Pueblo, calle, Podemos
Los populismos de derechas y de izquierdas ignoran que las sociedades son plurales
Produce cierto desasosiego escuchar en boca de pol¨ªticos reci¨¦n incorporados a las instituciones representativas apelaciones a la calle como el ¨¢mbito donde han de dirimirse cuestiones pol¨ªticas fundamentales del pa¨ªs. La calle ser¨ªa la tribuna del pueblo, y ellos sus ex¨¦getas privilegiados. En democracia la toma de decisiones es lenta y tediosa por definici¨®n; en ausencia de mayor¨ªas suficientes resulta adem¨¢s imprescindible entretejer compromisos con quienes piensan de forma diferente. Para acortar los tiempos no habr¨ªa nada ¡ªpostulan entre l¨ªneas los valedores de esta apuesta postdemocr¨¢tica de la pol¨ªtica¡ª como tomar el pulso a la ciudadan¨ªa reunida en la esfera p¨²blica y acceder as¨ª a su voluntad, o mejor a la voluntad de un pueblo del que esos mismos pol¨ªticos se apresuran a erigirse en valedores; el resto de representantes no ser¨ªan m¨¢s que traidores a los intereses de una mayor¨ªa que, por cierto, no les ha concedido la gracia de su voto en las elecciones. S¨ª, hablamos de Podemos.
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La pol¨ªtica de calle es un aditivo oxigenante y necesario de toda democracia, excepci¨®n hecha, claro est¨¢, de aquellos casos en que se utiliza la movilizaci¨®n a modo ariete para agitar causas atentatorias contra los derechos de colectivos sociales como inmigrantes o refugiados, por traer a colaci¨®n ejemplos de actualidad en la Europa de hoy. La democracia se nutre de la cr¨ªtica y de la confrontaci¨®n entre ideas diferentes, y la calle es un espacio de expresi¨®n por quienes no encuentran mejor manera de hacer llegar sus propuestas a las autoridades y a la opini¨®n p¨²blica. En fin, que en una pol¨ªtica democr¨¢tica la protesta social es un complemento a los partidos pol¨ªticos que tienen encomendada la tarea de servir de correa de transmisi¨®n y de llevar a la esfera institucional inquietudes sociales de inter¨¦s general.
El primer ministro turco Erdogan espet¨® a sus contrincantes en la nominaci¨®n presidencial de su partido en 2014: ¡°Nosotros somos el pueblo, ?qui¨¦nes sois vosotros¡±. Donald Trump present¨® sus credenciales al sostener que ¡°lo ¨²nico que importa es la unidad del pueblo, el resto de la gente no cuenta¡±. Hace no tanto, Pablo Iglesias inaugur¨® una campa?a de su partido presidida por una idea: ¡°cuando el cambio no lo hace la instituci¨®n, lo hace el pueblo¡±. Tan diferentes como son en sus planteamientos, los populismos de derechas y de izquierdas coinciden en hacer como si el pluralismo social no fuera con sus sociedades. Cuando evocan al pueblo, en realidad se refieren a su concepci¨®n del pueblo, obviando que en una democracia el pueblo siempre se declina en plural.
La calle en una sociedad libre es un criadero de cacofon¨ªas donde se da p¨¢bulo a causas que hacen avanzar la emancipaci¨®n del individuo y a otras que conculcan sus derechos de la manera m¨¢s obscena
La calle en una sociedad libre es un criadero de cacofon¨ªas donde se da p¨¢bulo a causas que hacen avanzar la emancipaci¨®n del individuo, pero tambi¨¦n a otras que conculcan sus derechos de la manera m¨¢s obscena, incluidas causas de infausto recuerdo. En los a?os que precedieron a la toma nazi del poder en enero de 1933, las Tropas de Asalto libraron en las calles una guerra a muerte contra sus enemigos izquierdistas. Su libro de cabecera llevaba por t¨ªtulo La lucha por la calle, y lo firmaba Goebbels.
En ning¨²n sitio est¨¢ escrito que quienes ocupan la esfera p¨²blica lo hagan en nombre de derechos y libertades conquistados tras largas y sacrificadas luchas sociales, ni tampoco que avancen en la conquista de otros nuevos. En la Europa de nuestros d¨ªas pocos temas agitan con tanta virulencia las emociones de sectores de su ciudadan¨ªa como la inmigraci¨®n y la supuesta p¨¦rdida de las "esencias nacionales". Convocados por la organizaci¨®n xen¨®foba y extremista de derecha Pegida, miles de ciudadanos alemanes se concentran peri¨®dicamente desde 2014 ¡°contra el islamismo, el uso fraudulento del asilo y la extranjerizaci¨®n provocada por la inmigraci¨®n masiva que tiene su ra¨ªz en la pobreza¡±, bajo el eslogan de ¡°Nosotros somos el pueblo¡±.
En la ciudad democr¨¢tica hay avenidas de doble sentido. Por uno puede desfilar el movimiento de los indignados y las mareas, por el otro los partidarios del derecho a la vida. Son ejemplos de causas diferentes que enriquecen el debate p¨²blico y complementan la tarea de las instituciones. Pero tambi¨¦n hay calles sin salida, y alimentar el choque de legitimidades contraponiendo la calle con el parlamento es un buen ejemplo de ello. Cuidado, pues, con la calle, y con el pueblo.
Jes¨²s Casquete es profesor de la UPV/EHU y fellow del Centro de Estudios sobre Antisemitismo (Berl¨ªn), y autor de El poder de la calle (CEPC) y de Nazis a pie de calle (Alianza, en prensa).
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