tensi¨®n arterial disparada, obesidad o riesgo de diabetes son frecuentes en una poblaci¨®n que es muy vulnerable a estos males debido, en parte, a una alimentaci¨®n desequilibrada.
Con el terremoto, los problemas de nutrici¨®n empeoraron. Las carencias, especialmente en los ni?os, fueron uno de los retos tras el temblor. Es una de esas caras menos visibles de la tragedia. Unicef reparti¨® micronutrientes a m¨¢s de 250.000 cr¨ªos para evitar casos de desnutrici¨®n, algo que en esta etapa es clave para no condicionar el resto de sus vidas.
Con el terremoto los problemas de nutrici¨®n empeoraron. Las carencias, especialmente en los ni?os, fueron uno de los retos tras el temblor
Katherine Silva, oficial de Salud y Nutrici¨®n de Unicef en Ecuador, se encontr¨® con una paradoja en esta lucha por evitar la malnutrici¨®n. En la avalancha de solidaridad que suele levantarse cada vez que sucede una tragedia como esta, miles de donaciones de comida llegaron a los albergues oficiales. Entre ella, hab¨ªa generosas cantidades de f¨®rmulas para lactantes que fueron entregadas a las madres que, en ocasiones, sustituyeron el pecho por el preparado. Una de las batallas de la organizaci¨®n es precisamente concienciar a la poblaci¨®n de que los seis primeros meses de vida, el beb¨¦ debe ser alimentado exclusivamente de leche materna, algo que, seg¨²n numerosa literatura cient¨ªfica, beneficia al desarrollo saludable del menor. ¡°El problema es que eso no lo saben muchos de los responsables de los albergues; tampoco algunas madres, as¨ª que hemos tenido que hacer una fuerte campa?a educativa para que no se repartan m¨¢s f¨®rmulas¡±, explica Silva.
En el antiguo aeropuerto de Portoviejo, donde se mont¨® el albergue oficial m¨¢s grande del pa¨ªs, lo han conseguido. Silva sonr¨ªe con satisfacci¨®n cuando le comunican que desde hace meses est¨¢n rechazando estos preparados y concienciando a las madres sobre la importancia de dar el pecho. Estas instalaciones son una curiosa mezcla de disciplina militar, pues son ellos quienes est¨¢n a cargo de los centros e imponen los horarios, y trabajo social. ¡°Nosotros sabemos hacer cumplir ¨®rdenes, pero ignoramos c¨®mo cubrir las necesidades que pueden tener las personas aqu¨ª¡±, reconoce el mayor Hern¨¢ndez, m¨¢ximo responsable del centro de Portoviejo.
De las 1.300 personas que en un principio se instalaron en el refugio quedan m¨¢s de 500. A medida que pueden se van marchando a sus viviendas, o a otras provisionales con las ayudas que da el Gobierno. Pero otros prefieren no agotar el apoyo econ¨®mico todav¨ªa. ¡°Me dan seis meses de subsidio, ?despu¨¦s qu¨¦, d¨®nde voy?¡±, se pregunta Efrain ?lava, de 48 a?os. Como suele suceder en estas tragedias, los m¨¢s damnificados son los que menos ten¨ªan. ?l apenas contaba con una chabola en un terreno que cedi¨® a las primeras de cambio. ¡°Por suerte no me pas¨® nada, pero fue horrible; vi como las casas se ca¨ªan encima de la gente¡±, explica este trabajador informal que se va ganando la vida limpiando coches o haciendo encargos.
En el albergue al menos puede dormir bajo el techo de una de las muchas tiendas de campa?as donadas por la cooperaci¨®n china que, con sus caracteres mandarines, se pueden ver esparcidas por toda la provincia de Manab¨ª. Pero esta relativa tranquilidad que vive el centro puede tener las horas contadas. En Ecuador, donde la centralidad proporciona una temperatura muy parecida durante todo el a?o, el invierno y el verano se distinguen sobre todo por las lluvias. Ha terminado la ¨¦poca seca y est¨¢ a punto de comenzar la de precipitaciones. Los terrenos donde se asientan los albergues, llenos de cientos de tiendas de campa?a, no est¨¢n preparados para mantener las condiciones higi¨¦nicas con las lluvias, los mosquitos se multiplicar¨¢n y amenazas como las del zika volver¨¢n a cobrar protagonismo. En este albergue, por ejemplo, no existe sistema de alcantarillado. ¡°El invierno ser¨¢ un reto¡±, reconoce el mayor Hern¨¢ndez, que espera que el refugio pueda clausurarse en seis meses, un a?o despu¨¦s del terremoto, aunque el plazo l¨ªmite del Gobierno contemplar¨ªa mantenerlo hasta 2018 si fuera necesario.
Hasta que eso suceda, la vida continuar¨¢ en los refugios tratando de sortear lluvias y otros inconvenientes. La infancia es la m¨¢s vulnerable a ellos. M¨¢s all¨¢ de la susceptibilidad a enfermedades y diarreas, la salvaguarda de la educaci¨®n fue uno de los primeros objetivos. Unicef, en colaboraci¨®n con el Gobierno, reparti¨® material escolar y mont¨® aulas de apoyo para minimizar la p¨¦rdida de clases. Y, junto al ministerio de Deporte, organiza actividades l¨²dicas para que los peque?os no pierdan la alegr¨ªa. Bailes, juegos y ejercicio ayudan a distraer de la disciplina militar de los refugios durante unas horas.
Uno de los programas estrella de apoyo a la infancia ha sido Retorno a la alegr¨ªa, en el que los adolescentes han trabajado con los ni?os menores para compartir experiencias y aprender a superar los miedos que se generaron tras los temblores. Uno de los chicos m¨¢s implicados ha sido Rosswell Duval, de Jama. A sus 15 a?os se hac¨ªa cargo de hasta 25 ni?os durante un par de horas al d¨ªa, lo que tambi¨¦n serv¨ªa para liberar a los padres del cuidado. ¡°La clave era motivarlos con juegos, darles confianza, todo con un sentido pedag¨®gico para que aprendieran jugando¡±, relata. Esta actividad extraescolar ha servido en los meses despu¨¦s del terremoto como una especie de terapia de grupo que, como suced¨ªa con la salud, ha acercado recursos a los ni?os que antes no ten¨ªan. ¡°Hemos conseguido que algunos que estaban poco integrados en clase hicieran amigos, que los m¨¢s problem¨¢ticos se calmasen un poco¡±, cuenta Duval, que sigue trabajando con grupos cada vez m¨¢s reducidos.
Si hay que mirar la cara positiva al terremoto que hace medio a?o conmocion¨® Ecuador, puede ser esa: la de la gente que ha seguido luchando y ayud¨¢ndose, pese a que muchas de sus infraestructuras hayan ca¨ªdo por el camino. Pero, como reflexiona Olmedo Altamirano, responsable de programas de agua de Unicef, "muchos donantes solo ven infraestructuras ca¨ªdas, no personas".
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